Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

7 de mayo de 2015

BEATIFICACIÓN DE ROMERO


DOS AMIGOS SE DAN LA MANO
El 23 de mayo será beatificado Óscar Romero, mártir salvadoreño. Charo Marmol se ha fijado en un episodio clave en la vida del arzobispo de San Salvador en el que resuenan otras muchas voces como la de Rutilio, Jon Sobrino o los jesuitas de la UCA.

El 24 de marzo se cumplió el 35 aniversario de la muerte de monseñor Romero. Casi un mes después, en El Salvador, la Iglesia Institución reconocerá la muerte de Romero como martirio in odium fidei, y será oficialmente subido a los altares.


Permítanme que subraye el oficialmente, porque el pueblo salvadoreño y muchas de las gentes creyentes de distintas partes del mundo, ya habíamos reconocido su vida como una vida digna de imitar y reconocíamos que su muerte fue causa de esa vida de denuncia a favor del pueblo crucificado, de entrega y amor a los pobres. La muerte de Monseñor Romero era una muerte anunciada y esperada, como lo fueron las muertes de los jesuitas de la UCA.
Mural en una iglesia de Cinquera, El Salvador, con los retratos de Romero y Rutilio

Como también lo fue la del primero de todos, Rutilio Grande, jesuita, párroco de Aguilares, en El Salvador, y amigo de Monseñor Romero, cuando Romero aún no se había “topado” con los pobres y estaba al lado de la oligarquía política y religiosa. Ambos eran amigos, aunque militaban en distintos bandos. A Rutilio le asesinan el 12 de marzo de 1977 por su defensa de los pobres y excluidos. Sus homilías eran una defensa acalorada de los campesinos explotados. En una de ellas decía: “Queremos ser la voz de los que no tienen voz para gritar contra tanto atropello contra los derechos humanos. Que se haga justicia, que no queden impunes tantos crímenes manchando a la patria, al ejército. Que se reconozca quiénes son los criminales y que se dé justa indemnización a las familias que quedan desamparadas”.
Rutilio Grande, primero por la derecha, junto a Romero.
Cuando mataron a Rutilio, Monseñor Romero fue a Aguilares, Jon Sobrino le acompañó, y en palabras de Sobrino , “allí se topó con los pobres”, con la injusticia, con el dolor, la opresión y la muerte. Y este fue el momento del cambio y la conversión de Romero. En ese momento empezó a hacer comunidad, intentando que nadie se quedase fuera: sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, las comunidades de base… toda la iglesia unida, con el Pastor a la cabeza comenzó a defender a los pobres de El Salvador. Ya no eran unos cuantos curas, religiosas, campesinos quienes denunciaban y a quienes acusaban de comunistas, ahora era toda la Iglesia presidida por su Arzobispo quien no dejaba de denunciar las injusticias que el pueblo salvadoreño sufría.
Misa por Rutilio Grande. Catedral. Marzo 1977
Con la muerte de Rutilio comenzaron tres años de una muerte anunciada que concluirían con el asesinato de Romero el 24 de Marzo de 1980.Tres años en los que Romero supo que la muerte rondaba su vida. En el último retiro espiritual que hizo, escribía: “Mi otro temor es acerca de los riesgos de mi vida. Me cuesta aceptar una muerte violenta que en estas circunstancias es muy posible, incluso el Sr. Nuncio de Costa Rica me avisó de peligros inminentes para esta semana. El padre me animó diciéndome que mi disposición debe ser dar mi vida por Dios cualquiera sea el fin de mi vida. Las circunstancias desconocidas se vivirán con la gracia de Dios. Él asistió a los mártires y si es necesario, lo sentiré muy cerca al entregarle el último suspiro. Pero que más valioso que el momento de morir es entregarle toda la vida y vivir para él”.

El próximo 24 de mayo cuando suban a los altares oficialmente a Monseñor Romero, el pueblo tendrá un motivo de celebración y de fiesta, que no está nada mal. En algún lugar, no sabemos dónde, Romero y Rutilio, a quien también le han abierto ahora causa de beatificación,  se alegraran si el pueblo salvadoreño aprovecha esta ocasión para fortalecer sus comunidades y trabajar conjuntamente, desde la fe, por salir de la violencia y la pobreza que sigue asolando al pueblo salvadoreño.