Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

26 de abril de 2023

HABITANDO EN LAS CERCANÍAS DE FRANCISCO

CARMIÑA NAVIA VELASCO, 

SANTIAGO DE CALI (COLOMBIA).

ECLESALIA, - He terminado de leer el libro El Pastor: Desafíos, razones y reflexiones de Francisco sobre su pontificado, de los periodistas: Francesca Ambrogetti y Sergio Rubín (Ediciones B). No ha estado entre mis intereses el seguimiento a los “Papas”, la verdad no me interesan mucho los “intríngulis” de la vida eclesial en una iglesia que se asemeja tanto a los poderes, estados y manipulaciones políticas de la sociedad y el mundo circundante. Una iglesia que se identifica con un “Estado”: El Vaticano, poco tiene que ver con el Evangelio que es mi verdadera pasión y por tanto mi verdadero interés.

Desde el día mismo de su “posesión” como Papa, la figura de Francisco me llamó la atención, por las rupturas, hacia la sencillez, que empezó a hacer… circularon muchas opiniones a su favor, pero la verdad es que yo no suelo esperar mucho de las instancias en las que se definen los poderes de nuestra sociedad. Los primero que leí con más detenimiento, viniendo de él, fue la encíclica, Laudato sipublicada en el 2015 es decir en su segundo año de pontificado; antes me habían sorprendido los ecos de sus “lavatorios de pies” los jueves santos. Considero esta encíclica de una importancia innegable que tiene que motivar a todos los católicos a comprometerse con la defensa impostergable de la “madre tierra”.

Al paso de los años me ha seguido interrogando de varias maneras este Papa, sus gestos de ruptura son significativos… De todas maneras siempre he esperado más, respecto a una reforma de fondo sobre la ubicación de las mujeres en la iglesia. No creo que esta llegue, ni por este papa, ni por ninguno. No considero ni lejanamente posible que los varones eclesiales estén dispuestos a ceder privilegios en este terreno que los asimila tanto a su Dios.

Al concluir la lectura de este extenso reportaje que han hecho Ambrogetti y Rubin, concluyo: ¡Qué gran persona, qué gran hombre, qué gran cristiano Jorge Mario Bergoglio! Si siquiera la mitad de los cristianos tuviéramos su sensibilidad y su comprensión del evangelio de Jesús, otro sería el destino de nuestro pobre mundo enfermo, injusto y arbitrario.

Casi al final del recorrido los periodistas le preguntan: ¿Qué iglesia le gustaría dejar? Y él les responde:

Una iglesia maternal como la que me recibió. Me gustaría despedirme con una iglesia evangélica, con espíritu evangélico. Una iglesia cercana a Jesús mediante el Evangelio, la oración y la Eucaristía. Una iglesia, en fin, alejada de los intereses mundanos, y cercana a la gente, que sea servicio a la sociedad porque de lo contrario se convierte en servicio al poder.

Lo más significativo, para mí, en su trayectoria, es su gran sensibilidad ante el sufrimiento y la vulnerabilidad de quienes están más en los márgenes y en las bases de la pirámide social. Esta sensibilidad lo lleva a la com-pasión y permite que relativice todos los aspectos dogmáticos para centrarse en una praxis realmente evangélica. Su lectura de la palabra de Jesús de Nazaret, lo lleva a la convicción de que la misericordia y la acogida, conjuntamente con el amor, son lo central de este mensaje. Y tiene una profunda convicción de que lo único que la iglesia debe hacer es llevar a la práctica en medio del mundo este mensaje.

Se muestra además, a lo largo de la conversación como alguien de profunda y continua oración, insiste mucho en la necesidad de que los sacerdotes y todo el aparataje de la iglesia en el Vaticano no sean funcionarios, llama constantemente a la necesidad y exigencia de ser “pastores”.

Ha realizado al interior de la estructura eclesial procesos muy urgentes. Todo lo relativo a las finanzas, por ejemplo. Se ha metido a fondo con la inmensa corrupción que reina en la iglesia en el ámbito económico. Ha impulsado juicios y destituido a corruptos, ha establecido pautas para que el manejo de los dineros y las inversiones sea transparente y honesto y se oriente hacia los caminos más “limpios” posibles. En su horizonte siempre está la máxima atribuida al maestro de Galilea: no se puede servir a Dios y al dinero. Es consciente de las resistencias que levanta pero no se arredra ante ellas.

En estos tiempos de crisis generalizada, de escasez cuasi-absoluta de líderes espirituales, propongo la lectura de este libro. Tiene mucho qué decir a creyentes y no creyentes porque en él encontramos un faro ético que nos ayuda a pensar otras posibilidades de mundo y de relaciones.

Por mi ubicación en los corredores de la vida no dejaré de lamentar la falta de decisión de Francisco, repito y repetiré siempre, respecto a la situación de la mujer en la iglesia, comparto bastante de lo que plantea sobre ello, pero lo considero muy insuficiente… Tal vez lo perfecto no existe.

Eclesalia