Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

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19 de agosto de 2019

Biografia de...


León XIII
Papa (1810-1903)
“Deseo ver a la Iglesia tan adelantada
Que mi sucesor no pueda volverla atrás.”
El largo reinado del papa Pío IX finalizó el 7 de febrero de 1878. A lo largo de sus treinta y dos años en Roma, había logrado hacer más que cualquier otro Papa de los tiempos modernos para mejorar la imagen y el poder del papado. Mas al haber definido la identidad de la Iglesia en oposición negativa a la edad moderna, había dejado poco espacio para un compromiso constructivo con los problemas y valores del momento. 


Desde que los republicanos capturaran Roma en 1870, el Papa se había transformado en un “prisionero del Vaticano” con poca influencia sobre los movimientos culturales e intelectuales de la época. A través de la hostilidad al principio del cambio social, la Iglesia se había desconectado ampliamente de los intereses de la nueva clase trabajadora industrial. No es de extrañar que, para el tiempo de la muerte de Pío, hubiera muchos en la Iglesia ansiosos de un cambio de política.

En la mañana del 20 de febrero, con la tercera votación, el cónclave papal eligió al nuevo Papa. Era Joachim Pecci, de sesenta y ocho años, cardenal de Perugia, quien tomó el nombre de León XIII. Con la elección del frágil y anciano Pecci, el cónclave preveía, al parecer, un Papa de transición. El propio Pecci compartía esta expectativa. Como dijo a sus amigos “Si me eligen, pronto tendrán otro cónclave.” Pero de hecho, logró reinar veinticinco años como León XIII, en los que hizo mucho para inaugurar un nuevo acercamiento entre la Iglesia y el mundo moderno.

León mantuvo la continuidad con el estilo conservador de sus predecesores, de varias maneras, mas, por haber pasado una buena parte de su carrera en el servicio diplomático del Vaticano, tenía una comprensión mucho más amplia del mundo más allá de Roma, y un agudo interés en reinstalar a la Iglesia en una posición de liderazgo moral y espiritual.

Una de las primeras iniciativas de León como Papa fue muy simbólica. En su primer nombramiento en el colegio de cardenales, confirió el capelo cardenalicio a John Henry Newman, el sacerdote inglés y converso, sospechoso en los círculos conservadores de albergar tendencias liberales. De otra forma, León autorizó un nuevo estilo de compromiso intelectual: abrió los archivos del Vaticano a los investigadores; apoyó la fundación del Instituto Bíblico de Jerusalén, y, en su encíclica Providentissimus Deus (1893) dio el primer apoyo tentativo del Vaticano a la ciencia de la moderna crítica bíblica.
Sin ninguna duda, sin embargo, la contribución más importante de León fueron sus pronunciamientos en el campo de lo social. En particular, su encíclica Rerum novarum (1891), inauguró la era moderna de la enseñanza social católica. Los pronunciamientos previos del Vaticano, en tanto trataban acerca de los problemas sociales modernos, tendían a concentrarse en advertencias contra el socialismo y otras amenazas a la estabilidad social. León fue el primer Papa en tratar los problemas asociados con el despertar del capitalismo industrial y en afirmar la simpatía de la Iglesia por los intereses de la clase trabajadora.

Más que un manifiesto revolucionario, Rerum novarum era reformista. En rigor, la demostración de por qué el socialismo no era la respuesta a la miseria de los pobres, ocupaba gran parte del
documento. Su acercamiento al cambio social se basaba en gran parte en un llamado a la conciencia de los ricos antes que en el empobrecimiento de los pobres. Sin embargo, la importancia de este documento no estuvo tanto en sus recomendaciones sino en el hecho de su existencia.

Ningún Papa de los tiempos modernos había declarado, como lo hizo León, que “se debe hallar algún remedio, y rápidamente, a la penuria y miseria que abruman tan fuertemente a la gran mayoría de los pobres.”

Al tiempo que rechazaba el socialismo, la encíclica de León implicaba una fuerte crítica al capitalismo desenfrenado. Por sobre todo, declaraba el interés vital de la Iglesia tanto por el bienestar social y material como por el bienestar espiritual de los seres humanos. Articulaba el compromiso de la Iglesia con los principios de la justicia social, la dignidad del trabajo y la defensa de los pobres; compromiso que continuaría desarrollándose en la enseñanza social católica del siglo siguiente.

Por Rosario Carrera
Fuente: Ellsberg R. (2001) Todos los Santos. Buenos Aires: Lumen