Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

6 de agosto de 2015

RECONSTRUIR LA DEMOCRACIA. ¿DESDE DÓNDE?

Evaristo Villar
De la página web de Redes Cristianas 
Desde los últimos, desde los hambrientos es la respuesta más acertada.

 A pesar de que una forma de mística cristiana haya podido despistar a alguna persona incauta. El que el evangelio proclame “bienaventurados a los pobres” —Dios sabe bien cómo— no impide que, cuando la realidad del hambre se impone, ya no es posible la democracia y la ética del mismo evangelio lleva a enfrentar este castigo, probablemente el mayor que se impone a un ser humano. . La solución está en el trabajo digno y en la creación de fuentes de recursos para todos los hogares.
Pero, en situaciones de emergencia alimentaria como esta, las instituciones públicas no pueden desentenderse del problema, dejando que todo el peso recaiga sobre los hombros del voluntariado y de la caridad. Es un reto que nos afecta a toda la sociedad. ¿qué pensar de nuestra democracia? José Vidal-Beneyto, por la década de los 90 del pasado siglo catedrático de sociología en la Universidad Complutense y director de Educación y Cultura del Consejo de Europa, dejó en su libro póstumoi una reflexión muy interesante al respecto. Advierte de las disfunciones y contradicciones sustantivas de la democracia. Según Vidal-Beneyto, están revelando “la inadecuación radical de la actual forma política de la democracia a la realidad presente”
Las diez paradojas o contradicciones que describe le llevan a concluir que las que aparentemente se consideran causas de la desintegración de la democracia —entre las que señala la voracidad de los partidos políticos, la corrupción en las instituciones públicas y privadas o el desapego de la ciudadanía por la política, etc. — son, en realidad, efectos de esa inadecuación a una realidad que ha cambiado profundamente en la últimas décadas. Los descubrimientos científicos y desarrollos tecnológicos, la planetarización de la economía, la generalización y masificación de los medios de comunicación, la emergencia mundial de las sociedades civiles, la explosión demográfica son, entre otros, algunos parámetros que hacen inviable una articulación democrática pensada para sociedades de hace más de un siglo. En consecuencia, piensa Vidal-Beneyto, la forma actual de la democracia es incapaz de poner en práctica los valores que la fundan. En estos mismos días, Carlos Fernández Liria, catedrático de filosofía de la Complutense, en un reciente y denso artículo, La ética en la democracia capitalista, escrito para la revista Éxodoii, llega a la conclusión de que la democracia es imposible, a la vista de que sus valores fundantes gozan de muy pocas posibilidades en el actual sistema capitalista de producción y distribución. Por encima de los mismos valores, antagónicos y contrarios, sus lógicas respectivas se repelen mutuamente y acaba imponiéndose, sobre la misma buena voluntad de los individuos, la lógica antidemocrática del capitalismo que es la más fuerte. “En un mundo como este, escribe Fernández Liria refiriéndose al sistema, no hay manera de ser buena persona”. Porque como afirma certeramente Eduardo Galeano refiriéndose a América Latica, “para dar libertad al dinero, se encarcela a las personas”. Difícil encontrar una mayor negación de la democracia, cuya única posibilidad a nuestro alcance para salvarla está en cambiar de tablero de juego: “No se puede intentar ganar al parchís en el tablero del ajedrez. Hay veces que no basta con ganar o perder, escribe Fernández Liria. Hay veces que no hay más remedio que cambiar de juego. Con el capitalismo pasa eso. El problema no es quién gana cada partida, sino el juego al que se está jugando. Lo malo no es perder, lo malo es jugar, porque el juego mismo es un juego nefasto”. Zygmunt Bauman, catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Varsovia, mira con honda preocupación la creciente división que está abriendo el neoliberalismo económico y político en las sociedades mundiales actuales. Y, ante la brecha que se agranda a diario, se hace la siguiente pregunta, ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?iii La cuestión va como un dardo directamente dirigida al núcleo del liberalismo económico, tan en boga en nuestros días. El cuestionamiento de Bauman, que nace de una visión clarividente de la realidad, debería inquietar no solo a los políticos neoliberales, que —como aquellos de la parábola del evangelio— son “legión”, sino a los nuevos conversos a la filosofía de la mano invisible y de la libertad, sin control, de los mercados. El hecho es que con el neoliberalismo económico rampante “en casi todas las partes del mundo la desigualdad está creciendo rápidamente, escribe Bauman, y esto significa que los ricos, y especialmente los más ricos, son cada vez más ricos, mientras que los pobres, y especialmente los muy pobres, son cada vez más pobres” (22). Y trae a colación una institución mundialmente reconocida: “La Organización Internacional del Trabajo estima que 3.000 millones de personas viven bajo el umbral de la pobreza, establecido en 2 dólares al día” (19). (Quitamos de este artículo datos y cifras que corresponden a un país determinado, para hacerlo más “universal”) En definitiva, el dogma tan socorrido de que el enriquecimiento de los ricos acaba revirtiendo en la sociedad no es más que una mezcla de mentira intencionada y de forzada ceguera moral. Mentira porque, como modelo de producción y distribución de riqueza, nunca se ha cumplido; y de ceguera moral porque, al mercantilizarlo todo, ha fracasado y no alcanza a distinguir “entre las cosas de comer, de usar y de mirar; entre un niño y una máquina, entre la guerra y la paz, entre una montaña y un tanque”vi (Santiago Alba, 47). Tenían razón los indignados de 15 M cuando gritaban: “la llaman democracia y no lo es”. 