La predicación de
Jeremías –con profundo sentido político ante la inminente invasión de Babilonia
a Israel- provoca el descontento y la enemistad de muchos que deciden hacerlo
morir. Un extranjero será quién consiga que sea liberado con lo que el profeta
encarna en su propia persona la predicación: de los extranjeros –Babilonia-
viene la fidelidad a la voluntad de Dios y por tanto la vida.
Los testigos ejemplares
de la lectura del domingo pasado alcanzan en Cristo su plenitud y es para
nosotros el ejemplo de la “carrera” que debemos correr, de la “lucha” que
debemos enfrentar con perseverancia y fe.
Dos pequeñas unidades
marcan el conflicto que trae el reino. Conflicto sobre los demás (y sobre
Jesús) y conflicto en relación a los demás. Pero ese conflicto es parte
integral del mensaje de Jesús, porque ante su anuncio de buenas Noticias, no
podemos permanecer indiferentes o neutrales.
Eduardo de la Serna
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