Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

21 de septiembre de 2022

EVANGELIO DOMINGO 25-SEPTIEMBRE.2022 (Lucas 16,19-31) REFLEXIONES J. A. PAGOLA

 

UN MENDIGO LLAMADO LÁZARO

 


En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos:

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió que se murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico y lo enterraron. Y estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán en su seno, y gritó: <<Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas Llamas>>. Pero Abrahán le contestó: <<Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros>>.

El rico insistió: <<Te ruego entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento>>.

Abrahán le dice: <<Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen>>. El rico contestó: <<No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán>>.

Abrahán le dijo: <<Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto>>

(Lucas 16, 19-31).

NOSOTROS SOMOS EL OBSTÁCULO

La escena es insoportable. El <<rico>> lo tiene todo. No necesita ayuda alguna de Dios. No ve al pobre. Se siente seguro. Vive en la inconsciencia. ¿No se parece a nosotros? Lázaro, por su parte, es un ejemplo de pobreza total: enfermo, hambriento, excluido, ignorado por quien le podría ayudar. Su única esperanza es Dios. ¿No se parece a tantos millones de hombres y mujeres hundidos en la miseria?

La mirada penetrante de Jesús está desenmascarando la realidad. Las clases más poderosas y los estratos más míseros parecen pertenecer a la misma sociedad, pero están separados por una barrera invisible: esa puerta que el rico no atraviesa nunca para acercarse a Lázaro.

Esa barrera que separa a los ricos de los pobres se puede convertir en un abismo infranqueable y definitivo.

El obstáculo para hacer un mundo más justo somos los ricos, que levantamos barreras cada vez más seguras para que los pobres no entren en nuestro país, ni lleguen hasta nuestras residencias, ni llamen a nuestra puerta. Dichosos los seguidores de Jesús que rompen barreras, atraviesan puertas, abren caminos y se acercan a los últimos. Ellos encarnan al Dios que ayuda a los pobres.

 

NO IGNORAR AL QUE SUFRE

El contraste entre los dos protagonistas de la parábola es trágico. El rico se viste de púrpura y de lino. Toda su vida es lujo y ostentación.

Echado en el portal de su mansión yace un mendigo hambriento, cubiertos de llagas. Nadie le ayuda. Solo unos perros se le acercan a lamer sus heridas. No posee nada, pero tiene un nombre portador de esperanza: Lázaro, <<Mi Dios es ayuda>>.

Su suerte cambia radicalmente en el momento de la muerte. El rico es enterrado, seguramente con toda solemnidad, pero es llevado al Hades o <<reino de los muertos>>. También muere Lázaro. Pero <<los ángeles lo llevan al seno de Abrahán>>. Con imágenes populares de su tiempo, Jesús recuerda que Dios tiene la última palabra sobre ricos y pobres.

Al rico no se le juzga por explotador. Su pecado es la indiferencia.


Según los observadores, está creciendo en nuestra sociedad la apatía o falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno.

Si el sufrimiento se produce lejos es más fácil. Hemos aprendido a reducir el hambre, la miseria o la enfermedad a datos, números y estadísticas, que nos informan de la realidad, sin apenas tocar nuestro corazón.

Quien sigue a Jesús se va haciendo más sensible al sufrimiento de los que encuentran en su camino. Se acerca al necesitado y, si está en sus manos, trata de aliviar su situación.

 

NUEVO CLASISMO

Adentrémonos algo en el pensamiento de Jesús. Esta es la convicción profunda de Jesús. Cuando la riqueza es <<disfrute excluyente de la abundancia>>, no hace crecer a la persona, sino  que la deshumaniza, pues la va haciendo indiferente e insolidaria ante la desgracia ajena.

El paro está haciendo surgir un nuevo clasismo entre nosotros.

La parábola es un reto a nuestra vida satisfecha.

Nuestro gran pecado es la indiferencia. El paro se ha convertido en algo tan <<normal y cotidiano>> que ya no escandaliza ni nos hiere tanto.

Daremos pasos concretos de solidaridad si nos atrevemos a responder a estas preguntas: ¿necesitamos realmente todo lo que compramos? ¿Cuándo termina nuestra necesidad y cuándo comienzan nuestros caprichos? ¿Cómo podemos ayudar a los parados?

 

ACERCARNOS

Esta parábola es la crítica más implacable de Jesús a la indiferencia ante el sufrimiento del hermano.

Junto a nosotros hay cada vez más inmigrantes. No son <<personajes>> de una parábola. Son hombres y mujeres de carne y hueso.

Podemos comenzar por aprovechar cualquier ocasión para tratar con algunos de ellos de manera amistosa y distendida y conocer de cerca su mundo de problemas y aspiraciones.

Que fácil es descubrir que todos somos hijos e hijas de la misma Tierra y del mismo Dios.

Hemos de evitar todo lenguaje discriminatorio para no despreciar ningún color, raza creencia o cultura.

Ha llegado el momento de aprender a vivir en el mundo como la <<aldea global>> o la <<casa común>> de todos.

Tienen defectos pues son como nosotros. Hemos de reconocer sus derechos a la legalidad.

Y antes aún luchar por romper ese <<abismo>> que separa hoy a los pueblos ricos de los pobres.

 

NO INTERESAN

No interesan apenas a nadie. No entran en la lista de reivindicaciones de ningún grupo político o colectivo social importante. Son los últimos de nuestra sociedad, los más rechazados y marginados.

Muchos de ellos arrastran tras de sí una historia desgarrada. Es difícil olvidar sus rostros deteriorados por la enfermedad y el aislamiento.

No pocos viven atormentados por un sentimiento de culpabilidad y autodesprecio.

La Ley General Penitenciaria establece que el objetivo de las prisiones es <<la reeducación y la reinserción social de los sentenciados>> (art. 25,2). Pero todo el mundo sabe que la cárcel actual, excepto raras excepciones, lejos de rehabilitar a los penados los deteriora todavía más, y con frecuencia los hunde para siempre en el mundo de la delincuencia.

No nos preocupa el sufrimiento y la destrucción de los encarcelados. Más aún, podemos caer en la fácil tentación de pensar que son <<los malos>> que ponen el peligro la sociedad, en contraposición a <<los buenos>>, los ciudadanos ejemplares que somos nosotros.

El rasgo más inhumano del rico descrito por Jesús en una parábola inolvidable es su absoluta indiferencia ante el sufrimiento del miserable Lázaro. ¿No retrata esta parábola la poca humanidad de esta sociedad nuestra que pretende progresar y alcanzar mayor bienestar olvidando el sufrimiento de los más débiles y desafortunados?

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan García de Paredes.