Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

17 de marzo de 2022

EVANGELIO DOMINGO 20- Marzo- 2022( Lucas 13,1-9

 

HIGUERA ESTÉRIL




En aquella ocasión se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó:

¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque acabaron así?. Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no. Y si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.

Y les dijo esta parábola:

Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: <<Ya ves: tres años viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?>>. Pero el viñador contestó: <<Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás>> (Lucas 13, 1-9).


¿PARA QUÉ UNA HIGUERA ESTÉRIL?

Jesús se esforzaba de muchas maneras en despertar en la gente la conversión a Dios. Era su verdadera pasión: ha llegado el momento de buscar el reino de Dios y su justicia, la hora de dedicarnos a construir una vida más justa y humana, tal como la quiere él.

La parábola ha sido contada para provocar nuestra reacción. ¿Para qué una higuera sin higos? ¿Para qué una vida estéril y sin creatividad? ¿Para qué un cristianismo sin seguimiento práctico a Jesús? ¿Para qué una Iglesia sin dedicación al reino de Dios?

¿Para qué una religión que no cambia nuestros corazones? ¿Para qué un culto sin conversión y una práctica que nos tranquiliza y confirma en nuestro bienestar? ¿Para qué preocuparnos tanto de <<ocupar>> un lugar importante en la sociedad si no introducimos fuerza transformadora con nuestras vidas? ¿Para qué hablar de las <<raíces cristianas>> de Europa si no es posible ver los <<frutos cristianos>> de los seguidores de Jesús?

 

VIDA ESTÉRIL

El riesgo más grave que nos amenaza a todos es terminar viviendo una vida estéril. Sin darnos cuenta vamos reduciendo la vida a lo que nos parece importante: ganar dinero, no tener problemas, comprar cosas, saber divertirnos…Pasados unos años nos podemos encontrar viviendo sin más horizonte ni proyecto.

¿Qué sentido tiene vivir ocupando un lugar en el conjunto de la creación si nuestra vida no contribuye a construir un mundo mejor? ¿Nos contentamos con pasar por esta vida sin hacerla un poco más humana?

Criar un hijo, construir una familia, cuidar a los padres ancianos, cultivar la amistad o acompañar de cerca a una persona necesitada…no es <<desaprovechar la vida>>, sino vivirla desde su verdad más plena.

 

CAUTIVOS DE UNA RELIGIÓN BURGUESA

Hace unos años, Johann Baptist Metz publicó un pequeño libro que causó verdadero impacto entre los católicos alemanes. Se titulaba <<Más allá de la religión burguesa>>. Según el prestigioso teólogo, en la Europa actual no es la religión la que transforma a la sociedad burguesa. Es más bien esta la que está desvirtuando lo mejor de la religión cristiana.

No le faltaba razón. Día a día vamos interiorizando actitudes burguesas como la seguridad, el bienestar, el individualismo, el rendimiento o el éxito, que oscurecen y disuelven actitudes genuinamente cristianas como la conversión a Dios, la compasión, la defensa de los pobres, el amor desinteresado o la disposición al sufrimiento.

Que fácil es vivir una religión que no cambia los corazones, una práctica religiosa que nos tranquiliza y confirma en nuestro pequeño bienestar, mientras seguimos desoyendo la llamada de Dios. ¿Cómo es nuestro cristianismo? ¿Nos convertimos o nos limitamos a creer en la conversión? ¿Nos compadecemos de los que sufren o nos limitamos a creer en la compasión? ¿Amamos de manera desinteresada o nos limitamos a vivir un amor privado y excluyente, que renuncia a la justicia para todos y nos encierra en nuestro pequeño mundo?

LA ORIENTACIÓN DE FONDO

El fin de la Iglesia no es conservar lo que está desapareciendo. El objetivo de la Iglesia no es tampoco sobrevivir.

<<Resignarnos>> puede parecer una virtud santa y necesaria, pero puede también encerrar no poca comodidad y cobardía. Lo más sencillo sería cerrar los ojos y no hacer nada. Sin embargo, hay mucho que hacer: nada menos que escuchar y responder a lo que el Espíritu de Jesús nos está diciendo en estos tiempos.

Solo sabemos que el futuro se está gestando en el presente. Esta generación de cristianos estamos decidiendo en buena parte el porvenir de la fe entre nosotros.

Lo que se le pide a la Iglesia de hoy es que sea lo que dice ser: la Iglesia de Jesús. No es el instinto de conservación, sino el Espíritu del Resucitado el que ha de guiarnos.

La parábola de la <<higuera estéril>>, dirigida por Jesús a Israel, se convierte hoy en una clara advertencia para la Iglesia actual.

Lo decisivo es arraigar nuestra vida en Cristo y dar frutos de conversión.

NO BASTA CRITICAR

No basta criticar. No basta indignarnos y deplorar los males, atribuyendo siempre a otros la responsabilidad.

Y es necesario que todos reconozcamos nuestra propia responsabilidad en los conflictos y la injusticia que afecta a la sociedad.

Sin duda, la crítica es necesaria. Pero la crítica se convierte en verdadero engaño cuando termina siendo un tranquilizante cómodo que nos impide descubrir nuestra propia implicación en las injusticias.

Jesús nos invita a no vivir denunciando culpabilidades ajenas.

La tarea es de todos. Tenemos que aprender a vivir de manera diferente, no de acuerdo a las reglas de juego que hemos impuesto en nuestra sociedad egoísta.

Hemos de escuchar el grito de alerta de Jesús: <<Si no os convertís, todos pereceréis>>.

Nos salvaremos si llegamos a ser no más poderosos, sino más solidarios. Creceremos no siendo cada vez más grandes, sino estando cada vez más cerca de los pequeños. Seremos felices no teniendo cada vez más, sino compartiendo cada vez mejor.

No nos salvaremos si continuamos gritando cada uno sus propias reivindicaciones y olvidando las necesidades de los demás.

Hemos de atrevernos a escuchar con más fidelidad el Evangelio de Jesús.


José Antonio Pagola

Colaboración de Juan De la Cruz Garcia