DIOS SUFRE
CON NOSOTROS
Sin embargo,
para los cristianos es el símbolo más expresivo del misterio de Dios. ¿Has
pensado alguna vez que un <<Dios crucificado>> constituye una
verdadera revolución? En ninguna religión encontrarás algo parecido.
Un <<Dios
crucificado>> nos obliga a cuestionar todas las imágenes que nosotros nos
hacemos de Dios. Piensa un poco: ¿qué hace Dios en una cruz? La crucifixión
rompe todos nuestros esquemas. Jamás se nos hubiera ocurrido imaginar a Dios
así.
El crucificado no tiene el aspecto que nosotros atribuimos a la divinidad. ¿Dónde están el poder, la fuerza, la sabiduría o la grandeza de Dios? ¿Dónde están su belleza y majestad? ¿Cómo puede estar Dios sufriendo así? ¿Cómo puede morir impotente como un ser desgraciado más?
Con la visión de
la cruz, o se termina nuestra fe en Dios o empezamos a creer en él de otra
manera. Ante el crucificado, o retiramos la mirada horrorizados o nos abrimos
al misterio increíble de un Dios que nos ama de manera insospechada.
Tú y yo podemos
seguir contrastando nuestras ideas o experiencias sobre Dios. Podemos construir
teorías maravillosas o repetir los tópicos y frivolidades de siempre. Si nos
detenemos con fe ante el crucificado, todo se nos derrumba, porque empezamos a
descubrir sorprendidos que Dios es alguien que <<sufre con
nosotros>>.
Dios no está
lejos ni distante. Está con nosotros. Contigo y conmigo. Nuestra miseria le
afecta. Nuestro sufrimiento le <<salpica>>. Dios no puede amarnos
sin sufrir con nosotros y por nosotros. En esto consiste precisamente la
grandeza de su amor.
A este <<Dios
crucificado>> no se le puede <<entender>> con nuestras
categorías religiosas. Es un escándalo y una necedad. Ante un <<Dios
crucificado>> ya no es posible seguir creyendo de manera ingenua y
egoísta en cualquier Dios, al servicio de nuestros propios intereses. ¿Cómo
acercarnos a este Dios buscando sus favores para vivir cada día más a gusto,
olvidados de los problemas y sufrimientos de los demás?
Empezamos a
<<entender>> a ese <<Dios crucificado>> cuando sabemos
amar de cerca a las personas que sufren, y cuando descubrimos por propia
experiencia que el amor verdadero hace sufrir. Tú mismo lo has podido
comprobar. No puedes amar de verdad a un ser querido sin sufrir cuando le ves
sufrir. Es lo que le sucede a Dios. No puede amarnos sin sufrir con nuestros
sufrimientos. Así es para los cristianos el Dios encarnado en Jesús.
Seguramente
también tú, al ver alguna desgracia que destroza la vida de seres inocentes, te
habrás hecho la pregunta que nos brota a todos: ¿dónde está Dios?. La única
respuesta desde la fe cristiana es esta: Dios está en todo ser humano que
sufre. Dios no solo ha sufrido por nosotros en una cruz hace dos mil años, sino
que sufre cada día con nuestros sufrimientos.
La escena ha
sido muy divulgada. Un niño judío se estremece con los estertores de la muerte,
colgado de una horca en un patio del campo de exterminio de Auschwitz. De
pronto se escucha el grito desesperado de un presidiario: << ¿Dónde está
Dios?>>. Otro compañero de prisión responde susurrando: <<Ahí, en
esa horca>>. Esta es la fe de los que creen en un Dios crucificado.
Esta presencia de Dios en nuestro sufrimiento no es algo inútil y estéril. Es cierto que no interviene para destruir a los verdugos o cambiar las leyes de la naturaleza. Pero está ahí, no abandona nunca a sus hijos. Un día descubriremos que, de forma callada pero eficaz, está conduciendo la historia dolorosa de sus criaturas hacia la Vida definitiva.
Se consumieron
mis velas
al pie del
crucifijo.
En la calle
había un pobre
con sus botas
destrozadas.
Y volví para
rezar al Cristo de madera.
¡No supe rezar,
Señor,
a tu Amor, en
carne y hueso!
                           CARYLL HOUSELANDER
                            escritora inglesa
(1901- 1954)

.jpeg)

