Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

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1 de junio de 2016

Acaparamiento de tierras



En los últimos diez años, grandes superficies de terreno de cultivo (203 millones de hectáreas, según Oxfam) han cambiado de dueño, y ¿a manos de quién han ido a parar?
Esa es una pregunta difícil de responder con exactitud dada la opacidad con la que se hacen estas transferencias, a veces en complicidad con gobiernos corruptos, por las amenazas que sufren los propietarios de las mismas y por el poder mediático y político que tienen las empresas que las compran. Por eso es difícil hacer un seguimiento a estas operaciones  financieras que, como decimos, van en aumento, especialmente en África, pero también ocurren en Asia, Latinoamérica e incluso en Europa.

Intentaremos poner algo de luz en este artículo diciendo de antemano que, dada la gravedad del tema, facilitaremos fuentes en las que los interesados puedan ampliar sus conocimientos.

El acaparamiento de tierras (landgrabbing) se fundamenta en una serie de principios que defienden los actores implicados en estas transacciones:
1. En el mundo hay mucha tierra excedente que con una gestión adecuada puede engendrar puestos de trabajo y riqueza en países en desarrollo, a la vez que contribuye a paliar el hambre en el mundo. El Banco Mundial es uno de los defensores de este punto. Los argumentos que emplean son que estas tierras están despobladas, sin uso, degradadas, etc. y que con tecnología adecuada e inversiones eficaces se las puede volver de gran utilidad para las poblaciones cercanas.

La realidad es muy diferente. En estas tierras viven personas, que son expulsadas, violando sus derechos en la mayoría de los casos y privándolas de la forma que tenían para obtener los productos de los que alimentarse. Además, los inversores, no compran solo esas tierras, sino que de paso, compran otras que son más fértiles y productivas. Con ello se transmite también la idea de que la tierra es una mercancía y no se atiende a otras consideraciones culturales, medioambientales, religiosas.

2. La agricultura necesita una fuerte inversión para hacerla más eficaz y eso es posible solo  gracias a empresas fuertes que tienen los conocimientos, la tecnología y el capital suficiente para llevarla a cabo. También detrás de esto está el Banco Mundial.

La realidad es que, cuando las grandes transnacionales invierten en un territorio con fines agrícolas, no incrementan el número de empleos significativamente sino que en algunos casos los disminuyen.
Además, este tipo de agricultura es nociva para el medio ambiente por el uso excesivo de productos químicos para obtener mejores resultados y por los largos recorridos que tienen que hacer los alimentos hasta los países consumidores, situados a muchos miles de kilómetros de distancia, con el consiguiente gasto energético y emisiones de CO2.

3. Es necesario, dados los muchos millones de personas con nutrición deficiente en el mundo, hacer una gestión global de los alimentos que garantice que estos van a llegar a todos de forma suficiente para acabar con el hambre.
La realidad es diferente: en el mundo se producen alimentos suficientes para alimentar a todos sus habitantes, lo que falla es la distribución y la posibilidad de acceso de muchas personas a los mismos porque no tienen medios económicos para ello. A las grandes empresas implicadas en el sector agrícola, les interesa la venta de su producción y los precios competitivos, aunque para ello tengan que explotar con trabajos de esclavos a sus empleados o destruir millones de toneladas de alimentos que mantengan los precios de sus productos.

4. La concentración de tierras hace más beneficioso su rendimiento para la obtención de alimentos.
La realidad es que estas empresas no están interesadas es producir alimentos para las poblaciones del entorno y así combatir el hambre. La mayoría de estas tierras se están comprando para producir agrocombustibles que mitiguen la dependencia del petróleo en aquellos países que son dependientes del mismo (la Unión Europea tiene mucho que ver en este asunto), tener acceso a los recursos de la tierra: minerales, agua, etc., o producir té, azúcar, cacao,.. que alegren las sobremesas de los países ricos. Podríamos seguir hablando de otros muchos usos para los que se destinan estas tierras, ninguno de ellos en beneficio de las poblaciones locales.

¿Quiénes son los principales actores en este acaparamiento de tierras?

Los “culpables iniciales” modernos, pues acaparamiento de tierra ha habido siempre pero no con esta intensidad, han sido los países del Golfo Pérsico que tenían muchos petrodólares y pocas posibilidades de obtener alimentos en el futuro. También Corea del Sur inició este proceso. Las inversiones se hicieron principalmente en África: Mali, Sudán, Madagascar. Posteriormente han seguido con este proceso otros países, entre ellos China e India. Con el auge económico que han tenido en algunas zonas de estos dos grandes países (en extensión y número de habitantes), han pasado de una dieta fundamentalmente vegetariana, con escaso aporte de proteínas de origen animal a una dieta carnívora que requiere mucha más agua y más terreno para obtener los alimentos y los cultivos que alimenten al ganado. Y por último, como decíamos, la necesidad de disponer de agrocombustibles en teoría (solo en teoría, pues está por demostrar la realidad de la misma), más respetuosos con el medio ambiente y que combatan al cambio climático, ha hecho que los países ricos, Unión Europea, Estados Unidos y otros, se hayan volcado en la acaparamiento de tierras para cultivar caña de azúcar, maíz, soja, cebada, girasol…

¿Hay solución?

Indudablemente es muy difícil abordar las posibles soluciones a esta grave situación que padecen muchos habitantes de la Tierra. En general podemos decir las mismas cosas que venimos sosteniendo desde hace muchos años: una mayor austeridad de los países ricos en sus hábitos de consumo; una implicación mayor en la defensa de los Derechos Humanos de las personas, sobre todo cuando se ven atacadas en su derecho a la tierra, al hábitat que han tenido durante generaciones; crear mecanismos de transparencia real sobre las inversiones en la compra de tierras en países extranjeros; hacer partícipe de esas decisiones a las poblaciones locales; priorizar ante todo, las necesidades nutricionales de todas las personas; cuidar la Tierra, pensando también en las generaciones futuras…

Algunas frases de la encíclica Laudato Si´ que nos pueden ayudar a implicarnos en estos temas:

"Todavía no se ha logrado adoptar un modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que supone limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar. Abordar esta cuestión sería un modo de contrarrestar la cultura del descarte, que termina afectando al planeta entero” (nº 22).
“Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los otros y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses, provoca el surgimiento de nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura del cuidado del ambiente” (nº 229)
Isabel Cuenca Anaya
Secretaria General  

Justice and Peace of Spain