Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

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11 de abril de 2024

CRISTO CRUCIFICADO Y PUEBLO CRUCIFICADO DESDE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

La cruz y los crucificados de hoy Pixabay

El objetivo de este artículo es presentar la doble realidad nuclear y fundamental del cristianismo, en donde ambos aspectos se iluminan mutuamente: Cristo crucificado y pueblo crucificado, como signo histórico de salvación, vistos a la luz de su círculo hermenéutico

Con ello se pretende refundar y re-volver a la experiencia originaria y constitutiva de la vida cristiana e historizarla aquí y ahora. En mi opinión, los “cristianos” de hoy simplificamos, banalizamos y edulcoramos estas dos realidades, a tal grado que quedado vaciado el cristianismo de su contenido real y lo hemos convertido en un somnífero.

Dr. Hugo C. Gudiel García [1]

El objetivo de este artículo es presentar la doble realidad nuclear y fundamental del cristianismo, en donde ambos aspectos se iluminan mutuamente: Cristo crucificado y pueblo crucificado, como signo histórico de salvación, vistos a la luz de su círculo hermenéutico. Con ello se pretende refundar y re-volver a la experiencia originaria y constitutiva de la vida cristiana e historizarla aquí y ahora. En mi opinión, los “cristianos” de hoy simplificamos, banalizamos y edulcoramos estas dos realidades, a tal grado que quedado vaciado el cristianismo de su contenido real y lo hemos convertido en un somnífero.

El tema se trata aquí desde el enfoque exegético-bíblico de G. Barbaglio y el teológico latinoamericano de I. Ellacuría. Ambos enfoques, a nuestro juicio, se enriquecen y complementan mutuamente. Con la comprensión historizada de ambas realidades se busca evitar aquellas presentaciones ingenuas, ideologizadas, mistificadas e idolatrizadas del cristianismo y, al mismo tiempo se pretende desideologizar las ya existentes. Por ejemplo las posturas anticristianas de la fachosfera eclesial y política de todos los países de la aldea global, sobre todo en estos tiempos del papa Francisco y contra él.

Y es que la lucha por el reinado de Dios es siempre “duélica”, según lo expresó con claridad Jon Sobrino. Efectivamente, hoy nos enfrentamos “duélicamente” a una fachosfera religiosa y política como sucede con la española, que va detrás de Francisco unos 500 años, porque quieren seguir viviendo como señores feudales en una época donde ya no caben como tales. Son patadas de ahogado. Pero de esas fachosferas religiosas y políticas hay en todos los países. Los mismos EE.UU. están llenos de ellas, y son beligerantes, y tienen dinero o dólares para tirar. No olvidemos que la lucha por el reinado de Dios es “duélica”.

Desde América Latina y el Caribe planteamos aquí la siguiente doble cuestión: ¿en qué sentido el pueblo crucificado empobrecido, y ahora excluido y descartado latinoamericano y caribeño es la historización del Cristo crucificado, y en qué sentido desde la luz del Cristo crucificado cobra sentido real y teológico ese pueblo crucificado y descartado y, por tanto, ese pueblo descartado se convierte en un auténtico signo histórico de salvación? Ciertamente se trata una pregunta compleja y demasiado amplia, a la que, en este trabajo, solo responderemos de manera inicial o general, pues desarrollo da para trabajarla en un libro completo.

Un hombre con el cuerpo de un niño tras un ataque israelí en la guerra de Gaza EFE

En esta perspectiva también cabe la siguiente pregunta que hacemos aquí, de la mano del libro Moltmann, El Dios crucificado: “¿qué significa el recuerdo del Dios crucificado en una sociedad oficialmente optimista que camina por encima de muchos cadáveres?” (DC 13). Este problema se agudiza en la actualidad porque hoy caminamos por encima de esos cadáveres, pero lo hacemos con la actitud de la indiferencia: y esto es por la “globalización de la indiferencia” (EG 54). Basta ver los miles de muertos de la franja de Gaza. “Esta globalización de la indiferencia se fundamenta en la banalización de la injusticia”[2]

Este trabajo está dividido en dos secciones: en la primera presentamos la cuestión cristológica de Cristo crucificado. Aquí seguimos, aunque no en modo exclusivo pero sí preponderantemente, algunas notas exegéticas del conocedor de san Pablo, el teólogo y biblista italiano G. Barbaglio en su estudio sobre La primera carta a los Corintios[3]. En la segunda sección exponemos algunas afirmaciones centrales del artículo de I. Ellacuría sobre el “Pueblo Crucificado”, texto en el cual aparece más el enfoque y perspectiva latinoamericana de la teología[4]. Ambos autores, a mi juicio, se complementan y se enriquecen mutuamente al tratar este tema fundamental para la vida y experiencia histórica cristiana.

Cabe insistir en que este trabajo es tan solo solo un primer ensayo o primera aproximación al tema, por tanto ha de considerarse como un borrador todavía sujeto a precisiones, correcciones e incluso ampliaciones.

1.   Cristo crucificado

El punto de partida neotestamentario sobre Cristo crucificado es el que aparece en el texto de 1 Corintios 1,18-25; ahí se lee lo siguiente:

"Pues la predicación de la cruz es una locura para los que se pierden; mas para los que se salvan -para nosotros- es fuerza de Dios. Porque dice la Escritura: destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes.¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el intelectual de este mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo? De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la locura de la predicación.

Así, mientras los judíos piden signos y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles; más para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (NBJ).

Estas últimas palabras de Pablo expresan lo que indudablemente constituyen el punto constitutivo, nuclear, estructurante y configurador de la fe y de la experiencia personal, social e histórica cristiana y, por tanto, también de toda teología que presuma de cristiana: la referencia a Cristo crucificado[5].


Por el momento solo me detengo en algunos rasgos de la exégesis que propone Barbaglio de 1 Corintios 1,22-25.

1.1. Los judíos piden signos

En primer lugar, el teólogo y biblista italiano G. Barbaglio dice que, particularmente en el versículo 22, Pablo considera a judíos y griegos como dos componentes fundamentales del “universo humano”. Como puede verse, no se trata de griegos y bárbaros. Desde el punto de vista del apóstol, la humanidad se divide en judíos y griegos (PC 141-142). Pero el criterio de división no es religioso sino “la respectiva especificidad psicológico-actitudinal. ‘Los judíos piden signos’”. En efecto, los judíos piden “poder verificar la presencia operante de Dios en la historia sobre la base de signos inequívocos de potencia divina” (PC 142).

En esta perspectiva, Barbaglio añade que “la tradición sinóptica ha conservado el neto rechazo de Jesús de condescender a la petición de cumplir prodigios legitimadores de su misión divina (cf. Mc 8,12)” (PC 142). Transcribamos el texto al que remite Barbaglio pero hagámoslo a partir del versículo 11 (Mc 8,11-12). Ahí los fariseos piden un signo al cielo:

"11 Y salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole un signo del cielo, con el fin de ponerle a prueba. 12 Dando un profundo gemido desde lo más íntimo de su ser, dice: “por qué esta generación pide un signo? Yo les aseguro: no se dará a esta generación ningún signo” (NBJ).

Una cosa similar es la que aquí expresa Pablo: “los judíos dictan a Dios su condición con el fin de reconocerlo, precisamente que se manifieste en su fuerza” (PLC 142).

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