Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

29 de octubre de 2015

Contra la Política de Miseria y Ruindad



Nos indigna y humilla la manifiesta incapacidad de las instituciones europeas para dar una respuesta  política,  urgente y justa,  a la  llamada ”crisis de los refugiados”. A día de hoy, 25 de octubre de 2015, después de meses de éxodo permanente, de cientos de miles de personas huyendo del hambre, la persecución y la muerte solo han logrado ser acogidas 87. 

¡Vergonzante balance! Lacerantes muros de alambre, ejércitos bien pertrechados y  una obsoleta burocracia, tras de la que se  esconde una política mediocre y sin alma,  los mantiene a la intemperie o en improvisados campos de concentración,  faltos de recursos y de cuidados dignos. Nos viene a la imaginación aquel grito  del Génesis: “¿Qué estáis haciendo con vuestros hermanos?”


Visto este comportamiento de las  instituciones europeas con las olas de migración forzada, ya nos queda poca capacidad para la sorpresa y el escándalo: la ceguera, la insuficiencia  y la torpeza son sus señas de identidad; siempre por detrás y al “rebufo” de las necesidades de la población. ¿Estará loca y equivocada esa parte creciente de la sociedad cuando, desde la conciencia más elemental,  clama por la reforma urgente de la UE?  A la vista de lo que está ocurriendo con las personas migrantes y refugiadas,  ¿puede desentenderse alegremente la sociedad del cuidado de la humanidad sufriente, confiando a las instituciones  políticas la solución de estas catástrofes cada vez más frecuentes?  ¿Qué nos está pasando para aguantar lo que estamos viendo? ¿O es que va a ser verdad aquello de que cada sociedad tiene la gobernanza que se merece? ¡Qué terrible si lo fuera!

Por más vueltas que le damos, siempre llegamos a la misma conclusión: la solución de estos graves problemas ya no podemos dejarlos solo en manos de los gestores políticos, propensos a someterse antes a otros intereses que a las necesidades reales de las personas. 

La solución viene del rearme moral de las personas y de una buena  articulación de las sociedades capaces de sobreponerse, cuando el caso lo requiere, a  los mismos gestores del poder político. Por aquí, a nuestro modo de ver, camina esa “revolución de la ternura” que reclama el papa Francisco: por la superación de la “indiferencia” y la decisión de  hacerse cargo de “los descartes” y víctimas que la historia va dejando  en la cuneta.

Queremos traer, en apoyo de una actitud humanitaria más firme, la figura de una persona real, “indignada”, que, contra viento y marea, se hizo cargo, desde su pequeña parcela, de los desafíos de su tiempo. Nos referimos a Teresa de Ávila en el quinto centenario de su nacimiento. Si fuera cierto, como afirma Jesús, que “a cada día le basta su propia inquietud”,  no sería posible entender bien a Teresa fuera de las grandes inquietudes de su tiempo.  A distancia de cinco siglos, nos parece gigantesca la figura de esta mujer en el convulso siglo XVI. La reforma del Carmelo, llevada sobre sus hombros, debió de resultarle una tarea hercúlea y hasta revolucionaria.

Son tres las dimensiones que hoy nos resultan más elocuentes de esta mujer inquieta y creativa. En primer lugar, su capacidad para hacerse cargo de la gran debilidad interna de una Iglesia que gozaba de gran fortaleza y poder hacia afuera, pero que palidecía temerosa bajo el implacable peso de la Inquisición hacia dentro.

En segundo lugar, su coraje para emprender la reforma de unas instituciones como el Carmelo, deformadas por la disipación y la pérdida del radicalismo evangélico, eludiendo, muy hábilmente, el largo brazo de la inquisición. Y finalmente, el humor y gracejo que mantiene ante los muchos contratiempos, como se dice a sí misma: “nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene nada le falta”. Buen reflejo de este talante humorístico y festivo es la frase que, ante el único retrato que le hicieron en vida, le dedica a su autor: “me habéis hecho fea y legañosa, Fray Miseria, ¡que Dios os perdone!”

Ante la “política de miseria y ruindad” que se está practicando en nuestros días, la memoria de Teresa debería empujarnos a hacernos cargo de la tragedia que está ocurriendo a nuestras puertas, a armarnos de coraje para emprender la reforma de instituciones burocráticas y obsoletas que ya no sirven para resolver los  problemas reales de la gente, y, finalmente,  a no perder nunca el buen tono y hasta el humor.



REDES CRISTIANAS
oct 27,2015