Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

1 de septiembre de 2022

EVANGELIO DOMINGO 4-Septiembre-2022 (Lc. 14,25-33) Reflexiones de Pagola

 

LUCIDEZ



En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:

Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: <<Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar>>. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío

(Lucas 14, 25-33).

 

REALISMO RESPONSABLE

 

Los dos ejemplos que emplea Jesús son diferentes, pero su enseñanza es la misma: el que emprende un proyecto importante de manera temeraria, sin examinar antes si tiene medios y fuerzas para lograr lo que pretende, corre el riesgo de terminar fracasando.

Tampoco un rey se decide a entrar en combate con un adversario poderoso sin antes analizar si aquella batalla puede terminar en victoria o será un suicidio.

Su advertencia cobra gran actualidad en estos momentos críticos y decisivos para el futuro de nuestra fe. Jesús llama antes que nada a la reflexión madura. Sería una grave irresponsabilidad vivir hoy como discípulos de Jesús, que no saben lo que quieren, ni a donde pretenden llegar, ni con que medios han de trabajar.

¿No necesitamos dedicar más tiempo, más escucha del Evangelio y más meditación para descubrir llamadas, despertar carismas y cultivar un estilo renovado de seguimiento de Jesús?

Jesús llama también al realismo. Estamos viviendo un cambio sociocultural sin precedentes. ¿Es posible facilitar el acceso al Evangelio ignorando el pensamiento, los sentimientos y el lenguaje de los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿No es un error responder a los retos de hoy con estrategias de ayer?

No hemos de olvidar el lenguaje realista y humilde de Jesús, que invita a sus discípulos a ser <<fermento>> en medio del pueblo o puñado de <<sal>> que pone sabor nuevo a la vida de la gente.

 

SEGUIDORES LÚCIDOS

Nunca pensó Jesús en seguidores inconscientes, sino en personas lúcidas y responsables.

Las dos imágenes que emplea Jesús son muy concretas. Nadie se <<pone a construir una torre>> sin reflexionar sobre cómo debe actuar para lograr acabarla.

El Evangelio que propone Jesús es una manera de <<construir>> la vida. Por eso no es posible vivir de manera evangélica sin detenernos a reflexionar sobre las decisiones que hay que tomar en cada momento.

También es claro el segundo ejemplo. Seguir a Jesús es enfrentarse con los adversarios del Reino de Dios y su justicia.

Según Jesús, entre sus seguidores siempre será necesaria la meditación, el debate, la reflexión. De lo contrario, el proyecto cristiano puede quedar inacabado.

Es un error ahogar el diálogo e impedir el debate en la Iglesia de Jesús. Necesitamos más que nunca deliberar juntos sobre la conversión que hemos de vivir hoy sus seguidores. <<Sentarnos>> para pensar con qué fuerzas hemos de construir el reino de Dios en la sociedad moderna. De lo contrario, nuestra evangelización será una <<torre inacabada>>.

 

ÍDOLOS PRIVADOS

Jesús es radical a la hora de pedir una adhesión a su persona. Su discípulo ha de subordinarlo todo al seguimiento incondicional.

Las palabras de Jesús son claras y rotundas. <<El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío>>.

El ser humano parece condenado a ser <<esclavo de ídolos>>.

Cada uno buscamos un <<Dios>> para vivir, algo que inconscientemente convertimos en lo esencial de nuestra vida: algo que nos domina y se adueña de nosotros.

Buscamos ser libres y autónomos, pero no podemos vivir sin entregarnos a algún <<ídolo>>que determina nuestra vida entera.

Estos ídolos son muy diversos: dinero, éxito, poder, prestigio, sexo, tranquilidad, felicidad a toda costa… Cada uno sabe el nombre de su <<dios privado>>.

La invitación de Jesús es provocativa. Solo hay un camino para crecer en libertad, y solo lo conocen quienes se atreven a seguir a Jesús incondicionalmente, colaborando con él en el proyecto del Padre: construir un mundo justo y digno para todos.

