Historias bíblicas  de ayer que se repiten hoy
Los signos Vacíos 
¿Cómo los conocerán?...
por sus signos?
AYER  (y siempre)
Por el humo se
sabe dónde está el fuego… del fuego del cariño nacen los celos…
Si en el bosque sale una gran humareda, animales y hombres, sin ver las llamas, echan a correr (para huir o para apagar)
Ese es un signo
natural,  que  todos los seres vivos entienden, no hace
falta explicárselo.
Cuando se
acercan por el cielo ciertas nubes  de
perfiles oscuros y altos  quienes viven en
contacto con la naturaleza saben que puede venir un chaparrón o una tormenta.
“Tienes mala
cara”… le digo a un amigo… Los médicos y enfermeros (o sicólogos)   sabrán 
más en detalle qué le pasa por dentro.   Todos esos son signos naturales.
Pero los seres
humanos hemos ido  inventando otros
signos que reflejan aspectos de nuestra vida y nuestra sociedad.
Las
relaciones,  la política, la
religión  están  plagadas de señales, símbolos,  signos inventados  que ayudan a entendernos… o a
engañarnos.  Palabras, canciones,
pinturas  en las rocas, en las paredes,  en los lienzos y tatuajes en el  propio cuerpo,  
 
 Esculturas,
monumentos figuras colgadas del cuello… se mezclan en  las vidas de la humanidad  con sus 
necesidades primarias.
 
Algunos de esos
signos son los restos históricos por los que conocemos  cómo eran nuestros antepasados.  Dentro de unos siglos  también conocerán cómo éramos nosotros.
 
 
Arqueólogos y
turistas (de modo distinto) visitan  hoy
los restos del templo de Jerusalén,  los
monumentos mayas, el museo de 
Antropología en
Chapultepec (México)  y  los papiros  de las cuevas del mar Muerto que los 
especialistas fueron  pegando poco
a poco, leyendo documentos cercanos a la Biblia  -  Así  los restos no destruidos del pasado  fueron signos para conocer a aquellos  que nos precedieron.
HOY…  
En su afán por
conservar los  signos con los avances de a técnica,  los contemporáneos  han inventado 
sistemas por mantener presentes los signos naturales  y artificiales.  Podemos hoy conocer  cómo era Marilyn Monroe y Hitler, hasta
escuchar su palabra  y  ver sus gestos, en grabaciones audiovisuales.
Hoy mismo se puede  contemplar al Papa Francisco a miles de
kilómetros de distancia abrazando a un enfermo… o sentir el dolor del pueblo
sirio cuando les vienen encima  los misiles de guerreros sin corazón.
Pero no hace
falta asomarnos lejos  porque en
cualquiera de nuestros pueblos  nos están
viniendo a cada  segundo imágenes,
sonidos, tacto de manos amigas  o  crispadas, olores de perfumes o podredumbre…
Signos.
Hoy en los
templos donde asistimos  a
celebraciones  religiosas podemos  también distinguir  los signos y gestos que relejan la vida de quienes
se llaman creyentes  de hoy.  Si  la
vida nos ayudó a  tener  algún espíritu crítico haremos un esfuerzo
por entender  qué “significan algunos
signos”  ante los que nos quedamos  un tanto desconfiados.
Los “responsables
de las religiones han inventado una serie de símbolos, gestos, palabras,
movimientos, vestidos, cantos,… que a veces  
parecen   ayudar a nuestra
búsqueda de espiritualidad  pero en otras
ocasiones los encontramos  desconcertantes
y no responden 
a nuestra búsqueda de sentido en la vida
Cuando, por ejemplo, en
un templo se  escucha cantar:  “¡juntos como hermanooos” pero se da uno  cuenta de que las 20 personas que allí están,
cada una se  sitúa en “su”  banca    lejos
de los demás  y a distancia de la mesa
donde  un señor vestido  como en tiempos antiguos  intenta (se supone) coordinar aquel acto
comunitario... Uno llega a desconfiar de los que están allí. Parece que el
signo de la dispersión no está de acuerdo con el canto que habla de estar juntos,
 ni que eso refleje  que allí hay una comunidad de hermanos.
Cuando uno sabe
que la mesa  donde los creyentes  de los primeros tiempos compartían alegres una comida  con pan, vino y otros manjares, recordando a
su maestro… y ve que esa mesa hoy  ya no
es mesa, sino altar (suele estar más alto). 
Cuando ve a los que  la rodean a
distancia  en una actitud  pasiva,  uno se pregunta si de verdad los que allí
están  expresan signos de que creen en lo
que están celebrando.
Cuando uno ve salir del templo con cara de alivio a los asistentes  al acto 
supone que seguramente  los días
siguientes a aquella celebración, a esos mismos se  les verá 
presentes en   reuniones, servicios comunitarios,  manifestaciones,  iniciativas propias de ciudadanos activos , inquietos, críticos,
deseosos de  una ciudad en paz y justicia
que están realizando  para que mejore  la situació Pero se da cuenta de que unos son
los que van  a los 
 
 
 
 
actos religiosos y
otros los  que  vuelcan su esfuerzo  en el trabajo por la mejora de la comunidad
humana.  Entonces uno  se queda con la impresión  de  que  los signos de los hombres y mujeres
religiosas parecen estar vacíos de sentido
comunitario aunque en misa parecía  que
estaban haciendo  “comunión”.
Todo esto le
deja a  uno con la sensación de que muchos
de los signos  que realizan los seres
humanos  están vacíos de realidad.
Uno sigue
pensando que   sucede 
igual en muchas otras  expresiones
 no religiosas  de los ciudadanos. Como cuando en una
manifestación van gritando “¡el pueblo unido jamás será  vencido!“ 
pero luego se entera de que quienes 
allí iban tan unidos,  los días
siguientes está dividido en muchas asociaciones o  partidos, que se enfrentan unos contra otros. 
Mientras tanto quienes
los observan desde los palacios oficiales 
se  ríen de ellos y siguen
sentados en el poder y los abusos  contra
el pueblo unido. 
Aquellos signos
de las marchas del pueblo unido,  no
siempre  están de  acuerdo 
con la realidad. 
Lo más sangrante es que quienes se mantienen
en el  poder político o económico,
también expresan signos  solidarios de
amor al pueblo, signos como dicen de “patriotismo” y el pueblo se lo cree,
sin  darse cuenta de que su amor a la
patria es para comérsela desmenuzada en  
cuentas bancarias,  fincas y
edificios de lujo para él, no para “la 
patria”.
 
 
 
Signos, señales,
discursos y promesas, cánticos espirituales o patrióticos, templos e imágenes
de santos, monumentos a  grandes hombres,
levantados a veces  por quienes los habían asesinado o abandonado en la lucha…
Cada uno
podríamos preguntarnos si los signos que llevamos colgados del cuello, adornando los altares o en los ministerios, en nuestras
casas y calles, son signos cargados de 
realidad o símbolos  vacíos,
como  decorados de teatro  porque detrás no hay nada, o peor que nada: mentira.
¿De qué están llenos nuestros signos?
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