¿Y qué está pasando ahora con la religión?
La experiencia religiosa se mantiene -desde hace 150.000 años, cuando los neandertales enterraban a los difuntos porque creían que sus restos eran algo más que estiércol- pero su interpretación cambia. Hoy asistimos a una deconstrucción de todo el tinglado religioso que, durante doce mil años, la humanidad había montado. Las ciencias nos obligan a cambiar. Hay una gran mayoría de personas religiosas que no quieren cambiar ni complicarse la vida, porque buscan seguridad. Pero una religión que no cambia está muerta. Su futuro está en que sepa cambiar. El problema no es que los dogmas se hayan quedado obsoletos, los ritos se hayan desfigurado o las normas morales hayan dejado de tener valor absoluto. El drama, para la religión cristiana, consiste en que el mensaje humanizador y liberador del Evangelio no llega a los jóvenes y a la gente mejor formada. La mayoría abandona la religión porque no les dice y aporta nada; se ha convertido en algo inútil para su vida.
Agobia una religión llena de prohibiciones y normas. La Iglesia y los sacramentos se han reducido a un florero ceremonial en algunas fiestas familiares y a una especie de paraguas que algunas personas todavía abren en tiempos personales de tormenta y, cuando esa situación pasa, vuelven a cerrar y olvidarlo.
Fray Marcos
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