Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

14 de mayo de 2017

Los malos de la película



Cuando éramos niños nos lo pasábamos divertido con las películas que llamábamos “de vaqueros y pieles rojas”.

De esas todavía a veces se ven ahora, pero más sofisticadas.

Las de entonces seguían un esquema simple: el de “los buenos” y “los malos”. Naturalmente los buenos eran los americanos (ya entonces eran “americanos” sólo los de Estados unidos de Norteamérica) como si fueran dueños de toda América, de arriba abajo, de Alaska hasta la Patagonia y Ushuaia donde los pingüinos.



Los malos eran los pieles rojas, los que solo hablaban diciendo ¡ahooo! y asaltaban sin compasión a las pobres caravanas llenas de vaqueros y vaqueras.

No sabíamos por qué los “pieles rojas” pintados y con plumas no les querían dejar pasar por aquellas tierras a los “americanos” y les tiraban flechas desde sus caballos. ¡Qué malos! ¿Por qué no les dejarían pasar si ellos sólo iban a buscar tierras, … bueno, tierras y oro y… y más tarde petróleo, y todo lo que les conviniera. Pero eso todavía no salía en la pantalla de cine.

Los pequeños espectadores gozábamos con las cabalgadas y los flechazos y las danzas típicas… y sufríamos cuando los píeles rojas rodeaban la caravana y herían o mataban a algún pobre vaquero, pero aplaudíamos entusiasmados cuando los cow boys y el séptimo de caballería ganaban siempre al final de la película y el chico y la chica se daban el beso de cierre.

Pero ¡cómo cambian los tiempos!, Algunos de nosotros al dejar de ser patojos nos fuimos enterando poco a poco de por qué los “malos” no querían dejar pasar por sus tierras a los que creíamos “buenos”.

Nos entró una extraña enfermedad llamada conciencia crítica y nos llegamos a encontrar en un cine de verano aplaudiendo a los pieles rojas cuando echaban de sus territorios propios a los de las carretas, y soltando maldiciones contra el séptimo de caballería cuando masacraba heroicamente a los que defendían su país. Ya no les llamamos buenos a los matones vaqueros.

Pero ha pasado el tiempo y las películas han cambiado, ahora que además hay televisión, prensa, radio. Sigue habiendo “buenos y malos”. Lo que pienso que hay menos es conciencia crítica.

Los buenos ,naturalmente, siguen siendo los “americanos” cada vez más convencidos de que sus tierras no terminan en el far west y llegan hasta el far south… hasta las tierras argentinas, colombianas, venezolanas, guatemaltecas, mexicanas, guantanameras. También parece que allí hay pieles rojas, camisas rojas, ideas rojas, sangre caliente.

Las caravanas ahora no son de carretas sino de bancos y empresas multinacionales y los “pieles rojas” antiguos están hoy reducidos a reducciones que reducen sus derechos.

Pero las caravanas de bancos siguen avanzando como las antiguas carretas por todo el territorio del lejano oeste… No, perdón, ¡del lejano sur! y si los “pieles rojas” de esos países, Argentina, Perú, Venezuela, México… se les resisten, allá va el séptimo de caballería (o el octavo o cualquiera) invadiendo las tierras, dicen que para librarlas de drogas, de dictadura, (no dicen que de bananos, petróleo, …).

Pero empezamos hablando de espectadores y ese es el tema que me interesa.
Los espectadores que ven en vivo y en directo esta puna moderna, los que la contemplan en televisión, igual que nosotros cuando éramos niños, ven todo aquello como el enfrentamiento de buenos contra malos. ¿Quiénes son hoy los malos, quienes los buenos?

Pues en esta pelea que ya no es apta para menores, los mayores se portan como niños. Se creen la película tal como la cuentan los que tienen voz, sin darse cuenta de quién se aprovecha del cuento.

Los narradores de esta película son los dueños de cámaras , antenas, frecuencias , agencias que abrazan con sus garras el mundo entero. Los “pieles rojas” de hoy no pasan de sus fronteras con la potencia sus emisoras. Sus gritos de portesta o los razonamientos de sus chamanes no los escuchan más que en los campos cercanos. Los discursos de los jefes rostropálidos, los programas informativos del norte, los vuelos de buitre de sus drones dominan la tierra entera.

Lo que más me desconsuela e irrita es que famosos periodistas, comunicadores, comentaristas de las noticias en cualquier país, gente que se dice defensora de los derechos humanos de la paz y la justicia, clérigos que dicen defender a los pobres, no tienen el más pequeño sentido crítico y repiten como un eco la música que toca en sus trompetas el séptimo de caballería. Siempre hay en sus discursos un búfalo salvaje que cazar, un chivo expiatorio., el malo de la película. Por decir algún nombre de esos “malos”, hace tiempo fue Cuba, la Nicaragua Sandinista (la de verdad), el Brasil de Lula, La Venezuela chavista. Fue, en Asia, Afganistán, Irak, Siria bajo las bombas… Todos esos son los peligrosos “pieles Rojas” a los que con ampulosos gestos de defensores de los derechos humanos, atacan los Búfalo Bill de la tele-radio-prensa. No sólo de las carretas y caravanas estadounidenses, sino de los fortines europeos y de las atalayas en el patio trasero de los países del sur, donde siguen paseándose las caravanas de bancos e industrias y los mineros con excavadoras en busca de oro, cinc o petróleo.


No tenemos remedio; acá sigue “la gente” tragándose las mentiras de Washington y bailando al son que les toca la trompeta del séptimo de caballería. Somos como niños.