Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

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7 de septiembre de 2018

HUMANIDAD DE JESÚS José . Ma. Castillo

 HUMANIDAD DE JESÚS

Por Jesús Bastante


El teólogo José María Castillo defiende "La Humanidad de Jesús" ante una repleta Aula de Cultura ABC


Castillo: "La gran preocupación de Jesús no era si la gente pecaba más o menos, sino si tenía hambre o estaba enferma"

Una persona que maltrata lo humano no puede creer en Dios. Quien hace sufrir a los otros, no cree en Dios, cree en una representación que ha hecho y a la que se aferra, llegando a matar si es preciso

La gran preocupación de Jesús no era si la gente pecaba más o menos, sino si la gente tenía hambre o estaba enferma". El prestigioso teólogo granadino José María Castillo se dio anoche un auténtico baño de masas durante su intervención en el Aula Cultura ABC de Madrid.

El acto, que sirvió para presentar "La Humanidad de Jesús" (Trotta), desbordó las previsiones: todos los asientos del Aula (más de trescientas personas), repletos para escuchar a Castillo, uno de los padres de la Teología Popular y cuyos escritos son esenciales para entender el "modelo Francisco". Y, por primera vez en mucho tiempo, el librero puso el cartel de "todo vendido".

Tras la apertura de Fernando García de Cortázar, sj., y después de una extensísima presentación de Reyes Mate, Castillo entró directo al trapo, separando "dos formas de hacer teología: la de los Evangelios y la de Pablo". En su opinión, "la de los Evangelios es una teología narrativa, mientras que la de Pablo es una teología especulativa, porque parte de ideas sobre la religión, el pecado, la salvación o el ser humano".

Esta dicotomía ha marcado la evolución del Cristianismo en Occidente desde prácticamente la aparición de la Iglesia. Para Castillo, "es un hecho que las relaciones entre lo divino y lo humano en la historia de la Humanidad han sido difíciles, complicadas, tensas, y a veces conflictivas e incluso violentas. Lo han sido y lo siguen siendo".

Se aprecia, así, un "conflicto entre el deseo y la prohibición que viene de lo divino", y que penetra en la intimidad de las conciencias, donde se dan los sentimientos de culpa. "Si no existiera, todos los psiquiatras y terapeutas deberían apuntarse al paro", dijo entre las risas del personal.

En el caso del Cristianismo, "esta tensión se acentúa, porque el centro es Jesucristo, de quien afirma nuestra fe que es perfectamente divino y perfectamente humano". "Si nuestra fe en Jesús fuera como tiene que ser -explicó Castillo, la fe en Jesús tendría que ser la presencia en nosotros de lo divino, que nos tendría que llevar a pensar y vivir de la forma más plena y coherente lo que es humano. Así habría armonía, gozo, disfrute, felicidad". Pero, si al contrario, "nuestra fe en Jesús se vive como presencia en nosotros de lo humano, eso nos tendría que llevar a pensar de forma plena y coherente en lo divino". ¿Una de dos? "Pero las cosas no funcionan así", dijo Castillo.
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El gran problema, entonces, es la forma en que hablamos de Dios, en cómo definimos a Dios, incluso si esto último es posible. "Cuando hablamos de Dios estamos hablando del trascendente, y el trascendente, por definición, es aquel que no podemos conocer. Si tratamos de conocerlo, no podemos hacerlo de otro modo que objetivando, y cosificando. Algo mentalmente elaborado, ¿y eso es Dios?"

Pero, incluso concediendo esta posibilidad, "¿cómo armonizamos que Dios esa infinitamente bueno y poderoso y tengamos este hombre y este mundo que tenemos? Eso no tiene solución. No la tiene". Y si no tiene solución, entonces viene mi pregunta. "Dios quiere..." "¿Dónde te has enterado de eso? ¿Quién te lo ha dicho? Si empiezas a explicarme a Dios, es que no te has enterado de lo que es Dios, o no admites lo trascendente. Desde ese momento lo que haces es una representación, y esto es lo que hacen las distintas religiones", explicó el profesor.

¿Qué solución ha dado el cristianismo a este problema? "La solución ha sido Jesús, que es la explicación de lo que nosotros podemos saber y conocer. Esto es justamente lo que dice el Evangelio de Juan: a Dios nunca lo ha visto nadie, jamás. Es un acto de fe. Y entonces la clave pasa a ser cómo vivimos esta fe", señaló Castillo.

