Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

14 de mayo de 2025

COMUNICADO CÍRCULO DE SILENCIO

                                                      101 CÍRCULO DE SILENCIO

14 DE MAYO DE 2025

Comenzamos nuestro Círculo de Silencio con la noticia del pasado día 8, cuando conocíamos al sustituto del Papa Francisco en la tarea de pastorear a la comunidad cristiana en el mundo entero. Y después de saber su nombre y nacionalidad, nos interesamos por saber quién es, como respira, como entiende a la iglesia y como lee el evangelio. Para muchas de las personas que tuvieron a Francisco como referente, de entrada, la elección fue bien recibida. Hay buenas razones para pensar que seguirá la senda que comenzó Francisco en la iglesia.

Y si para los seguidores de Francisco esta elección es buena, para las personas migrantes y en tránsito también. Francisco se fue, y hasta el último día estuvo humanizando las migraciones, llamando la atención a los países de acogida para que vean en el extranjero a una persona con dificultades a la que hay que asistir.

Francisco mantuvo que la persona migrante no es responsable de la decisión que toma al marcharse de su tierra, que son circunstancias externas, no controlables como la hambruna, las guerras o el cambio climático las que obligan a las personas a un desplazamiento forzado en busca de su supervivencia. Siempre tuvo claro que este mundo es de todos, que las fronteras son barreras puestas por los estados más pudientes, y que estos deciden que entra y que no por ellas, en función de sus intereses, sobre todo económicos. Entran las materias primas, los minerales preciosos, el coltán, el gas, la madera noble. No entran los pobres, los refugiados, los desplazados. Los condenan una agonía lenta pero continúa.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente indica que, en los últimos 60 años, el 40 % como mínimo de todos los conflictos dentro de algún estado tienen relación con los recursos naturales. Corrompen a los mandatarios, provocan guerras internas y les venden las armas, todo ello para desestabilizar y sacar rédito comercial a unos países ya de por sí inestables y pobres. Convierten a estos países, a todas luces ricos, en países pobres y usurpados, y claro, esto tiene sus consecuencias.

La población de esos países sufre estos expolios, y ante todo esto se ve inexorablemente abocada a un desplazamiento forzado.

El crecimiento de las <<economías avanzadas>> de los países del Norte depende de una apropiación neta de recursos y mano de obra del Sur. Así lo demuestra un estudio de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona, que ha analizado la huella ambiental para calcular la escala y el valor del acaparamiento de recursos del Sur. Durante 2015, los países del Norte se apropiaron, en términos netos, de 12.000 millones de toneladas de equivalentes de materias primas del Sur, lo que significa que casi la mitad (el 43 %) del consumo anual de materiales del Norte es una apropiación neta del Sur.

Asimismo, los países <<avanzados>> del Norte se apropiaron durante 2015 de 822 millones hectáreas de tierra del Sur (más del doble del tamaño de la India). Según el antropólogo económico Jason Hickel, los 822 millones de hectáreas de tierra utilizadas en beneficio de los países del Norte bastarían para proporcionar alimentos a 6.000 millones de personas, según la productividad de la tierra y la dieta. En otras palabras, toda esta capacidad productiva podría utilizarse para satisfacer las necesidades humanas locales, pero en su lugar se destina a servir a la acumulación de capital en el Norte. El Norte se beneficia de los recursos apropiados mientras el Sur sufre los daños. El trabajo también revela que, por cada dólar de ayuda que reciben del Norte en concepto de cooperación, pierden una media de 30 dólares a causa del expolio. No queremos ni pensar cuanto habrán crecido todas estas cifras si el estudio se hiciera en la actualidad.

Y ante toda esta barbarie habrá que Preguntarse entonces que podemos hacer, que puedo hacer yo, y en que puedo contribuir como individuo para nivelar esta situación de injusticia.

Pues lo primero es interiorizar y comprender. Entender que esto es así, por mucho que nos lo intenten vender de otra manera. Nadie abandona su casa, su familia y su forma de vida para aventurarse a viajar lejos, muy lejos, si no es por un motivo obligado.

Lo segundo, y una vez que sabemos por qué están aquí, es acogerlos y ayudarlos. Con muy poco se puede ayudar, y no ya en el sentido económico, pues no hay que equipararlos a personas pobres. Hay muchas maneras de contribuir a mejorar sus condiciones de vida, nos podemos acercar a algunas de las asociaciones que atienden a estas personas, incorporarnos a su equipo de voluntarios para realizar tareas tendentes a una inclusión real en lo social en lo laboral, y en lo cotidiano de cada día; las entidades saben cómo hacerlo.

También hay que acudir a concentraciones y actos para sensibilizar a la población de acogida de que las migraciones son producto de una desigualdad provocada por los países ricos, y que las personas migrantes son las víctimas, a las que hay que ayudar porque así nos lo dicta el corazón.

Amigos, comienza nuestro tiempo de Silencio.

MESA DIOCESANA DE ATENCIÓN Y ACOGIDA DE MIGRANTES Y REFUGIADOS DE CÁDIZ Y CEUTA.

Colaboración de Juan García de Paredes.