 

¿QUÉ ES LLEVAR LA CRUZ?

 

La cruz es el criterio decisivo para verificar lo que merece llevar el nombre de cristiano. Cuando las generaciones cristianas lo olvidan, su religión se aburguesa, se diluye y se vacía de verdad.

Aunque parezca sorprendente los cristianos hemos desarrollado con frecuencia diversos aspectos de la cruz, vaciándola de su verdadero contenido.

Sin duda es grande el valor de una ascesis cristiana, y más en una sociedad como la nuestra, pero Jesús no es un asceta que vive buscando mortificaciones; cuando habla de la cruz no está invitando a una <vida mortificada>>.

Hay otros para quienes <<llevar la cruz>> es aceptar las contrariedades de la vida, las desgracias o adversidades.

Pero los evangelistas nunca hablan de estos sufrimientos <<naturales>> de Jesús. Su crucifixión ha sido consecuencia de su actuación de obediencia absoluta al Padre y de amor a los últimos.

Llevar la cruz era parte del ritual de la ejecución: el reo era obligado a atravesar la ciudad llevando la cruz y portando el <<titulus>>, un cartel donde aparecía su delito.

De esta manera se mostraba como culpable ante la sociedad, excluido del pueblo, indigno de seguir viviendo entre los suyos.

Esta ha sido la verdadera cruz de Jesús. Verse rechazado por los dirigentes del pueblo y aparecer como culpable ante todos, precisamente por su fidelidad al Padre y su amor liberador a los hombres.

Sin menospreciar otros aspectos de la vida cristiana, los creyentes hemos de recordar que el seguidor de Jesús ha de estar dispuesto a sufrir las reacciones, rechazos y condenas de su mismo pueblo, de sus amigos y hasta de sus familiares, provocados precisamente por su fidelidad a Dios y al Evangelio.

 

¿QUÉ HACER ANTE EL SUFRIMIENTO?

Tarde o temprano a todos nos toca sufrir. Una enfermedad grave, un accidente inesperado, la muerte de un ser querido, desgracias y desgarros de todo tipo nos obligan un día a tomar postura ante el sufrimiento. ¿Qué hacer?

Algunos se limitan a rebelarse. Es una actitud explicable: protestar, sublevarnos ante el mal. Casi siempre esta reacción intensifica todavía más el sufrimiento. La persona se crispa y exaspera. Es fácil terminar en el agotamiento y la desesperanza.

Otros se encierran en el aislamiento. No aceptan alivio alguno. Por ese camino, la persona puede autodestruirse.

Hay quienes adoptan la postura de víctimas y viven compadeciéndose de sí mismo. Necesitan mostrar sus penas a todo el mundo: <<Mirad que desgraciado soy>>, <<ved como me maltrata la vida>>. Esta manera de manipular el sufrimiento nunca ayuda a la persona a madurar.

La actitud del creyente es diferente, no lo quiere ni para los demás ni para sí mismo.

Pero cuando es inevitable, sabe <<llevar su cruz>> en comunión con el Crucificado.

El Padre no es ningún <<sádico>> que encuentra un placer especial en vernos sufrir.

El cristiano ve en el sufrimiento una experiencia en la que unido a Jesús, puede vivir su verdad más auténtica. El sufrimiento sigue siendo malo, pero precisamente por eso se convierte en la experiencia más realista y honda para vivir la confianza radical en Dios y la comunión con los que sufren.

Vivida así, la cruz es lo más opuesto al pecado. ¿Por qué? Porque pecar es buscar egoístamente la propia felicidad rompiendo con Dios y con los demás. <<Llevar la cruz>> en comunión con el Crucificado es exactamente lo contrario: abrirse confiadamente al Padre y solidarizarse con los hermanos precisamente en la ausencia de felicidad.

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan García de Paredes.