Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

8 de julio de 2015

UNA CARTA A GARCÍA



Algo muy interesante sobre nuestros compromisos y trabajos

Hubo un hombre cuya actuación en la Guerra de Independencia de Cuba brilla en mi memoria como el sol en su pleno esplendor.

Sucedió que en aquella guerra, cuando los Estados Unidos decidieron intervenir en favor de los rebeldes cubanos, se vio muy clara la necesidad de un entendimiento inmediato entre el Presidente Norteamericano y el jefe de los patriotas el General Calixto García. ¿Pero cómo hacerlo? Hallábase García en esos momentos.  Dios sabe dónde, en alguna tenebrosa montaña escondida en el interior de la isla. Y era absolutamente necesario ponerse en comunicación con él para organizar los planes de ataque y de defensa. ¿Pero cómo hacer llegar a sus manos un despacho?

¿Que hacer?

Alguien dijo al Presidente: "Conozco a un hombre llamado Rowan. Si alguna persona en el mundo es capaz en el mundo de dar con García es él:"Rowan".
Llaman a Rowan. Le piden que vaya en busca de García, esté donde esté, y que a costa de cualquier sacrificio, le haga llegar esa carta importantísima.
Rowan toma la carta. La guarda bien escondida en una bolsa que cierra contra su corazón, desembarca a los cuatro días en las costas de Cuba, desaparece en la selva primitiva para reaparecer de nuevo a las tres semanas al otro extremo de la Isla, cruzando un territorio hostil, y entrega la carta a García. Los dos frentes coordinan acciones y se gana la guerra. ¿Cómo logró llegar hasta donde estaba el destinatario de su carta? Es algo interesante que merecer escribir aqui el modo como esto sucedió. Son cosas de las cuales no tengo especial interés narrar aquí. El punto sobre el cual quiero llamar la atención es éste:

 "McKinley da a Rowan una carta para que la lleve a García. Rowan toma la carta y no pregunta: ¿En dónde podré encontrar al tal García?" ¿Por donde me voy a ir? ¿Esto será fácil? ¿No traerá peligros este oficio? ¿Y por qué yo y no otro?" Nada de esto pregunta ni comenta. Se va sin más a cumplir lo que se le ha encomendado.
¡Por Dios vivo!, que aquí hay un hombre cuya estatua debería ser vaciada en bronces eternos y colocada en cada uno de los colegios del universo. Porque lo que debe enseñarse a los jóvenes no es esto o lo de más allá; sino vigorizar, templar su ser íntegro para el deber, enseñarlos a obrar prontamente, a concentrar sus energías, a hacer las cosas, "a llevar la carta a García".
El General García ya no existe. Pero hay muchos Garcías en el mundo. Qué desaliento no habrá sentido todo hombre de empresa, que necesita de la colaboración de muchos, que no se haya quedado alguna vez quedado estupefacto ante la imbecilidad y la pereza del común de los hombres, ante su abulia, ante su falta de energía y de perseverancia para llevar a término las tareas que cada uno debe cumplir!

A quien hace una cosa bien hecha sin que nadie se lo ordene, sigue aquel que la hace bien cuando se le ha ordenado una sola vez, es decir; aquéllos que saben llevar la Carta a García. Estos reciben altos honores, pero su pago no guarda la misma proporción.
Vienen luego aquéllos que obran sólo cuando se les ha dado la orden por dos veces; no reciben honores y sólo tienen un pago pequeño.

Se encuentran después los que hacen una cosa bien hecha, pero sólo cuando la necesidad los aguijonea; en vez de honores reciben la indiferencia y se les paga con una miseria. Estos tales emplean la mayor parte de su tiempo refiriendo historias de su mala suerte y quejandose de la vida.

Todavía en una escala inferior están aquéllos que no hacen nada bien hecho, aún cuando algún compañero se lo enseñe a hacer y permanezca a su lado para cerciorarse de que lo hacen; éstos pierden constantemente sus puestos y reciben como pago el desprecio que se merecen, a menos que por suerte tengan un padre rico, y en este caso el destino los acecha en su camino hasta descargarles un recio golpe.

¿A qué clase pertenece usted?
La escena ocurre en una de nuestras grandes casas comerciales. Un empleado pide autorización para presentar una queja al director general.
--¿Qué hay?
--Señor director, ayer fue nombrado X para ocupar la vacante de Z, y X es 16 años más joven que yo.
El director le interrumpe:
--¿Quiere usted averiguar la causa de ese ruido?
El empleado sale a la calle y regresa diciendo:
--Son unos carros.
--¿Qué llevan?
Después de una nueva salida el empleado vuelve diciendo:
--Unas bolsas.
--¿Qué contienen las bolsas?
El empleado hace otro viaje a la calle y vuelve diciendo:
--No sé lo que tienen.
--¿A dónde van?
Cuarta salida y responde:
--Van hacia el este.

El director llama al joven X y le dice:
--¿Quiere averiguar la causa de ese ruido?
El empleado X sale y regresa cinco minutos después manifestando:
--Son cuatro carros cargados con bolsas de azúcar, forman parte de las quince toneladas que la Casa A remite a Mendoza. Esta mañana pasaron los mismos carros con igual carga. Se dirigen a la estación Catalinas; van consignados a...
El director, dirigiéndose al empleado antiguo:
--¿Ha comprendido usted?