En
aquel tiempo dijo Jesús:
Mis
ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la
vida eterna: no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano.
Mi
padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la
mano de mi Padre.
Yo
y el Padre somos uno (Juan 10, 27-30).
VOLVER A JESÚS
Lo cierto es que el
mundo necesita hoy savia nueva para vivir. Las Iglesias andan buscando aliento
y esperanza. Las muchedumbres pobres del planeta reclaman justicia y pan.
Estamos necesitados de
algo parecido al <<fuego>> que prendió Jesús en su breve paso por
la tierra: su mística, su lucidez, su pasión por el ser humano.
Necesitamos personas
como él, palabras como las suyas, esperanza y amor como los suyos.
Necesitamos volver a
Jesús. Desde el inicio, los cristianos vieron que él podía guiar a los seres humanos.
Jesús no impone nada. No fuerza a nadie.
Llama a cada uno
<<por su nombre>>. Para él no hay masas. Cada uno tiene su nombre y
rostro propios.
Pero volver a Jesús no
es tarea exclusiva del papa ni de los obispos. Todos los creyentes somos responsables.
Para volver a Jesús no hay que esperar ninguna orden. Francisco de Asís no
esperó a que la Iglesia de su tiempo tomara no sé que decisiones. Él mismo se
convirtió al evangelio y comenzó la aventura de seguir a Jesús de verdad.
¿A qué tenemos que esperar para despertar entre nosotros una pasión nueva por el Evangelio y por Jesús?
ESCUCHAR SU VOZ Y
SEGUIR SUS PASOS
<<Mis ovejas escuchan
mi voz… y me siguen>>.
Después de veinte siglos,
los cristianos necesitamos recordar de nuevo que lo esencial para ser la
Iglesia de Jesús es escuchar su voz y seguir sus pasos.
Juan XXIII dijo en una
ocasión que <<la Iglesia es como una vieja fuente de pueblo de cuyo grifo
ha de correr siempre agua fresca>>. En esta Iglesia vieja de veinte siglos
hemos de hacer correr el agua fresca de Jesús. Hemos de aprender a poner en el centro
de nuestras comunidades la Palabra viva, concreta e inconfundible de Jesús,
nuestro único Señor.
La aventura consiste en
creer lo que él creyó, dar importancia a lo que él se la dio, defender la causa
del ser humano como él la defendió, acercarnos a los indefensos y desvalidos
como él se acercó, ser libres para hacer el bien como hizo él, confiar en el Padre
como él confió y enfrentarse a la vida y a la muerte con la esperanza con que
él se enfrentó.
DIOS NO ESTÁ EN CRISIS
Los creyentes decimos
creer en Dios, pero en la práctica vivimos como si no existiera. Este es también
el riesgo que tenemos hoy al abordar la crisis religiosa actual y el futuro
incierto de la Iglesia: vivir estos momentos de manera <<atea>>.
Ya no sabemos caminar
en <<el horizonte de Dios>>. Se nos olvida que el mundo está en
manos de Dios, no en las nuestras. Ignoramos que el <<Gran Pastor>>
que cuida y guía la vida de cada ser humano es Dios.
Según Jesús, <<Dios
supera a todos>>. Que nosotros estemos en crisis no significa que Dios
esté en crisis. Que los cristianos perdamos el ánimo no quiere decir que Dios
se haya quedado sin fuerzas para salvar. Que nosotros no sepamos dialogar con
el hombre de hoy no significa que Dios ya no encuentre caminos para hablar al
corazón de cada persona. Que las gentes se marchen de nuestras Iglesias no quiere
decir que se le escapen a Dios de sus manos protectoras.
Dios es Dios. Ninguna
crisis religiosa y ninguna mediocridad de la Iglesia podrán <<arrebatar
de sus manos>> a esos hijos e hijas a los que ama con amor infinito.
NO GOBERNAR, SINO DAR
VIDA
Sin embargo, cuando los
primeros cristianos hablan de Jesús como <<buen pastor>>, no lo
hacen para presentarlo como jefe y caudillo de un pueblo, sino para destacar su
preocupación por la vida de las personas. Jesús es <<Buen Pastor>>
no porque sepa gobernar, conducir y vigilar mejor que nadie, sino porque es
capaz de <<dar su vida>> por los demás.
Esta teología del Buen
Pastor recoge perfectamente la actuación de Jesús. Su primera preocupación no fue
salvaguardar la doctrina, vigilar la moral o controlar la liturgia, sino
desvivirse por la gente, luchar contra el sufrimiento bajo todas sus formas y trabajar
por una vida más digna y dichosa para todos, llegando <<hasta dar su
vida>> en este empeño. La Iglesia tiene la responsabilidad de invitar y
orientar a los creyentes hacia la verdad de Cristo, pero Cristo se dedicaba
precisamente a quitar sufrimientos y dar vida. Solo desde ahí revelaba y
anunciaba al verdadero Dios.
En estos tiempos en que
tanta gente <<abandona el rebaño>> y se aleja de la fe, la mejor manera
de guiar hacia la <<verdad de Cristo>> sería ver a una Iglesia
dedicada en cuerpo y alma a que la gente sea más dichosa, se sienta menos
desamparada y viva más protegida contra el mal y el sufrimiento.
AMIGO Y MAESTRO
El título de <<Amigo>>
arranca del evangelio de Juan y subraya la relación amistosa y confiada que establece
Jesús con los creyentes:
<<Ya no os llamo
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; os he llamado amigos,
porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer>> (Juan 15,15).
Cristo no es solo el Señor que salva, sino el Amigo cercano que comprende y acompaña.
La teología actual subraya la importancia de un Cristo Amigo en una época en la
que no pocos experimentan la soledad existencial.
El título de
<<Maestro>> tiene también sus raíces en la tradición evangélica:
<<No llaméis a nadie maestro, porque uno solo es vuestro maestro,
Cristo>> (Mateo 23,10).
No es lo mismo obedecer
a Cristo Legislador que comunicarnos confiadamente con Jesús Amigo y compañero
de camino. No es igual aceptar a Cristo <<Revelador de la doctrina
cristiana>> que dejarnos enseñar día a día por él.
José Antonio Pagola
Colaboración de Juan García de Paredes.