Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

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15 de diciembre de 2022

LAS RELIGIONES

Diosa antes que Dios

Hace ahora unos 6.000 años, la religiosidad femenina, la de la Madre Tierra, fue derribada"

Venus paleolítica

"Siete millones de años. Es lo que afirman los paleoantropólogos para datar el inicio de los  homínidos. A partir de entonces, un género de primates, paulatinamente, dejó de caminar sobre las mano"

"Hace dos millones de años, surge el homo hábilis y le sigue el homo sapiens. Este último vivió alrededor de dos millones de años en la edad de piedra. Y un corto período de tiempo en la edad de los metales"

"En el paleolítico, el homo evolucionó mentalmente hasta llegar a unificar los poderes y misterios circundantes en la Madre Naturaleza. Un paso hacia la trascendencia. Descubrió que de la Naturaleza surgía y dependía todo. Miles de estatuillas femeninas lo atestiguan"

"Esta religiosidad femenina, la de la Madre Tierra, fue derribada o debilitada a partir de la edad de los metales, hace ahora unos 6.000 años. Es el nacimiento de los dioses nacionales machos, dioses de los ejércitos"

"Las religiones del Libro (Judaísmo, Cristianismo e Islan) están enraizadas en el ambiente politeísta de la edad de los metales. Dependiendo de la hegemonía de uno u otro imperio, un dios nacional alcanzaba su prevalencia. Fue el caso de Yawé, el dios hebreo"

 Por Celso Alcaina

Siete millones de años. Es lo que afirman los paleoantropólogos para datar el inicio de los homínidos. A partir de entonces, un género de primates, paulatinamente, dejó de caminar sobre las manos. Sólo desde hace cuatro millones de años llegó a caminar de forma muy parecida a como hoy lo hacemos los humanos. Tendrían que pasar otros dos o tres millones de años, para que evolucionara y diera paso al género humano. De los homínidos superiores surgieron muchas familias y géneros que se extinguieron a lo largo de los tiempos.

Hace dos millones de años, surge el homo hábilis y le sigue el homo sapiens, ambos con incremento de cráneo y correspondiente cerebro. Ya es capaz de elaborar toscos instrumentos de piedra y hueso. Comienza, pues, la edad de piedra. Es el incio del paleolítico (hasta 12.000 años a.C.) y subsiguiente mesolítico (12.000 - 6.000 a.C.). El hombre es nómada y se alimenta principalmente de la caza de animales y frutos de los árboles. Dentro de la edad de piedra, sigue el neolítico (6.000 – 4.000 a.C.) con considerable avance de técnicas de piedra pulida y de la agricultura. Comienza el sedentarismo. El neolítico discurre hasta la edad de los metales, años 4.000 a.C. Así, pues, la edad de piedra abarca más de un millón de años.

Resumiendo, el homo sapiens vivió alrededor de dos millones de años en la edad de piedra. Y un corto período de tiempo en la edad de los metales. Constatación muy importante para cuanto pretendemos evidenciar a continuación.

Al tiempo que el homo observaba los fenómenos naturales en los que se encontraba inmerso, no pudo menos que maravillarse y buscar en ellos protección o/y explicación. Le sorprendían el misterioso aleatorio nacimiento de criaturas de una u otra mujer, los movimientos de los astros, las mareas, los manantiales, la lluvia, las descargas eléctricas o los frutos de los árboles. El homo buscó y creyó encontar la razón en esos mismos fenómenos y objetos. Los reverenció, temió y adoró. Se llama magia. Fuerzas ocultas, misteriosas, a las que se sometió y sirvió.

De esa magia ancestral quedan todavía vestigios en varias partes de nuestro mundo. Sólo dos ejemplos. Después de miles de años, mujeres de Galicia siguen acudiendo a determinadas playas, nueve días seguidos y con sol naciente, a bañarse para concebir. Asimismo, multitud de devotos peregrinan para tocar piedras ciclópeas sobre las que bailan o se arrastran con el fin de evitar enfermedades o impetrar favores de todo tipo. Los actos mágicos no excedían los fenómenos visibles y experimentables. La virtualidad, la potencia, el secreto, residía en los mismo fenómenos u objetos. Sin apelación a la trascendencia.

Un paso adelante. En el paleolítico, el homo evolucionó mentalmente hasta llegar a unificar los poderes y misterios circundantes en la Madre Naturaleza. Un paso hacia la trascendencia. Descubrió que de la Naturaleza surgía y dependía todo: astros y mar, agua y aire, tierra y fuego, luz y tinieblas, árboles y animales, inclusive el mismo ser humano. Durante decenas de miles de años, el homo reverenció y adoró a la Madre Tierra. No es una elucubración infundada. Miles de estatuillas femeninas fueron encontradas en los últimos tiempos en diversos países. En estado de embarazo, de parir, o de amamantar. Los paleoantropólogos aseguran que se trata de esculturillas sagradas, a veces péteas, a veces metálicas, con origen en la edad de piedra o en la edad de los metales. Algunas, con antigüedad de 700 mil años.

