EL MUNDO PUEDE CAMBIAR DESDE EL CORAZÓN
Nuestras comunidades
sólo desde el corazón lograrán unir sus
inteligencias y voluntades diversas y pacificarlas para que el Espíritu nos
guíe como Red de hermanos, ya que pacificar también es tarea del corazón. El
Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos
volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor
y de justicia.
Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.
Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar.
En definitiva, este Corazón sagrado es el principio unificador de la realidad, porque << Cristo es el corazón del mundo; su Pascua de muerte y resurrección es el centro de la historia, que gracias a él es historia de salvación >>
Todas las criaturas
<< avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente
donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo
>>.
Ante el Corazón de Cristo , pido al Señor que una vez más tenga compasión de esta tierra herida, que él quiso habitar como uno de nosotros. Que derrame los tesoros de su luz y de su amor, para que nuestro mundo que sobrevive entre las guerras, los desequilibrios socioeconómicos, el consumismo y el uso antihumano de la tecnología, pueda recuperar lo más importante y necesario: el corazón.
CARTA ENCÍCLICA SOBRE
EL AMOR HUMANO Y DIVINO DEL CORAZÓN DE JESUCRISTO
Colaboración de Juan García de Paredes.