Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

18 de noviembre de 2021

Evangelio domingo 21 de noviembre (Juan 18, 33-37). Reflexión de J.A. Pagola

TESTIGO DE LA VERDAD

 

En aquel tiempo preguntó Pilato a Jesús:

¿Eres tú el rey de los judíos?

Jesús le contestó:

¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?

Pilato replicó:

¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?

Jesús le contestó:

Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.

Pilato le dijo:

Con que, ¿tú eres rey?

Jesús le contestó:

Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz (Juan 18, 33-37).

 

ANTE EL TESTIGO DE LA VERDAD

Dentro del proceso en el que se va a decidir la ejecución de Jesús, el evangelio de Juan ofrece un sorprendente diálogo privado entre Pilato, representante del imperio más poderoso de la tierra, y Jesús, un reo maniatado que se presenta como testigo de la verdad.

Precisamente, al parecer, Pilato quiere saber la verdad que se encierra en aquel extraño personaje que tiene ante su trono: <<¿Eres tú el rey de los judíos?>>.

Jesús va a responder exponiendo su verdad en dos afirmaciones fundamentales, muy queridas al evangelista Juan.

<<Mi reino no es de este mundo>>. Jesús no es rey al estilo que Pilato puede imaginar. No pretende ocupar el trono de Israel, ni disputar a Tiberio su poder imperial. No se apoya en la fuerza de las armas. Su realeza proviene del amor de Dios al mundo.

Pero añade a continuación algo muy importante: <<Soy rey>> y he venido al mundo para ser testigo de la verdad>>, introduciendo el amor y la justicia de Dios en la historia humana.

Ser fieles al evangelio de Jesús es una experiencia que lleva a conocer una verdad liberadora, capaz de hacer nuestra vida más humana.

¿No necesitamos dar pasos hacia mayores niveles de verdad humana y evangélica en nuestras vidas, nuestras comunidades y nuestras instituciones?

 

TESTIGOS DE LA VERDAD

 

Allí están, frente a frente, el representante del imperio más poderoso y el profeta del reino de Dios.

A Pilato le resulta increíble que aquel hombre intente desafiar a Roma: <<Con que, ¿tú eres rey?>>. Jesús es muy claro: <<Mi reino no es de este mundo>>. No pertenece a ningún sistema injusto de este mundo. No pretende ocupar ningún trono. No busca poder ni riqueza.

Pero no le oculta la verdad: <<Soy rey>>. Ha venido a este mundo a introducir verdad. Pero sus seguidores no son <<legionarios>>, sino <<discípulos>> que escuchan su mensaje y se dedican a poner verdad, justicia y amor en el mundo.

El seguidor de Jesús no es <<guardián>> de la verdad, sino <<testigo>>. Su quehacer no es disputar, combatir y derrotar a los adversarios, sino vivir la verdad del evangelio y comunicar la experiencia de Jesús, que está cambiando su vida.

El cristiano tampoco es <<propietario>> de la verdad, sino testigo. La Iglesia atraerá a la gente cuando vean que nuestro rostro se parece al de Jesús y que nuestra vida recuerda a la suya.

 

BUSCAR A DIOS DE NUEVO

 

No todos los que han abandonado la práctica religiosa tienen la misma postura ante Dios. Algunos rechazan todo contacto con lo religioso; Dios les resulta un ser incómodo del que prefieren prescindir. Otros viven absolutamente despreocupados de estas cosas; les basta con ir resolviendo los problemas de cada día.

Lo que conocen de la Iglesia les parece excesivamente complicado. El lenguaje eclesiástico les resulta extraño. Tampoco les convence mucho la vida de los cristianos practicantes que conocen. Pero sienten la necesidad de algo que dé más coherencia y sentido a su vida.

En el fondo de todo está la cuestión de Dios. La mayoría no duda de que Dios existe. Pero, ¿cómo es ese Dios del que la Iglesia habla tanto? ¿Es un Dios terrible y peligroso del que uno no se puede fiar nunca del todo? ¿ Es un Dios bueno que entiende nuestra debilidad y busca siempre nuestro bien?.

Pero, ¿con quién hablar de todo esto?. Si al menos pudiera hablar con toda confianza con algún amigo creyente. Porque es bueno escuchar la experiencia de alguien que vive gozosamente su fe para aclarar equívocos, deshacer prejuicios o exponer las propias dudas. En cualquier caso, lo importante son los pasos que uno mismo va dando por dentro. Las palabras de Jesús son alentadoras: <<Todo el que es de la verdad escucha mi voz>>.

 

CON VERDAD

 

Es raro que una persona pueda vivir la vida entera sin plantearse nunca el sentido último de la existencia.

Hay horas de intensa felicidad que nos obligan a preguntarnos por qué la vida no es siempre dicha y plenitud. Momentos de desgracia que despiertan en nosotros pensamientos sombríos: ¿por qué tanto sufrimiento?, ¿merece la pena vivir?. Instantes de mayor lucidez que nos conducen a las cuestiones fundamentales: ¿quién soy yo? ¿Qué es la vida? ¿Qué me espera?.

Tarde o temprano, de una manera u otra, toda persona termina por plantearse un día el sentido de la vida.

Hay quienes hace tiempo han abandonado, si no a Dios, si un mundo de cosas que tenían relación con Dios: la Iglesia, la misa dominical, los dogmas.

Otros han abandonado incluso la idea de Dios. No tienen necesidad de él. Al contrario, tienen la impresión de que les complicaría la existencia.

Otros viven envueltos en la incertidumbre. No están seguros de nada: ¿qué es creer en Dios? ¿Cómo se puede uno relacionar con él?. ¿Quién sabe algo de estas cosas?. Mientras tanto, Dios no se impone. No fuerza desde el exterior con pruebas ni evidencias.

Lo primero ante Dios es ser honestos. Quién se esfuerza por buscar a Dios con honradez y verdad no está lejos de él.

No hemos de olvidar unas palabras de Jesús que pueden iluminar a quien vive en la incertidumbre religiosa: <<Todo el que es de la verdad escucha mi voz >>.

 

CONTRA LA MENTIRA

 

¿Será que no somos conscientes de la mentira que nos envuelve por todas partes? ¿Será que, cuando exigimos justicia, nos sentimos solo víctimas y nunca opresores? ¿Será que para gritar contra la mentira, la hipocresía y el engaño es necesario vivir con un mínimo de sinceridad personal?.

La mentira es hoy uno de los presupuestos más firmes de nuestra convivencia social. El mentir es aceptado como algo necesario tanto en el complejo mundo del quehacer político y la información social como en la <<pequeña comedia>> de nuestras relaciones personales de cada día.

Se diría que la mentira es necesaria para actuar con eficacia en la construcción de una sociedad más libre y más justa. Pero, realmente, ¿hay alguien que pueda garantizar que estamos haciendo un mundo más humano cuando desde los centros de poder se oculta la verdad, cuando entre nosotros se utiliza la calumnia para destruir al adversario, cuando se obliga al pueblo a que sea protagonista de su historia desde una situación de engaño y de ignorancia?

En el mensaje de Jesús hay una invitación a vivir en la verdad ante Dios, ante uno mismo y ante los demás. <<Yo he venido para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz>>. No es absurdo que se vuelvan a escuchar en nuestra sociedad aquellas palabras inolvidables de Jesús, que son un reto y una promesa para toda persona que busca sinceramente una sociedad más humana: <<La verdad os hará libres>> (Juan 8,32).

 

José Antonio Pagola