Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

6 de octubre de 2022

EVANGELIO DOMINGO 9-Octubre-2022(Lucas 17,11- 19) Reflexiones de Pagola

 

DAR GRACIAS

 


Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros.

Al verlos les dijo:

Id a presentaros a los sacerdotes.

Y mientras iban de camino quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole las gracias. Este era un samaritano. Jesús le tomó la palabra y dijo:

¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

Y le dijo:

Levántate, vete; tu fe te ha salvado (Lucas 17, 11-19).

 

VOLVER A JESÚS DANDO GRACIAS

Al evangelista le interesa destacar la reacción de uno de ellos. Este hombre <<ve que está curado>>: comprende que acaba de recibir algo muy grande; su vida a cambiado. Entonces, en vez de presentarse a los sacerdotes, <<se vuelve>> hacia Jesús. Allí está su Salvador.

 

Según Lucas, hace dos cosas. En primer lugar <<alaba a Dios a grandes gritos>>: Luego se postra ante Jesús y << le da gracias>>.

Todos los leprosos han sido curados físicamente, pero solo el que ha vuelto a Jesús dando gracias ha quedado <<salvado>> de raíz.

¿Qué es una religión vivida sin agradecimiento? ¿Qué es un cristianismo vivido desde una actitud triste y negativa, incapaz de experimentar y agradecer la luz, la fuerza, el perdón y la esperanza que recibimos de Jesús?

¿No hemos de reavivar en la Iglesia el agradecimiento y la alabanza a Dios?

 

RECUPERAR LA GRATITUD

El conocido ensayista José Antonio Marina recordaba recientemente que el paso de Nietzsche, Freud y Marx nos han dejado sumidos en una <<cultura de la sospecha>> que hace difícil el agradecimiento.

Se desconfía del gesto realizado por pura generosidad. Es fácil entonces considerar la gratitud como <<un sentimiento de bobos, de equivocados o de esclavos>>.

En nuestra <<civilización mercantilista>> cada vez hay menos lugar para lo gratuito. Todo se intercambia, se presta se debe o se exige. Cada cual tiene lo que se merece, lo que se ha ganado con su propio esfuerzo. A nadie se le regala nada.

Algo semejante puede suceder en la relación con Dios si la religión se convierte en una especie de contrato con él: <<Yo te ofrezco oraciones y sacrificios y tú me aseguras tu protección. Desaparecen así de la experiencia religiosa la alabanza y la acción de gracia a Dios, fuente y origen de todo bien.

Para muchos creyentes, recuperar la gratitud puede ser el primer paso para sanar su relación con Dios. Lo primero es captar la grandeza de Dios y su bondad insondable.

El creyente agradecido sabe que su existencia entera es don de Dios. Las personas que encuentra en su camino son también regalo y gracia.

De los diez leprosos curados por Jesús, solo uno vuelve <<glorificando a Dios>>. El reconocimiento gozoso y la alabanza a Dios siempre son fuente de salvación.

AGRADECER

Desde pequeño nos enseñan a dar gracias. Pocas cosas hay más humillantes que decirle a alguien: <<Eres un desagradecido>>.

Sin embargo, son muchos los creyentes que no saben vivir de manera agradecida. Se acuerdan de Dios para expresarles sus quejas o pedir su auxilio en momentos de necesidad. Nunca nace en ellos el agradecimiento o la alabanza por lo bueno que hay en sus vidas.

Para agradecer, lo primero es captar lo positivo de la vida. No dejar de asombrarnos ante tanto bien: el sol de cada mañana, el misterio de nuestro cuerpo, el despertar de cada día, la amistad de las personas, la alegría del encuentro, el placer, el descanso reparador, la música, el deporte, la naturaleza, la fe, el hogar.

Es necesario luego percibir todo eso como don que proviene de Dios, fuente y origen último de todo bien. La vida se convierte entonces casi espontáneamente en alabanza.

Recordemos las palabras del pensador danés Soren Kierkegaard: <<Todo el que de verdad quiere tener relación con Dios y frecuentarlo no tiene más que una sola tarea: la de estar siempre alegre>>.

Los diez leprosos quedan curados de la terrible enfermedad, pero solo uno vuelve <<glorificando a Dios>>. Todos han sido curados físicamente, pero solo él queda sanado de raíz.

Uno de los mayores pecados de los cristianos es la falta de alabanza y de acción de gracias. <<Es el camino de la salvación: siempre y en toda ocasión es digno y justo dar gracias a Dios y alabarle>>.

 

VIDA AGRADECIDA

Hay quienes caminan por la vida con aire triste y amargado. No saben apreciar tantos gestos nobles, hermosos y admirables que suceden todos los días en cualquier parte del mundo. Tal vez lo ven todo oscuro porque proyectan sobre las cosas su propia oscuridad.

Otros viven siempre en actitud crítica. Se pasan la vida observando lo negativo que hay a su alrededor. Lo suyo es destacar el mal y condenar.

Otros hacen el recorrido de la vida indiferentes a todo. Encerrados en su mundo, bastante tienen con defender su pequeño bienestar cada vez más triste y egoísta. De su corazón no brota nunca el agradecimiento.

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía.

Cuando san Pablo dice que <<hemos sido creados para alabar la gloria de Dios>>, está diciendo cual es el sentido y la razón más profunda de nuestra existencia.

En el episodio narrado por Lucas, Jesús se extraña de que solo uno de los leprosos vuelva <<dando gracias>> y <<alabando a Dios>>. Es el único que ha sabido sorprenderse por la curación y reconocerse agraciado.

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan García de Paredes.