Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

14 de mayo de 2022

Comunicado Circulo del Silencio de Cádiz

 COMUNICADO LXXII CÍRCULO DE SILENCIO DE CÁDIZ

11 de mayo de 2022

“Las migraciones como oportunidad”

Las migraciones se han convertido en un fenómeno complejo.

Los movimientos migratorios ofrecen oportunidades para las personas que se desplazan y conllevan un gran potencial para las economías.

Sin embargo, implica también riesgos como la fuga de capital humano, la desintegración familiar y una fuerte desprotección.

Personas que se van y no vuelven. Otras que parten y regresan. Hombres, mujeres y niños traspasando fronteras locales, regionales, nacionales... y también fronteras sociales y culturales.



Un hormiguero de desplazamientos moviliza al mundo en esta “era de la migración” –según la definen algunos analistas-, surcando y conectando territorios, a pesar de las fronteras, los Estados, las leyes y los riesgos para las propias personas migrantes.

Los movimientos migratorios han formado parte históricamente de las relaciones cotidianas entre los países, las comunidades y las familias. No comenzaron con la globalización, aunque ésta, evidentemente, ha alterado visiblemente el mapa migratorio.

En un mundo más interconectado que nunca y cuando los flujos financieros, de información y de comercio se liberalizan, la movilidad de las personas se estimula. Pero el impulso pronto se topa con fuertes obstáculos que intentan restringir la migración y que revelan que la globalización es asimétrica y profundiza las desigualdades en los niveles de desarrollo. Aún así, lejos de detenerse, los movimientos migratorios buscan otras rutas y se materializan en formas irregulares y peligrosas, incrementando la vulnerabilidad en la que de por sí se coloca una persona al migrar.

En este mundo globalizado, la migración parece un fenómeno fuera de control que amenaza la seguridad de las naciones y ha despertado un sentimiento anti-migratorio.

Los consulados de muchos países desarrollados rechazan miles de solicitudes de visado a diario, y en las costas del Mediterráneo cada día arriban de forma clandestina miles de migrantes africanos, que son perseguidos por las autoridades europeas en el afán de frenar ese flujo de personas que parece no terminar.

En las capitales europeas, cada vez son más frecuentes los estallidos de violencia contra los migrantes, que terminan por convertirse en grupos segregados, vulnerables a los ataques de xenofobia.

De esta forma, los migrantes como grupo social, se han convertido en el vertedero de nuestros miedos. A ellos les atribuimos el aumento de la delincuencia o la falta de oportunidades laborales.

Sin embargo, hemos olvidado que la migración es un fenómeno natural que nutre los procesos sociales y que contribuye en buena medida al desarrollo económico de los países a los que llegan los migrantes.

Por ello, sin obviar los riegos de las migraciones, hoy queremos dedicar nuestro Círculo de silencio a reflexionar sobre las oportunidades que suponen las migraciones.

Las personas que se marchan de sus países van en busca de empleo y mejor calidad de vida, pero también de libertad, justicia e igualdad de oportunidades. Migran porque las restricciones para el ejercicio de sus derechos económicos y sociales terminan minando su derecho a permanecer.

Partir se transforma en una oportunidad para quienes disponen de un mínimo de capital humano y no están en condiciones de materializar sus aspiraciones de movilidad social en sus países de origen.

La migración conlleva un gran potencial para las economías de las sociedades receptoras y también para las de los países de origen, dado el enorme impacto macroeconómico de las remesas, es decir, el dinero enviado por los migrantes a sus familiares que permanecen en el lugar de origen. Para algunos países, las remesas equivalen a entre el 7 y el 10% del PIB.




A nivel individual, la experiencia de migrar mejora los desempeños sociales, proporciona mayores cuotas de poder a nivel doméstico y público y progresos salariales sustantivos.

Por otro lado, naciones como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania o Francia, le deben en parte su grandeza económica a millones de migrantes que han contribuido a ella con su trabajo.

La migración ha contribuido a la construcción de sociedades multiculturales que ponen de manifiesto la riqueza cultural de nuestra civilización.

Además, nuestra Europa envejecida, necesita de la población joven que vienen de otros continentes. En España, por ejemplo, el número de nacimientos descendió hasta los 338.532 en 2021, un 0,6% menos que en 2020 (2.103 menos), alcanzando un nuevo mínimo histórico, según la estimación mensual de nacimientos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2022.

Así que la migración no debe ser percibida como una amenaza, debe percibirse como una oportunidad para nutrir y fortalecer nuestras sociedades.

Las personas sensibles y comprometidas con esta realidad tenemos la obligación moral de reflexionar en torno a la imagen que hemos construido sobre las personas que migran y sobre nuestra actitud frente a ellas.

Debemos también seguir exigiendo a los gobernantes de la a Unión Europea que busquen nuevas vías legales y seguras para quienes se encuentran en situaciones de riesgo y desean cruzar el Mediterráneo, lo cual podría implicar extender visados humanitarios, de trabajo y de reunificación familiar, con solicitudes que se habrían de procesar en el exterior.

Nuestro continente necesita desesperadamente una manera distinta de ver el fenómeno migratorio.

Los países de la UE tienen dos opciones: o hacen un vano intento por retroceder a modelos de estado obsoletos y monoétnicos, o aceptan la diversidad, entendiendo que sus culturas nacionales no solo sobrevivirán, sino que florecerán gracias a ella.

Proceder de ese modo no implicaría de manera alguna abandonar los valores centrales europeos, pero requeriría respetar a todos quienes los adopten, independientemente de su raza o credo.

Algunos ven el Mediterráneo como la parte más vulnerable de Europa, pero el verdadero talón de Aquiles de nuestro continente es no ser capaz de construir sociedades acogedoras y diversas que nos permitan caminar “HACIA UN NOSOTROS CADA VEZ MÁS GRANDE”.

Amigos, comienza nuestro tiempo de silencio.

MESA DIOCESANA DE ATENCION Y ACOGIDA DE MIGRANTES Y REFUGIADOS

DE CÁDIZ Y CEUTA

Colaboración de Juan de la Cruz García