Una divinidad femenina, providente. Es la Tierra que igual nos da la vida que nos la quita cuando ella lo cree conveniente. Una religiosidad pre-agraria, pre-bélica, pre-urbana, que nuestra especie humana vivió durante mucho más tiempo que las religiosidades teístas actuales. Todavía hoy se encuentran grupos humanos y pueblos indígenas con esa religiosidad femenina, de veneración a la Madre Tierra. A ellos no alcanzó la civilización agraria y bélica o la rechazan como espuria.

Esta religiosidad femenina, la de la Madre Tierra, fue derribada o debilitada a partir de la edad de los metales, hace ahora unos 6.000 años. Fue entonces cuando dejamos atrás el período pre-histórico y pudimos disponer de documentación escrita. Es a partir de la edad de bronce (4.000 a.C.) cuando arrecian las guerras tribales, cuando cada pueblo se inventa su dios, el que ha de llevarlos a la victoria venciendo al dios del enemigo. La prevalencia del varón sobre la mujer era una exigencia de las guerras y de las labores agrícolas. Es el nacimiento de los dioses nacionales machos, dioses de los ejércitos: Horus, Zeus, Eloah, El, Yawé, Morrigan, Marduk, Adad, Mestli, Tezcatlipoca, Marduk, y cientos de otros dioses. Cada pueblo, cada tribu, creó su dios que le protegiera en la paz y en la guerra. El propio dios debía ser más potente que el dios del enemigo.

Y no sólo se creó un dios para cada pueblo o tribu; también se crearon diversos dioses subalternos para cada especialidad: para el mar, para el vino, para el amor, etc, etc. Nos suenan los diversos dioses griegos y romanos, pero algo parecido sucedió en otras civilizaciones y pueblos en los diversos continentes.

Más todavía, los humanos, en un lance de originalidad, concedieron el honor de la divinidad a otros humanos que consideraban superiores porque de ellos dependían sus vidas y su bienestar. Así, los reyes y similares fueron tenidos por dioses, con origen divino. Incluso esos mandarines se proclamaban dioses, a veces atribuyéndose origen extraterrestre.

"Las religiones del Libro (Judaísmo, Cristianismo e Islan) están enraizadas en el ambiente politeísta de la edad de los metales. Dependiendo de la hegemonía de uno u otro imperio, un dios nacional alcanzaba su prevalencia"

Las religiones del Libro (Judaísmo, Cristianismo e Islan) están enraizadas en el ambiente politeísta de la edad de los metales. Dependiendo de la hegemonía de uno u otro imperio, un dios nacional alcanzaba su prevalencia. Fue el caso de Yawé, el dios hebreo, el que había sido conductor de los israelitas en Medio Oriente hasta la invasión y conquista de Canaán – Palestina en el declive de la edad de bronce. Su mayor suerte fue la de perpetuarse en libros, hasta entonces apenas existentes. Parte de lo que hoy llamabos Biblia (libros), surgió a partir del segundo milenio a.C.

Los libros del hoy llamado Antiguo Testamento no sólo reflejan la edad en que se escribieron, también recogen tradiciones, costumbres, historias y pensamientos precedentes. El Yawé del Judaísmo bíblico, fusión de anteriores varios dioses hebreos, fue tomando cuerpo hasta ser considerado único dios creador y regidor del mundo. Sucedió luego la revitalización del monoteísmo judío a raíz de la vida del Jesús el Galileo y sus seguidores, particularmente de Saulo de Tarso, considerado el cerebro fundador del Cristianismo, una amalgama de religiones hebreas, helénicas y egipcias.

El monoteísmo yavista se consolidaría dentro del imperio romano por estrategia calculada de los emperadores Constantino y Teodosio, y con la imprescindible ayuda de Ambrosio, político obispo de Milán. Nuestro actual Catolicismo abarca la mitad de todos los cristianos con sus diversas iglesias y sectas. Importa aclarar que de los 8.000 millones de seres humanos aproximadamente el 30% (2.400 millones) son sociológicamente cristianos. Los 1.300 millones de católicos bautizados no alcanzan en número a los 2.000 millones de musulmanes. Todo ello hace que aproximadamente la mitad de la humanidad se inscriba entre los monoteístas.

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