MARTÍN VALMASEDA
Si alguno de ustedes ve documentales sobre la vida de animales en su ambiente natural habrá visto la habilidad de las fieras salvajes para enganchar a sus víctimas y también la agilidad de éstas, ciervos, conejos para escapar de sus depredadores.
El espectador 
del  reportaje  se 
suele  poner con  el  
corazón  de  parte de 
la  pobre  gacela que salta lejos  del 
leopardo.  Claro  que 
no  se  compadece 
del   conejo  cuando 
él le dispara con su escopeta o cuando come  un  filete 
de la  vaca  que 
destazaron en el 
matadero o del 
bacalao pescado para 
él en  los  mares 
de  Terranova.
El  hecho 
es  que  el  
ser  humano,  como 
los animales,  menos  los 
herbívoros  y  los humanos vegetarianos, son  cazadores 
y  pescadores.
Lo  triste es 
que además los  humanos,  no 
solamente  cazan  para 
comer  sino  por 
el  placer de  matar 
bichos: leones, ciervos,
elefantes...
No  hace  muchos años un 
personaje  español de  la 
sociedad  rica se  fotografió 
junto  a  un 
cadáver  de elefante  muerto 
por  él, como  trofeo (¡trofeo! qué  ironía)
No nos basta con cazarnos unos a otros en las guerras para quitarnos pedazos de tierra y bombardeandonos en masa caiga quien caiga, niños, abuelas, enfermos en hospitales...
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