Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

6 de agosto de 2018

RESPETO A LOS ORÍGENES

Respeto a los Orígenes
Te atreves a auto identificarte como maya, garífuna o xinka si tus abuelos lo fueron?
Es necesario saber cuántos somos, pero es más importante saber nuestra historia, de dónde se viene, nuestra herencia. El censo debería ayudarnos a discernir eso y también en qué comunidades se debe invertir mejor el presupuesto para el bien de sus habitantes.


A muchos nos dió risa que la Corte de Constitucionalidad  solicitara el peritaje socio cultural a la Universidad del Valle de Guatemala para preguntar si hay xinkas en Guatemala. Esto sólo deja en claro que seguimos con ideas del siglo de las luces y del positivismo al mejor estilo francés, en que algo tan evidente debe ser refrendado por la academia occidental para que “sea válido”.

El censo es una buena forma para determinar cuántos en realidad somos, una de las grandes dificultades creadas sigue siendo la discriminación.

Uno de los grandes problemas que enfrentamos en la actualidad es que desde la Reforma Liberal de 1871 el recién fundado Estado Liberal buscó eliminar todo signo de atraso (así se referían al periodo y gobierno de Rafael Carrera y Vicente Cerna), el pensamiento religioso católico, las costumbres de los “indios” y todo aquello que no permita el progreso del país. Los pueblos originarios en Guatemala causan rezago y por eso hay que eliminarlos; ese naciente Estado debe tutelarlos mientras se blanquean y dejan de ser indígenas.

El blanqueamiento de la sangre es una prioridad, por eso se exportan “europeos” en la última parte del siglo XIX, cómo en las Verapaces en donde a los alemanes se les venden tierras a precios de quemazón, para que traigan la industria y mejoren la raza. El documental “Los Civilizadores -Los Alemanes en Guatemala” nos narra como este grupo tiene grandes facilidades para desarrollarse en detrimento de los habitantes originarios de la zona.


Todavía existe ese imaginario racista en el país, el mejor ejemplo es cuando una persona se hace novio de un indígena o de alguien a quien consideran inferior, lamentablemente es normal escuchar comentarios tipo: “vos la c#$&+*#, en vez de mejorar la raza”.  Es decir seguimos siendo una mayoría racista y discriminatoria. ¿Cuántas veces hemos sin querer repetido estos conceptos racistas?

Los imaginarios en Guatemala
Mimetizarse,  ladinizarse o blanquearse solo sirve para evitar sufrir la discriminación y el racismo que el Estado Liberal busca en el país, el caso más espectacular y que casi pareciera sacado de una novela de García Márquez es el de San Pedro Sacatepéquez, San Marcos que por medio del decreto legislativo del 13 de octubre de 1876 se ladiniza por decreto “y a partir de enero del próximo año se obliga a la gente a vestir de ladino” caso similar también en San Cristóbal Totonicapán unas semanas después.

¿De dónde surge el ladino en el Estado Liberal? De la negación del pasado indígena –maya, garífuna o xinka– y optar por querer decir que se tiene sangre de preferencia europea, cuando en realidad muchos mestizos –ladinos– surgen de violencia sexual, el caso más conocido del finales del siglo XIX y primera parte del XX son las mujeres Q’eqchi’s, en donde los dueños de las fincas les pagaban a sus trabajadores alemanes por “india embarazada” (vea el video “Los Civilizadores –Los alemanes en Guatemala” indicado arriba).

De la decisión de los padres para evitar que sus hijos sufrieran la discriminación que ellos mismos habían vivido. Es mejor dejar ser indígena para no sufrir; y a la vez tener más chance de ascenso social y obtener beneficios del Estado naciente.

A partir de aquí se encumbra la población mestiza –ladina– en la sociedad. Esto me hace pensar en los comentarios que escuché de una señora al maltratar a una locataria en el mercado y decirle: soy pobre pero no india…

Uno de los momentos más extraños que me tocó vivir sucedió cuando tenía unos 12 años: la mamá de una vecina estaba en agonía y fui a visitarla –para despedirse de ella me dijeron– y la señora, entre el tránsito de la vida a la muerte, habló de una forma rara que no entendí –pensé que estaba alucinando–. Me di cuenta que era un idioma cuando el hijo mayor le respondió. Su hija y mi vecina maltrataba los comerciantes (la mayoría de Occidente), que vivían cerca gritándoles “indios”, cuando ella misma es parte de uno de los pueblos originarios de Guatemala, el idioma que hablaba era Xinca. ¡Que triste nuestra realidad!

Realmente el censo es una oportunidad de auto definirnos como parte de uno de los cuatro pueblos y aunque se han reportado casos en que los censistas omiten preguntar, como escribió en un tuit Juan Pensamiento Velasco; debemos exigir que se nos identifique como queramos, es decir que es una buena forma de salir de la dicotomía eugenésica que los segundos liberales (los primeros se establecen en el Estado de Guatemala dentro de la Federación Centro Americana entre 1824-1840) nos metieron y decir con orgullo que somos parte de cualquiera de los pueblos originarios.

Si revisamos como se invierte el presupuesto nos daremos cuenta que en poblaciones donde la mayoría es indígena, se invierte muy poco, es decir que el Censo en Guatemala es una de las mejores oportunidades para saber exactamente en donde hay que invertir en desarrollo social y buscar erradicar la brecha de pobreza y exclusión en el país.

¿Nos atrevemos a auto identificarnos como mayas, garífunas o xinkas si nuestros abuelos lo fueron? ¡Esto podría ser parte de subsanar nuestra historia personal, familiar y comunitaria, además de ver que en la diversidad existe la unidad!

Desde este espacio quiero agradecer mi formación, humana, espiritual y académica a la Compañía de Jesús, en especial al Dr. Carlos Rafaél Cabarrús S.I en la fiesta de Ignacio de Loyola