3. ¿Por dónde comenzar la democracia para que pueda ser democracia? Indudablemente por abajo, desde los últimos, los excluidos y los hambrientos. Es el único ángulo desde donde poder ver con perspectiva la globalidad de un proyecto económico, social y políticamente humano. Como dejó dicho Gandhi, la pobreza que produce hambre “constituye un insulto; es una pobreza que envilece, deshumaniza y destruye el cuerpo y el espíritu…, cuando no la propia alma; es la forma de violencia más asesina que existe” (Boff 29)vii. Mientras exista hambre, no es posible hablar de igualdad, libertad ni solidaridad entre los humanos y, por tanto, no es posible hablar de democracia. Mientras exista esa división tan brutal entre el 1% que hace y dirige su historia y el 99% restante que no le queda otro papel que el de espectador y víctima de lo que otros deciden, no se puede afirmar honradamente que estamos, como soñaba Abraham Lincoln, en un “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”… Pero no todo está perdido, hay salidas. Y es posible, sin violencias estériles, ir construyendo otra democracia. No es difícil encontrar, en este contexto de neoliberalismo económico ciego y fracasado —que con violentos recortes está castigando las frágiles espaldas de las clases populares—, fórmulas alternativas para ir superando el empobrecimiento, la quiebra de la democracia y la destrucción del planeta a la que nos está llevando una política económica, ejemplar en el sometimiento a los poderes fácticos y ramplona con la ciudadanía. Existen suficientes experiencias y sólidas propuestas que apuestan por la recuperación del protagonismo social, por el surgimiento de un nuevo sujeto colectivo capaz de poner, como imperativo político y ético, el cuidado de la vida. Las plataformas alternativas al sistema neoliberal, los movimientos ciudadanos y las mareas son un buen ejemplo de una gran militancia social que lucha por poner al servicio de las personas, no del capital privado ni de las multinacionales explotadoras, la producción y distribución de los recursos del Planeta. Estos nuevos actores en el ámbito de lo público y colectivo son un buen ejemplo de la inversión de valores que se está dando en nuestros días y del sometimiento de la economía a la política y de esta a la ética. En suma, una forma de economía y de política social, regida siempre por la ética, que surge desde la necesidad de integrar a los/as diferentes y excluidos/as en la coexistencia o, mejor, en la convivencia social. Una forma social y jurídica de articulación de la ciudadanía al servicio de la que deben estar todas las instituciones de la colectividad. Todas las religiones, desde las distintas culturas en que se encarnan, apuestan, en el fondo (a no ser que las deforme el fanatismo), por esta forma asociada, donde el núcleo lo constituye la centralidad de la vida. ( El centro de toda organización social es la vida no el dinero ni el mercado) Aún rebasando el espacio asignado a esta colaboración, me permito traer como epílogo dos parábolas de comensalidad que representan el horizonte utópico hacia donde apunta realmente la democracia. En Occidente, se trata del Banquete, que representa el Reino de Dios, al que todo el mundo está invitado independientemente de su situación moral: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda… y les dijo: “Id a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda”. Salieron los siervos a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales” (Mt 22, 2 y ss.). En Oriente, comer juntos/as representa el cielo y comer sin contar con los demás es el infierno. (Como se puede sobreentender fácilmente la primera parte de la parábola, presento solo la segunda, más ilustrativa para nuestro propósito): “Un discípulo preguntó al Vidente: “Maestro, ¿cuál es la diferencia entre el cielo, la comensalidad de los hijos e hijas de Dios, y su contrario?” Y el Vidente respondió: “Es una diferencia muy pequeña, pero de muy serias consecuencias… Vi también una escena maravillosa, en la que unas personas estaban sentadas a una mesa en la que había asimismo una gran cantidad de arroz humeante. Todos estaban hambrientos, pero, ¡oh maravilla!, cada uno tomaba el arroz con sus palillos y lo acercaba a la boca del otro. Unos y otros se servían mutuamente con enorme cordialidad. Juntos y solidarios. Todos tratando de que se saciaran los demás y sintiéndose como hermanos y hermanas en torno a la gran mesa del Tao. Aquello era el cielo, la plena comensalidad de los hijos e hijas de la Tierra”viii —————- *** *** *** I José Vidal-Beneyto, La corrupción de la democracia, Catarata 2010. II Carlos Fernández Liria, La ética en la democracia capitalista, Éxodo128, abril 2015. III Zygmunt Bauman, ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?, Paidós 2013. IV José Ramón González Parra, Emergencia alimentaria. Grecia, Portugal, España V Cfr. http://barometrosocial.es. VI Santiago Alba Rico, ¿Podemos seguir siendo de izquierdas? (Panfleto en sí menor), Pol-len editions 2013. VII Leonardo Boff, Virtudes para otro mundo posible, III. Comer y bebr juntos, y vivir en paz, Sal Terrae 2007, p. 29. VIII Ibídem, pp. 16-17-