¿Y dónde está Dios? Castillo echó mano del Evangelio de Juan para explicar que Dios está en Jesús, en sus actos y sus palabras. "Viendo cómo actuó y se comportó Jesús, así sabremos lo que le gusta a Dios, lo que quiere Dios, lo que rechaza Dios. Y eso lo vemos en la humanidad de Jesús, porque la divinidad no está a nuestro alcance. Precisamente porque la misión de Jesús es darnos a conocer lo que no podemos conocer de otra manera o por otro camino".

Para Castillo, "Jesús es una representación, un ser personal, que se identifica con Dios, y con el que Dios se ha identificado. Dios supo que lo primero que tenía que hacer para comunicarse con nosotros era humanizarse". Una profunda humanidad de Jesús que se manifiesta en la lectura de los Evangelios, donde se reflejan las "tres grandes preocupaciones de Jesús: la salud, la alimentación y las relaciones humanas". Por eso, explicó, en el Evangelio Jesús aparece curando enfermos, compartiendo la comida o acogiendo a todo el mundo, hablando con todos.

Y es que "la gran preocupación de Jesús no era si la gente pecaba más o menos, sino si la gente tenía hambre o estaba enferma", explicó Castillo. El problema era el delito, que era previo al pecado. Y eso hizo que "Jesús entrara en conflicto con los representantes de la religión".

Más aún: "Jesús se dio cuenta de que la religión, tal y como funciona, entra en conflicto con la felicidad del ser humano, y las religiones prohiben amar a ciertas personas, y son exigentes con las cosas más íntimas de las personas, mientras que se muestran tolerantes con el dinero. No toleran la igualdad: las religiones se llevan mal con la igualdad, y tienen que establecer diferencias: yo puedo más que tú, y te prohibo que pienses o digas eso", destacó el teólogo.


Y, sin embargo, "según el Evangelio, la plenitud de lo divino se alcanza en la medida en que nos vamos acercando a la plenitud de lo humano. Y una persona que maltrata lo humano no puede creer en Dios. Quien hace sufrir a los otros, no cree en Dios, cree en una representación que ha hecho y a la que se aferra, llegando a matar si es preciso".
Para Castillo, "el problema de la Iglesia es que las mayores resistencias que ha tenido desde sus orígenes, no han sido contra lo divino, sino sorprendentemente contra lo humano", recalcó Castillo, recordando los principales conflictos de los primeros siglos del Cristianismo, y los grandes temas que, aún hoy, sacuden el debate intraeclesial: desde la homosexualidad, a la desigualdad entre hombres y mujeres, y también la esclavitud. "¿Saben cuándo la Iglesia condenó la esclavitud? Con Gregorio XVI, a mitad del siglo XIX".

"Es curioso que los países más practicantes en Europa sean los del sur, los de más religiosidad, observancia y tradición... que son los países más corruptos. Y por el contrario, los países donde hay menos religiosidad, ritualismo y clericalismo son países donde esta lacra que sufrimos y nos avergüenza, ni se lo imaginan".

"¿Por qué el Vaticano, a estas alturas, no ha suscrito todavía los acuerdos internacionales para la aplicación de los Derechos Humanos?", denunció Castillo, quien agradeció la enseñanza desde Juan XXIII sobre los derechos humanos... en la teoría. "Busquen la palabra 'mujer' en el Código de Derecho Canónico. No la encontrarán. Mi convicción es que el CDC es un libro de una violencia.... No es que quienes lo han hecho o lo mantienen sean personas violentas. Son personas fieles a su religión. Y como quieren ser fieles y se dejarán sacar el pellejo antes de perder su religión, tenemos lo que tenemos", concluyó.

En el breve turno de preguntas, Castillo mostró su impresión de que el Papa Francisco "coincidiría en muchas cosas conmigo, aunque no en todo". En su opinión, Bergoglio "es un hombre que ha cambiado la figura del Papado, hasta el punto de que aquella imagen hierática del Papa no será fácil de recuperar".

"En este hombre predomina su humanidad. Es un hombre profundamente humano", señaló el teólogo, quien recordó que "todo lo que yo he dicho resaltando la humanidad y la misericordia también lo ha planteado Francisco". Pese a todo, reconoció que "una persona que tiene cargos de gobierno difícilmente puede poner en cuestión determinados principios que entrarían en conflicto con e mismo cargo que desempeña".

¿Veremos a Dios?, fue la última pregunta. "Yo creo en la Resurrección, porque tengo esperanza en que la última palabra no la tiene la muerte. Y en ese sentido, puedo afirmar mi fe en la resurrección. Pero seguridad... ninguna. En mis creencias está en que lo hay", finalizó.