MARTÍN VALMASEDA
Llega exhausto el peregrino
a una meta, el albergue que ese
día
le esperaba por la
ruta jacobea.
Cuando llega lo reciben
con un vaso de agua fresca
que le sabe a la caricia hospitalera
del anciano barbiblanco
que a la puerta le sonríe
y le sabe a los jóvenes que faenan
para dar
buena acogida al caminante,
y le sabe sobre todo
al profeta galileo que decía
cuando den un vaso de agua
a algún sediento
es a mí a quien se lo dan.
Y así aprende el peregrino
en la escuela del camino
a
dar agua y acogida
a dar consejo o comida
a quien camina con él
por la senda de la vida.