Fíjense
en mis pies...
Soy yo,
sí, el mismo.            
He
pasado la noche 
en la
banca cerca de la 
basílica,
aquí en el Vaticano.
Intenté
ver al papa.
¡Qué
mala suerte!
Unos
guardias suizos 
me
impidieron entrar.
(Eran
de vieja escuela.)
Yo sé
que si Francisco
me
hubiera visto,
habría
descendido
de
dos en dos
aquellos
escalones 
para
encontrarme
y 
que habría  abrazado
mis pies
llagados.
Sólo me
hubiera dicho:
“no te
pido que pases a mi casa
 ya
sé que no te gusta,
que 
prefieres los bancos de la calle.
Yo
también, en ciertas ocasiones.
Pero
dicen  que aún no es el momento.
Ya es bastante chocante para muchos
Ya es bastante chocante para muchos
el
hotel Santa Marta”.
Yo, que
no tenía una piedra  como almohada,
 le
hubiera animado:
“Ten
paciencia Francisco.
Deja
para el que venga  
después
de ti   hacer del Vaticano
lugar
donde se encuentren
todas
las religiones.
Deja 
a quien te suceda
 que
convierta
las
salas del palacio
en hospital
de enfermos
y el
día en que lo elijan
como
obispo de Roma,
con los
votos 
de
todos los cristianos,
(no de
los cardenales)
que ,
para celebrarlo,
pase toda la noche
platicando
con algunos mendigos
en un
banco del parque.
Tranquilos, que soy
yo. 




