Lo
que va de ayer a hoy 
Historias
   bíblicas  de ayer que se repiten hoy
El
pueblo, lo  popular  y la gente  
AYER
Cuando
el ser humano empezó poco a poco a  ser humano (la fecha  exacta no
la sé, ¿alguien la sabe?) parece   que andaban  más o menos juntos
por el mundo  hasta que, según cuenta Stanley Kubrick  en “2001 la
odisea del espacio” empezaron a pelearse por  un charco de agua,
como hoy; aunque hoy el charco se llame  embalse o hidroeléctrica-
Cuando
  se dieron cuenta de que la lengua, además de para lamer helados,
les servía para llamarse,  en los  idiomas que inventaron  se
llamaron gente.
Pero
 eso duró poco tiempo,  porque pronto aquellas masas  de gente
empezaron a estirarse hacia arriba y se inventaron las pirámides. 
No
me refiero  a las construcciones egipcias, mayas, aztecas,
construidas con piedras, no, sino las pirámides que hoy llamamos
sociales: Algunos seres humanos los que más  fuerzas y garrotes
tenían, los que mejor hablaban y más engañaban  fueron  poniéndose
 sobre  los que tenían sabían  y podían  menos.
Fíjense
en la palabra “sobre”,  porque ahí fue  donde  los  socialmente 
 de arriba empezaron a llamar a los de abajo “pueblo”, no como
gente de una  tierra, nación, aldea… sino como  esa gente de abajo
a quienes se les podía echar discursos, dar órdenes  y seguir
engañando , robando y diciéndoles  desde el castillo o el balcón
de gobierno: “¡amado pueblo!, bla, bla, bla…”
Entonces
surgió una palabra derivada de pueblo: “lo popular”  que
contrastaba con otra expresión inventada por  los de arriba: “lo
selecto”.
Y
así sin un línea que  marque claramente  la diferencia  entre esos
dos tipos de   seres humanos, ha  ido   la historia  llegando al...
Hoy
Hoy,
naturalmente,  han seguido proliferando  en el universo  lo popular y
lo selecto.
Han
seguido proliferando, aumentando la prole  y las diferencias porque
el pueblo se  ha ido transformando en muchos  tipos: 
pueblo
bajo,    
clase
media-baja 
… 
(donde
está el límite?.).. 
clase
media-media, 
clase
media–alta…  
y
siga usted  subiendo p´arriba    
a
los Trump, 
a
los Bill Gates 
a
los   Einstein…             como  símbolos de poder, tener y saber
en la humanidad.
Esta clasificación naturalmente es un esquema.
Esta clasificación naturalmente es un esquema.
Pero
volvamos a la base, a lo que tratábamos.    La relación entre lo
popular y lo selecto. Y vamos a  fijarnos en la cultura  popular y la
cultura selecta.
De
golpe nos tiramos hacia abajo, a lo más bajo de la pirámide social
con el paracaídas de Eduardo Galeano y volvemos  a los nadies. 
Los
nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la
liebre,
muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que
no son, aunque sean.
Que
no hablan idiomas, sino dialectos.
Que
no hacen arte, sino artesanía.
Que
no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que
no tienen cara, sino brazos.
Que
no tienen nombre, sino número.
Que
no figuran en la historia universal, 
sino
en la crónica  roja de la prensa local.
Los
nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Lo
popular se acerca a esos nadies. La cultura popular se cultiva sobre
todo en escuelas populares, en tradiciones populares,  en canciones,
arte, costumbres populares (que sólo son folklore y artesanía, 
hasta que un personaje selecto se apropia de ellas y las convierte 
en arte y cultura, como decía el poeta.)
Sin
ir más lejos recuerden cómo ha molestado  a los selectos que hayan
galardonado con  el  premio Nobel  a un cantor popular que dejaba sus
canciones soplando en el viento.
Pero
es que también las personas selectas, las que han podido estudiar
mucho y hasta tienen título universitario, muchas veces intentan
zambullirse en lo popular. A veces  les resulta  bien, otras no lo
consiguen.
Aquí
tengo que contarles el porqué de todas estas reflexiones que
escribo.
Ese
tal  Jesús de Nazaret que con  frecuencia aparece en nuestro ayer
y hoy fue evidentemente un hombre del pueblo, no un don nadie,
pero sí un trabajador y predicador sin una piedra donde reclinar su
cabeza. Su lenguaje  a través de cuentos y comparaciones era  muy
popular.  Él se enfrentó con los selectos de su  tierra: con los
sabios, ricos y poderosos. Eso le costó la vida.
Los
 hombres y mujeres  que se juntaron, jugándosela también,
proclamando su resurrección, eran igual gente del pueblo, sin
influencia social  ni  económica, por lo menos al principio. 
