Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

6 de noviembre de 2015

Lo que va de ayer a hoy... Dura es esta palabra

Lo que va de ayer a hoy
Historias   bíblicas  de ayer

que se repiten hoy

dura es esta PALABRA

AYER   


Tendrás un solo Dios y a él solo servirás…


El pueblo hebreo, huyendo de la esclavitud, del poder egipcio escapó por el desierto buscando una tierra   en la   que manase leche, miel y libertad.


Libertad y seguridad.  Aunque empezaron a sentir que la seguridad les privaba de libertad.  Aquellos mandamientos que promulgó Moisés les ataban a unas leyes pero también  les hacía sentirse más seguros  cumpliendo lo  mandado.

En tormo a esos diez mandamientos, levantaron  la tienda de la alianza con Dios; en torno a la tienda y los mandamientos, fueron  fabricando vasos sagrados, vestiduras sagradas, ceremonias sagradas, sacrificios sagrados. Y en torno a todo eso siguieron fabricando más leyes que es lo más fácil de fabricar… Llegaron       a tener 613  leyes. Lo sagrado les  protegía y les ayudaba,  pero también les ataba, porque junto a las leyes escritas estaban las no  escritas, las costumbres, lo que “siempre se ha hecho así”  El pueblo  de  Israel empezó a sentirse atado por tanta cantidad de  leyes y los que gobernaban y ataban al pueblo se sentían seguros y cómodos en su poder: El poder de los sacerdotes. 


Pero en aquellas tierras aparecieron los rebeldes  que criticaban al poder y su lluvia  de  leyes, normas y costumbres.  Fueron los locos profetas  que provocaron al pueblo abriéndole  nuevos caminos y horizontes de libertad.  Naturalmente, muchos de ellos murieron de  muerte violenta. El poder no les aguantaba.

 Esa historia se fue repitiendo siglo tras siglo.  En algunos momentos  desaparecían  los profetas, y el pueblo seguía sufriendo el peso de la ley. Entre sacerdotes y profetas  , sobre el pueblo aparecieron  los reyes.  Los reyes   se entendían mejor con los sacerdotes que con los  profetas. Lógico.  A los reyes les venía muy bien tener de su parte al dios de los sacerdotes. Ese dios  era más  manejable que  el de los profetas.  

Esto solía suceder en todos los países y religiones. Nosotros nos  centramos ahora en  la que tenemos más cerca de nuestras vidas.  Llegó  un día en que en Israel apareció un profeta, campesino como muchos otros.  

Yeshua,  que  empezó a hablar un extraño lenguaje. Contaba historias que encantaban al  pueblo.  Incluso  se atrevía a hablar de un nuevo reino. Del reino de Dios. Al pueblo eso le cayó muy bien.  Estaban hartos de reyes tiranos, de impuestos y esclavitud.   Intentaron subir a ese profeta al poder de los reyes, pero Yeshua, Jesús,  les desilusionó. No era eso lo que él pretendía. No quería ser sacerdote  y menos rey.

 Naturalmente, al profeta se le fue complicando  la vida. Pero no sólo frente a los reyes y sacerdotes, sino también contra  el pueblo que hasta entonces  lo había seguido con admiración y entusiasmo.  

Un día, las masas  que lo seguían cuando les daba pan y les curaba sus enfermedades reaccionaron desilusionados. Se escuchó una frase entre ellos que fue la primera sentencia de muerte para Jesús: “

dura es esta doctrina ¿quién  puede aguantarla?"  (Juan 6. 60) .



Jesús se fue quedando sólo. No aguantaron su  doctrina  cuando se la empezó a explicar claramente

Solamente los  doce incondicionales que  se quedaron con el. después de la crisis  terrible de su muerte,(en que también ellos lo abandonaron)   siguieron encontrándolo  vivo y salieron a predicar   su doctrina tan bella pero tan dura. Era dura porque no se ataba a leyes y  preceptos sino  a la libertad, la responsabilidad y el amor. Y el amor, el verdadero,  es un compromiso duro, ¿ quién puede aguantarlo?   

Hoy   

Han pasado 20 siglos y de 12 incondicionales que le siguieron, hoy en el mundo existen (incondicionales o condicionados)  2.200 millones que dicen creer en   aquel Jesús.  Se reúnen en templos de casi todo el mundo, en iglesias, asambleas distintas, con distintos líderes.   Unos los llaman pastores, otros sacerdotes o nombres semejantes.

Hoy más o menos cerca   de esos sacerdotes, existen también reyes que  ahora    se llaman  de modo distinto: presidentes, jefe de gobierno, dictadores, congresistas, senadores…

Todos ellos cerca, lejos o en contra de  pastores, sacerdotes, predicadores, obispos.

Cuando los sacerdotes o pastores anuncian en sus sermones el mensaje de Yeshua puede suceder como antiguamente,  que  sea un mensaje agradable a los oídos, o aburrido,  con historias atrayentes o sermones largos y cansados…

Pero nos olvidábamos de que  también hoy existen los profetas. Todos, sacerdotes o pastores debían ser profetas  como seguidores de aquel Jesús, pero no. No es así muchas veces.

Y cuando un pastor, un sacerdote, un ministro de la palabra, un obispo o un papa procura de verdad,  proclamar  lo que Yeshua proclamaba, adaptado a  las situaciones del mundo actual, se puede escuchar  al final de la predicación la antigua frase de los seguidores decepcionados: "dura es esta doctrina ¿quién  puede aguantarla?"

Y al predicador, pastor, obispo o papa, le escuchan con paciencia, esperando a que termine y luego vuelven los llamados “fieles” a su rutina de siempre.

Que les hablen bonito, pero que no les intenten cambiar la vida.

Ya conocen ustedes historias cercanas de que una bala al corazón o un accidente “fortuito”  de carro han callado para siempre al profeta.

Pero lo más grave no es eso.

Lo peor es la gran  cantidad de fieles  que no se plantean ningún cambio  en su vida, que asisten a “oír” la  misa del “celebrante” y cuando el anuncio del mensaje de Yeshua no  les plantea  leyes sino libertad comprometida con el amor  y les provoca    alguna transformación en su vida,  agachan la cabeza o dicen  en voz baja  a quien les acompaña: 

Dura es esta doctrina ¿quién  puede aguantarla?


Juan 6, 60…