Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

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9 de agosto de 2019

Biografia de...


Bartolomé de Las Casas
“Defensor de los indígenas” (1484-1544)
“Cristo no vino al mundo en búsqueda de oro.”

Entre los frailes dominicos que elevaron sus voces contra la rapaz violencia infligida a los indígenas de América, Bartolomé de Las Casas fue el más distinguido. No se contentó con denunciar los excesos de la conquista, sino que al leer el evangelio desde la perspectiva de lo que él llamó “el Cristo flagelado de las Indias”, articuló una comprensión teológica de la libertad religiosa, los derechos humanos y la relación entre salvación y justicia social, prácticamente inigualada en la Iglesia católica previa al Concilio Vaticano II. Quinientos años después de la colisión entre las culturas en las Américas, se le reconoce como a un profeta que se anticipó en muchos siglos a la “opción preferencial por los pobres” de la Iglesia.

Siendo un niño de 8 años, Las Casas fue testigo de la vuelta de Colón a Sevilla luego de su primer viaje al Nuevo Mundo. Él mismo hizo su primer viaje a
Hispaniola en 1502. Luego de haber estudiado en Roma para ser sacerdote, volvió al Nuevo Mundo, donde se desempeñó como capellán en la conquista española de Cuba. Si bien era sacerdote, beneficiado por la Conquista se vio dueño de una encomienda, una plantación con aborígenes contratados como obreros.

En 1514, sin embargo, experimentó una dramática conversión, provocada por haber sido testigo de la crueldad genocida infligida a los aborígenes. Pronto se unió a la orden dominica y se transformó en un defensor apasionado y profético de los pueblos indígenas. Durante más de cincuenta años viajó a la corte de España y el Nuevo Mundo, e intentó, a través de libros, cartas y prédicas, exponer las crueldades de la Conquista, impugnando no sólo sus excesos sino incluso su legitimidad.

Si bien la principal atracción de España por el Nuevo Mundo era el oro, la Conquista fue justificada por motivos evangélicos. El Papa había autorizado la conquista de la población indígena con el propósito de implantar el Evangelio y asegurar, así, su salvación. Las Casas argumentó que los hechos de los conquistadores revelaban su verdadera religión:

Con el fin de recubrir una tiranía muy fiera y dura que destruye tantas aldeas y gente, únicamente en aras de satisfacer la concupiscencia de los hombres y obtener oro, estos últimos, que ignoran lo que es la fe, usan el pretexto de enseñar a los otros, y por medio de eso entregan al inocente a fin de extraer de su sangre la riqueza que  estos hombres estiman como su dios.

Las Casas se oponía vehementemente a la noción de que se podía predicar el Evangelio a través del asesinato o la compulsión de cualquier clase. Mientras que otros argumentaban que los indios eran una raza inferior, él afirmó su completa humanidad y así su acceso a todos los derechos humanos. Por sus escritos sobre la igualdad de los hombres y su defensa del derecho a la libertad religiosa, Las Casas merece ser recordado como un filósofo político de enorme significación en la historia de las ideas.

Empero, la comprensión teológica de Las Casas fue más allá de una simple afirmación de la dignidad humana de los indígenas. Al identificar a los indígenas con los pobres, en el sentido del Evangelio, argumentó que, en sus sufrimientos, representaban al Cristo crucificado. Escribió: “Dejé en las Indias a Jesucristo, nuestro Dios, flagelado y afligido, golpeado y crucificado no una sino miles de veces.”
Para Las Casas no podía existir ninguna salvación en Jesucristo fuera de la justicia social. Así, el problema no era si los indígenas debían ser “salvados”, sino que el problema más grave era la salvación de los españoles que perseguían a Cristo en el pobre.

En 1543, con los funcionarios de la corte de España ansiosos por librarse de él, Las Casas fue nombrado obispo de la empobrecida región de Chiapas, en el sur de México. Allí, se enemistó de inmediato con su grey al negarse a dar la absolución a todo español que no hubiese liberado a sus esclavos indígenas. Fue denunciado ante la corte de España como “lunático” y recibió numerosas amenazas de muerte. Finalmente, renunció a su obispado y volvió a España, donde sentía que le era posible defender más exitosamente esta causa. 

Por Rosario Carrera
Fuente: Ellsberg R. (2001) 
Todos los Santos. Buenos Aires: Lumen