Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

1 de marzo de 2018

LO QUE VA DE AYER A HOY



HISTORIAS BIBLICAS DE AYER
QUE SE REPITEN HOY

El látigo

Capítulo  5.-  el látigo hacia  el futuro
 

Durante la época llamada Renacimiento y durante los siglos dieciocho y diecinueve  nada se volvió a saber de la agitada reliquia. Recuerden que se perdió por las brumas de la Galicia medieval persiguiendo a los mercaderes del atrio compostelano. Pues sí, se perdió. Los mercaderes de todos los templos, calles y plazas del mundo aprovecharon estos siglos “deslatigados” para inventar la economía del mercado y el liberalismo.


Los antiguos puestos del atrio se convirtieron en distribuidoras, almacenes, grandes almacenes, supermercados... Los cambistas se convirtieron en banqueros, economistas, agentes de bolsa, ministros de hacienda... Pero  el dichoso látigo del Señor sin aparecer.
…….


A finales del siglo veinte, monseñor Lucseiskus atravesó aquel día los pasillos del Vaticano con pasos rápidos. Llevaba bajo el brazo un portafolio voluminoso y unos periódicos del día mal doblados. Entró en un despacho muy amplio plagado de computadoras. Allí lo esperaba monseñor Maillot tecleando nervioso. Números con muchos ceros saltaban en la pantalla de su  P.C.


Los monseñores extendieron los diarios y con gesto de gran preocupación comentaron algunos informes de las primeras páginas. Los titulares en grandes letras decían algo sobre:



















CRISIS  ECONOMICA, ESCÁNDALO FINANCIERO,
PROCESO   a…
INVESTIGACION DE FINANZAS,
SUPUESTO SUICIDIO DEL BANQUERO...

Luego volvieron al teclado y a la pantalla como si se tratase de explorar el fondo del abismo. Contemplaron de nuevo una procesión de cifras que aparecían y desaparecían cuando ellos tecleaban.
El gesto de los monseñores era cada vez más serio y preocupado. Sus voces subían y bajaban de tono irregularmente. Algo apareció en la pantalla. Algo que dejó en silencio a los prelados. Se miraron. Miraron a la computadora. Se miraron. Miraron a...

 Del cristal, de repente, desaparecieron los números y apareció ondulante una extraña línea. La línea se fue haciendo cada vez más gruesa y se movía barriendo toda la pantalla. 

Los dos se echaron hacia atrás en el momento en que el vidrio, como si fuera trozo de hielo, se resquebrajó. Se apagó la luz del aparato y del fondo negro surgió agitándose… ¡sí, eso! ¡Lo han adivinado!

Los monseñores salieron corriendo del salón, levantándose la sotana para no tropezar. Detrás de ellos un viejo trozo de cuerda se retorcía en el aire e intentaba alcanzarlos por retaguardia.

Monseñor Maillot salió al jardín y se tiró a un estanque. El látigo persiguió a Lucseiskus que enfiló hacia la salida llamando a gritos a su chofer. 



Unos segundos después arrancaba del patío de Belvedere un Fiat gris en dirección al aeropuerto.
………………..

Quince horas más tarde en las pistas del aeropuerto de Nueva York se realizaba un aterrizaje de emergencia. El piloto había comunicado a la torre de  control  que en el fuselaje de la nave se sentían unos fuertes golpes de origen desconocido.

A pesar de los golpes, tocaron tierra sin riesgo mayor. Hizo falta el esfuerzo de cuatro agentes de seguridad para sujetar aquel deshilachado  trozo de cuerda que golpeaba la puerta del avión.
Parece que el extraño objeto sólo se amansó cuando descendía por la escalerilla una monjita pequeña y arrugada con un crucifijo de madera al cuello y una bolsa de artesanía guatemalteca colgando del hombro. Tras ella se escabullía pálido monseñor Lucseiskus.

-“No destruyan este OGNI (Objeto Golpeador No Identificado) - ordenó el jefe del aeropuerto- ¡Nunca se sabe!”.

Si ustedes consiguieran recorrer los más recónditos pasadizos del Bank of América de New York, donde unas Inexpugnables cajas fuertes ocultan al mundo tesoros y secretos... 

Si lo consiguieran y tienen buen oído, escucharían unos golpes irregulares resonando en una de aquellas cuevas metálicas.



Pero si no lo consiguen, no se preocupen, tengan paciencia. ¡Ya verán...!
 Ya verán cómo el viejo látigo de esparto encuentra cómo escapar de las profundas bóvedas del banco


 Para seguir expulsando a todos los mercaderes de todos los templos del mundo a lo largo de todos los siglos. Amén.









Hoy
Sin comentarios. Esto lo dice todo.
 Saquen ustedes consecuencias.

(Dedicado a la memoria  de Juan Pablo I,  el que no tuvo tiempo de  manejar el látigo…  esperando que otros sí lo tengan.)