Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

16 de marzo de 2023

CREER ¿PARA QUÉ?

DIOS SUFRE CON NOSOTROS

Seguramente estás muy acostumbrado a ver la imagen de Jesús crucificado. Desde niño has visto la cruz por todas partes: en tu casa, en la escuela, en la iglesia y hasta en las cumbres de las montañas. Quizá no te dice nada. Más aún, piensa que en nuestros días es una imagen desafortunada. Para muchos puede resultar de mal gusto. ¿A quién puede atraer el cuerpo torturado de alguien ejecutado en el patíbulo?

Sin embargo, para los cristianos es el símbolo más expresivo del misterio de Dios. ¿Has pensado alguna vez que un <<Dios crucificado>> constituye una verdadera revolución? En ninguna religión encontrarás algo parecido.


Un <<Dios crucificado>> nos obliga a cuestionar todas las imágenes que nosotros nos hacemos de Dios. Piensa un poco: ¿qué hace Dios en una cruz? La crucifixión rompe todos nuestros esquemas. Jamás se nos hubiera ocurrido imaginar a Dios así.

El crucificado no tiene el aspecto que nosotros atribuimos a la divinidad. ¿Dónde están el poder, la fuerza, la sabiduría o la grandeza de Dios? ¿Dónde están su belleza y majestad? ¿Cómo puede estar Dios sufriendo así? ¿Cómo puede morir impotente como un ser desgraciado más?

Con la visión de la cruz, o se termina nuestra fe en Dios o empezamos a creer en él de otra manera. Ante el crucificado, o retiramos la mirada horrorizados o nos abrimos al misterio increíble de un Dios que nos ama de manera insospechada.

Tú y yo podemos seguir contrastando nuestras ideas o experiencias sobre Dios. Podemos construir teorías maravillosas o repetir los tópicos y frivolidades de siempre. Si nos detenemos con fe ante el crucificado, todo se nos derrumba, porque empezamos a descubrir sorprendidos que Dios es alguien que <<sufre con nosotros>>.

Dios no está lejos ni distante. Está con nosotros. Contigo y conmigo. Nuestra miseria le afecta. Nuestro sufrimiento le <<salpica>>. Dios no puede amarnos sin sufrir con nosotros y por nosotros. En esto consiste precisamente la grandeza de su amor.

A este <<Dios crucificado>> no se le puede <<entender>> con nuestras categorías religiosas. Es un escándalo y una necedad. Ante un <<Dios crucificado>> ya no es posible seguir creyendo de manera ingenua y egoísta en cualquier Dios, al servicio de nuestros propios intereses. ¿Cómo acercarnos a este Dios buscando sus favores para vivir cada día más a gusto, olvidados de los problemas y sufrimientos de los demás?

Empezamos a <<entender>> a ese <<Dios crucificado>> cuando sabemos amar de cerca a las personas que sufren, y cuando descubrimos por propia experiencia que el amor verdadero hace sufrir. Tú mismo lo has podido comprobar. No puedes amar de verdad a un ser querido sin sufrir cuando le ves sufrir. Es lo que le sucede a Dios. No puede amarnos sin sufrir con nuestros sufrimientos. Así es para los cristianos el Dios encarnado en Jesús.

Seguramente también tú, al ver alguna desgracia que destroza la vida de seres inocentes, te habrás hecho la pregunta que nos brota a todos: ¿dónde está Dios?. La única respuesta desde la fe cristiana es esta: Dios está en todo ser humano que sufre. Dios no solo ha sufrido por nosotros en una cruz hace dos mil años, sino que sufre cada día con nuestros sufrimientos.

La escena ha sido muy divulgada. Un niño judío se estremece con los estertores de la muerte, colgado de una horca en un patio del campo de exterminio de Auschwitz. De pronto se escucha el grito desesperado de un presidiario: <<¿Dónde está Dios?>>. Otro compañero de prisión responde susurrando: <<Ahí, en esa horca>>. Esta es la fe de los que creen en un Dios crucificado.

Esta presencia de Dios en nuestro sufrimiento no es algo inútil y estéril. Es cierto que no interviene para destruir a los verdugos o cambiar las leyes de la naturaleza. Pero está ahí, no abandona nunca a sus hijos. Un día descubriremos que, de forma callada pero eficaz, está conduciendo la historia dolorosa de sus criaturas hacia la Vida definitiva.

 

Se consumieron mis velas

al pie del crucifijo.

En la calle había un pobre

con sus botas destrozadas.


Y volví para rezar al Cristo de madera.

¡No supe rezar, Señor,

a tu Amor, en carne y hueso!

                       CARYLL HOUSELANDER

                       escritora inglesa (1901- 1954)

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan García de Paredes.