San José Obrero, la
fiesta más grande de entre los santos
El Papa y San José
"José buscó su
perfección en su corazón y no en las prescripciones, tal como lo hizo Jesús, su
hijo, más tarde"
"El amor, es capaz
de toda maravilla, incluida la de abolir todo 'orden judicial', para darse 'a
sí mismo' la plenitud y realización que Dios ha establecido y escrito en el
corazón de cada uno de nosotros"
" Todo y a todos
desafió José por María: parientes, amigos, la sinagoga, los bien informados,
los desinformados, los ateos/devotos, los pícaros, los bichos raros, los
cómicos..."
Es la fiesta del más
grande de entre los santos. Es la fiesta de aquel que, aceptando a María, junto
con Ella encarnó a Cristo.
Una premisa, la mía, que esconde un océano
ilimitado de veneración/admiración por este hombre que se presenta con un
perfil humano y espiritual que enamoraría no sólo a María, sino a cualquier
mujer.
José era judío, y judío
"justo" (Mt 1,19) por tanto, un observante de la Ley que -con el celo
de todo observante- habría puesto en práctica las normas de su filiación
religiosa contra su prometida: la condena a muerte mediante la furiosa y
asesina lapidación que, con un término más sofisticado, solemos llamar
apedreamiento, grandes piedras lanzadas violentamente contra la condenada,
hasta que se desplomaba sin vida.
Él, en cambio, por fe y
amor, encuentra una primera salida entre las durísimas redes de la Ley mosaica
pensando en un repudio secreto, luego rompe todo esquema legal llevándosela
consigo, asumiendo a los ojos del pueblo ser el responsable de ese embarazo,
acallando la Ley en su conciencia al dar espacio a la misericordia para ir... más
allá de la Ley, en verdad, para buscar su perfección en su corazón y no en las
prescripciones, tal como lo hizo Jesús, su hijo, más tarde.
El amor, es capaz de
toda maravilla, incluida la de abolir todo 'orden judicial', para darse 'a sí
mismo' la plenitud y realización que Dios ha establecido y escrito en el
corazón de cada uno de nosotros. Sin embargo, hay que amar con locura a una
mujer con la que te vas a casar en breve y te confiesa que está embarazada, con
el pleno conocimiento de que no es 'lo tuyo' para comprender plenamente el
corazón de José. ¿Cuánta rabia de varón herido, cuánta humillación, cuánta
burla habrá tenido que soportar y rumiar en su interior? El Evangelio calla
pero, ciertos sentimientos y procesos humanos son fácilmente comprensibles,
nacen con el ser humano y nunca se extinguen.
Sí, mensajeros divinos
intervinieron en el asunto para vencer los miedos mutuos, pero... fue el
extraordinario amor a Ella lo que no le hizo cerrar su corazón a las señales
que Dios le enviaba. Un sentimiento -el de aquel justo varón- que fue un
"oasis" en el desierto de sus ardientes pensamientos, el lugar donde
pudo saciar su sed y alimentar su "Sí" a Dios, un "Sí" no
menos grande que el de María, un asentimiento divino inscrito en su decisión
humana, un amor/fuente donde incluso sus ángeles y los de Ella saciarían su sed
antes de revelar el misterio.
Todo y a todos desafió
José por María: parientes, amigos, la sinagoga, los bien informados, los
desinformados, los ateos/devotos, los pícaros, los bichos raros, los cómicos...
"los de siempre" de cada tiempo y lugar. Todos lo hicieron, pero
sobre todo se desafió a sí mismo, hasta que él, en esas lágrimas que bañaron
sus ojos cuando ella le contó 'el hecho', vio... las perlas de luz de su
inocencia.
A muchos les cuesta creer en un embarazo…
caído del cielo pero, poco menos que el 'bebé que trae la cigüeña', los que
tienen fe en Dios sin embargo… ¡no dejan de creer! José y María no eran
personajes de un tierno cuento de hadas, sino criaturas humanas que creyeron...
en lo imposible humano que es, en cambio, la normalidad para Dios.