Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

28 de diciembre de 2018

Beato Jacopone de Todi

25 de diciembre
Beato Jacopone de Todi
Poeta franciscano (1230-1306)

“Ahora, criatura nueva, he nacido en Cristo, despojado del hombre viejo; estoy hecho a nuevo; y alzándose en mí, como el sol a la mañana, aun con su espada rota, el amor rompe mi corazón: Cristo, Primera y Única Hermosura, me ha despojado de mi voluntad, mi ingenio, y todo lo que en mí permanecía. Yo en sus brazos me coloco, grito y llamo, ¡Oh, Tú, mi Todo, Oh, déjame morir de Amor!”

Jacopone Benedetti nació en el pueblo de Todi, en Umbría, la región que dio origen a *san Francisco y que acababa de lamentar su muerte. Los primeros años de Jacopone no se vieron afectados por esta atmósfera de renovación espiritual.

Todo en su medio ambiente –su adinerada y bien relacionada familia, sus estudios de leyes y, finalmente, su matrimonio feliz con una hermosa joven. Vanna di Guidone- apuntaba aun futuro de éxitos y felicidad mundanos.


Pero todo esto cambió de la noche a la mañana. Durante una fiesta de casamiento, un balcón en el que estaban sentados varios invitados se derrumbó en forma repentina. Vanna, su esposa desde hacía sólo un año, fue mortalmente herida. Mientras moría delante de sus ojos, a la terrible pérdida de Jacopone se agregó el descubrimiento atrasado de la piedad de su esposa. Cuando aflojó su vestimenta, se sorprendió y conmovió profundamente al hallar que llevaba un cilicio oculto, una penitencia que, según creyó, había emprendido como reparación de los pecados de él.

Con su mundo en ruinas y el vacío de sus ambiciones al descubierto, Jacopone quedó literalmente deshecho. En los días subsiguientes abandonó su profesión, regaló todas sus pertenencias y se transformó en penitente público o, a todas luces, en una suerte de tonto vagabundo. Con el paso del tiempo, la piedad que su trágica condición evocaba transformó, de manera gradual, en ridículo.

Durante diez años mantuvo esta vida de pobreza sin rumbo y penitencia. A los cuarenta y ocho años, sin embargo, tocó la puerta de los franciscanos y solicitó su admisión en la hermandad. Así, como hermano Jacopone, halló una manera, más aceptable socialmente, de expresar su desprecio por el mundo. Lo que resulta notable es que, al unirse con los franciscanos, halló asimismo su voz de poeta; en verdad, uno de los mayores poetas líricos de la Edad Media. En el apasionado lenguaje del amor, sus poemas místicos describen el ansia del alma por Cristo. Pero, a diferencia de los poemas de su maestro, Francisco de Asís, retienen un matiz de fondo doloroso, el acento de una fe nacida de la pérdida. Esto resulta evidente en el poema más famoso que se le conoce, el Stabat Mater dolorosa, una honda meditación sobre el dolor de María al pie de la cruz.

Bajo la cruz, guardando su lugar,
llora, de pie, la Madre dolida,
junto a Jesús hasta su fin:
en su corazón comparte su dolor,
su amarga angustia sufre,
hasta que a fondo la espada lo atraviesa.

Jacopone pronto surgió como líder de los espirituales, una fracción de los franciscanos que representaba un compromiso más radical con la pobreza apostólica. Los espirituales recibieron algún apoyo del santo * papa Celestino V, pero esta política no sobrevivió a su inesperada renuncia y a la elección del controvertido papa Bonifacio VIII. Los espirituales desafiaron directamente a la legitimidad de la elección de Bonifacio. Deploraban, en especial, que Bonifacio hubiese encarcelado a su predecesor, Jacopone dirigió un manifiesto salvajemente acerbo al Papa, con el resultado de que él también aterrizó en una mazmorra. Allí permaneció por cinco años, escribiendo, siempre, sus dolorosos poemas de amor, hasta que la muerte de Bonifacio, en el año 1303, le trajo su liberación.
Jacopone se retiró a una ermita cerca de Orvieto y vivió luego en un convento de las clarisas pobres, cerca de Todi. Allí murió en horas tempranas de la mañana de Navidad del año 1306. En su tumba se grabó esta inscripción: “Aquí yacen los huesos del Bendito Jacopone dei Benedetti da Todi, Hermano Menor, quien habiendo enloquecido de amor por Cristo, mediante un nuevo artificio engañó al mundo y tomó el cielo por asalto.”

Por Rosario Carrera
Inspirado en el libro de Robert Ellberg, Todos los Santos.