Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

26 de febrero de 2015

TERESA DE JESÚS, mujer que escuchaba la vida



Tras las huellas de Teresa en su V Centenario 
María Isabel Serrano González.  Doctora en Medicina.

Directora de la revista “A Tu Salud”. 

Leyendo el libro de las Fundaciones de la santa; en la introducción que hace el carmelita e historiador Teófanes Egido, me llamó la atención  entre los epígrafes que él detalla, el de los medios de transportes que utilizó la santa. Me cogió su lectura, porque veo con qué detalles desgrana los nombres de las personas que se los prestaron. Así como su variedad. Me impactó y conmovió esta fidelidad.


Con este flash, al introducirme ya en la lectura de Las Fundaciones descubro que su obra está poblada de variadísimas personas con sus nombres. No es un reparto de figurantes y vanidades, como acaece en las celebraciones y eventos actuales con frecuencia. Lo que se desprende de la lectura es gratitud. Gratitud y contemplación de la vida. Cuando termino el libro, no tengo por menos de sentir que Dios es una presencia viva que llena de su bondad y sabiduría los momentos de las personas, y en lo pequeño apenas perceptible, se manifiesta la eternidad.  En esta obra se abre a nosotros también nuestra historia. Parece que la santa quiere dejar patente que no es obra suya exclusivamente, sino de muchísimas personas; desde aquellos que la prestaron carruaje, hasta los que la dejaron un burro; los que la enseñaron para ir por los caminos, o los que le ayudaron a encontrar agua del pozo.  Todos con su nombre, y sus relaciones tienen un rincón en la vida de Teresa. Desde el más noble hasta el más pobre.

Desde el más santo, al más pernicioso. ¿Fidelidad a su obra?  Puede, pero fundamentalmente  respeto por las personas y los hechos; valoración de las mismas, trasparencia, reconocimiento admirado por los otros, y agradecimiento. Era una mujer agradecida.  “Bien es, hijas mías, las que leyereis estas Fundaciones, para que sepáis lo que se les debe, para quien sin ningún interés, trabajan tanto en este bien que vosotras gozáis” Cuenta la santa que en la fundación de Toledo, después de haber fracasado con personas ricas, es decisiva “la intervención de un mancebo, llamada Andrada, nonada rico sino harto pobre” que les consiguió una casa.  Todas estas personas que la santa visibiliza, colaborando con ella, es toda una llamada a construir una sociedad que no excluya sino que integre a todos los ciudadanos en su propio bien común. Esto va también para la Iglesia.  Teresa escuchaba la vida, por eso late en su escritura; amaba la vida y en ella a las personas; apuntaba certeramente al corazón  de los problemas. No los esconde. Era muy trasparente.  Supo de la pobreza y del rechazo que ella conlleva. Sabía que además genera a otros desconfianza. A pesar de ello se puso en manos de un pobre en su proyecto fundacional. En carne propia ella y sus monjas vivieron su sufrimiento. Tuvieron miedo a ser rechazadas “cuando vieran lo pobres que eran”. Sólo llevaban por ajuar dos jergones y una manta. Eran pobres, y en un pobre confiaron. Confiaba en los seres humanos. Realmente le gustaba la gente. No en vano su espiritualidad gira en torno a las relaciones. Las relaciones con Dios, que ella las nombra como relación de amistad. Dios, Jesús, el amigo que estaba presente continuamente en su vida. El sumo hacedor de su vida: “muchas veces cuando considero esta fundación, me espantan (me maravillan) las trazas de Dios”. Se está refiriendo al éxito conseguido por el pobre mancebo, Andrada. Como una sin-techo, habitó en ocasiones en casas derruidas; que luego pondría en pie con la ayuda de la gente. Su penuria queda patente cuando exclama: “no sé quién movió al Señor que nos pusiera en la iglesia un hacecito de leña con que nos remediara” Estas son las huellas de Teresa, y me llevan a exclamar: ninguna familia sin casa; ningún ser humano sin hogar, y sin medios para vivir. Hoy mueren en el desierto muchos jóvenes y niños, buscando una vida mejor. La Sagrada Familia huyó a Egipto y se quedó sin hogar. Estos huyen de otro Herodes: la codicia humana y la insensibilidad de la sociedad. Deberían resonar en nosotros las palabras de Jesús, en Mc 8,2 “tengo compasión de ellos, si los despido  morirán por el camino” . Jesús, un hombre atento a la vida. No cabe la comunión si seguimos dejando a las personas que se frían en el desierto o se ahoguen en el mar. No podemos entrar en el misterio de Jesús, sin  dar respuesta a esto. La doctora mística escuchaba la vida. Y aprendió a los pies de Jesús. ”Maestro, ¿dónde moras? Venid y ved, responde Jesús” Y se despliega toda su vida y lo que ocurría en torno a él y sus discípulos.  Desgrana Teresa la vida de su tiempo, y se desgrana a si misma. No hizo tratados contra la marginalidad, la pobreza y la exclusión, pero las visibilizó. Auscultaba la vida: “cada mañana me espabilas el oído, para que escuche como los iniciados” dice el salmista. Con su fino oído, hizo visible el drama de las mujeres y las niñas; entonces como hoy, la situación de las mismas era deplorable. De cada diez pobres, siete son mujeres según UNICEF. “Cuando vino a nacer Teresa Lays, dio mucha pena a sus padres de ver que también era niña; como les importaba poco la vida de la niña, la dejaron sola (abandonada), sin que nadie se acordara de ella”  Otro nombre de los de Teresa, otra huella; ésta muy dolorosa. La discriminación de la mujer sigue siendo hoy real, y también en la Iglesia, en sus formas, contenidos, lenguajes, reparto de responsabilidades. En la Iglesia que además declara la igualdad de sus hijos e hijas.  La gratitud y grandeza de Teresa llega tanto, que deja testimonio escrito de otras monjas, parecidas a ella; que incluso la superaban, decía la santa. Que lejos de la ruindad y la envidia  y desprecio de los otros que campa con frecuencia en nuestra vida. Le interesaba la causa de Dios en el mundo. Es lo que motivó sus fundaciones; por eso le escuchaba y hablaba con Dios en él. Teresa nos descubre el drama de la encarnación y su ventura a través de tantos hombres y mujeres que desfilan por esta obra; un Dios entregado en su amor siempre activo y luminoso, que permite iluminar de esperanza toda angustia. Encarnado en la vida de esta gente que está llena de bondad y compromiso. También está el mal y nos lo enseña sin tapujos. Es muy trasparente Teresa de Jesús. Otra huella suya.  Escuchar la vida y hablar a Dios desde la vida cambia el corazón y la relación con él. “oíd y vuestra alma vivirá” La santa que celebramos, escuchó, y supo recibir de los “otros” el tiempo de Dios, e hizo milagros porque Dios es fecundo si es entregado. Cuando acabé de leerlo me pregunté: ¿por qué tienen tanta fuerza sus relatos? Ella, habla como Jesús en los Evangelios, sin formulaciones retóricas; cuenta lo que acaece en la vida cotidiana de la que todos tenemos experiencia y se sirve de ella. Por eso el Evangelio de Jesús, y la propia Teresa, están alcance de todos. El epígrafe de los carruajes parece que ha dado mucho de si. “Oh secretos de Dios, cómo sin que lo queramos nos va disponiendo para hacernos mercedes” Dice la santa. Una  vida abierta a Dios, acogiendo continuamente su fuerza salvadora. Todos los nombres de Teresa están en el corazón de Dios, que llama a los suyos por su nombre. “¿Dónde moras, Maestro? Venid y ved”. Son sus huellas.