Pero
la fama  del pobre campesino martirizado empezó a correr por  los
países cercanos y pasó también de la gente del pueblo a los selectos,
a los mismos fariseos que lo habían perseguido, como Pablo de Tarso,
 que empezó a  explicar el Evangelio, ya no con cuentos sino con
teología.
Así
fueron consiguiendo que aquella enseñanza popular se fuera
convirtiendo en doctrina selecta.
Imagínense
lo que ha sucedido desde entonces, siglo I, hasta ahora siglo XXI.
Gentes
que estaba situadas en el poder, el tener y el saber se juntaron  
con los  seguidores del nazareno. Unos  lo hicieron  admirados,
atraídos por  su doctrina, otros,  cuando cesaron  las persecuciones
del poder, para poner de su parte a esos del pueblo que iban
creciendo en número.
Así
aquella enseñanza popular y áspera la fueron convirtiendo en 
doctrina selecta y más suave, que no irritase a los pellejos
delicados.
Los
mismos dirigentes de aquellos grupos    que empezaron siendo
pescadores y  campesinos,  fueron  apareciendo en  la sociedad como
reverendos padres y monseñores.
Pero,
mirándolo  desde otro punto de vista:   personas con  carrera,
licenciados, doctores, profesores,  sintieron la mala conciencia de
sentirse selectos mientras el galileo, maestro  sin título, era  una
persona  del pueblo.  Entonces se juntaron en comunidades  que
intentaron fueran  populares.  Algunos lo consiguieron, incluso
profesores universitarios de teología hicieron esfuerzos sinceros
por traducir sus elucubraciones  serias y respetuosas sobre el
evangelio del Nazareno a un lenguaje que todos entendieran o al menos
animaron a otros que  se  lo tradujeran.
Otras
veces, en reuniones de seguidores de Jesús, quienes  intentan ser
populares, sin darse cuenta utilizan un lenguaje selecto, que el
pueblo, pueblo, se queda  en blanco, ¡vamos!, que no se entera de
nada . 
Déjenme
 ponerles  un ejemplo de alguna frase en una reciente asamblea que se
define como cristiana y popular:
Toda
la sociedad –y no sólo los colectivos religiosos- está
reduciéndose a mínimos exigibles en el ámbito de los valores y de
las referencias sobre el sentido de la vida, debilitándose las redes
axiológicas que cohesionan esa misma sociedad.
Se
da una desmitificación funcional de las instituciones, a pesar de
que se reconoce que sin instituciones y sin estructuras no es posible
la organización social y religiosa ni las referencias de identidad.
Se rechaza, sin embargo, todo control de la conciencia y del
pensamiento por parte de instituciones instaladas en normas
inmutables.
Quien
 lea esto por casualidad, si pertenece  a  la clase social de los 
nadies o de pueblo bajo, le podemos preguntar  si entiende lo que ahí
se dice.
Si
es una persona con mayor formación intelectual, le pediríamos que
piense si   esto es comprensible para amigos   sin más estudios que
los primarios.
Reconozco
 que es muy importante y necesaria la publicación de trabajos y
reflexiones con lenguaje técnico.  Hacen falta  reuniones de
intelectuales   donde se  profundice en diálogos con  el vocabulario
preciso. Pero  procurando entonces no poner la etiqueta de lo
popular.
Creo
que entre los buscadores de  la verdad, la justicia,  el análisis de
la realidad   hacen falta traductores; no  de un idioma a otro sino
de un lenguaje selecto  al lenguaje popular.
Conozco
la historia de un editor de   folletos de divulgación que antes de
editarlos pedía que los leyeran vecinos y vecinas  con pocos años
de escuela.  Si esas personas los entendían y se interesaban, daba 
el visto bueno para enviarlos  la imprenta.
Cada
 uno  de nosotros y nosotras, los que andamos leyendo, escribiendo,
asistiendo a reuniones y “simposios”, no podemos renunciar a los
estudios y experiencias que hemos tenido en la vida. A veces podemos
avergonzarnos de  no  conocer otras  realidades que no se encuentran
en los libros,  pero sí es bueno que nos pongamos en los zapatos,
zapatillas, caites, alpargatas… de aquellos con  quienes queremos
comunicarnos,  que escuchemos y sintamos  como  lo hizo aquel   que
hablaba de ovejas perdidas, redes de pesca, semillas entre zarzas o
mujeres barriendo en busca de una moneda. 
Los
seguidores de Jesús  de cualquier nivel social, de cualquier nivel
cultural, cuando intentamos ponernos al servicio de comunidades 
verdaderamente populares , o cuando vamos como voluntarios a países
con culturas distintas, necesitamos mucho tiempo de escuchar, callar,
preguntar, compartir y contar con traductores para que las
reflexiones de los teólogos, los técnicos… lleguen hasta la base
de la pirámide.
Martín Valmaseda, s.m.










