Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

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21 de marzo de 2024

SOMOS LA ÚLTIMA GENERACIÓN

El pasado año empecé a hacer pequeños acercamientos a dos siglas que en poco tiempo se han puesto tan de moda que aparecen por todos lados: I.A y ChatGPT. Te asaltan en pantallas grandes y pequeñas, en conversaciones con amigos o familia y en el periódico de papel que de vez en cuando me compro.

Parece que el futuro se concentrara en estas dos siglas. Aunque no me atrae lo más mínimo, mi curiosidad por saber de qué va esto me pone en disposición para aprender y poder hacer crítica constructiva, o ya iré viendo.

¿Qué significa I.A.?: Inteligencia Artificial.

En principio me provoca un gran silencio interior. Prefiero no adelantarme. Dudo hasta del título. La inteligencia, si lo es, no concibo que sea artificial.

¿Qué significa ChatGPT? Aquí la cosa se complica.

Tuve que ir a Wikipedia, que dice que es “un sistema de procesamiento de lenguaje natural llamado “Generative Pre-trained Transformer”. De forma muy resumida explica que es algo así como que vamos a conversar de tú a tú con máquinas, de una forma tan natural como si fuera un humano.

El tema me supera y además no me lo creo. Pero lo seguiré intentando.

Mientras mi cabeza daba vueltas sobre estos temas me vino un pensamiento que me sobresaltó: “Creo que los que nacimos en el siglo pasado, entre los años 50 y 70, somos la última generación que va a dejar rastro en documentos escritos. Hay que preservarlos, aunque sea como una antigüedad”. Fin del pensamiento.

Quiero aclarar que aunque continuo con el acercamiento a estos temas, yo sigo a lo mío y con mis convicciones. Una de ellas es hacer copias en papel de lo que me interesa conservar al viejo modo. No soy creyente de “La Nube”, soy agnóstica total. No me fio.

Anoté en un papel el pensamiento y como curiosidad diré que por detrás tenía escrita la lista de la última compra del supermercado. Y aquí estoy ahora compartiendo con quien siga conectado a este texto desde su ordenador o su móvil. Lo que vamos vivimos día a día.

Quizás mi interés por preservar documentos escritos sea mi ofrenda a la cultura del tiempo que me ha tocado vivir. Que sepan de nosotros en futuros lejanos. ¿Es ingenuo? No sé. Ando confusa.

En realidad he dejado un tiempo para seguir pensando y me ha venido el recuerdo de Uno que no dejó nada escrito en pergamino, aunque desde luego sabía escribir. La religión de su pueblo enseñaba a los niños a leer y escribir a partir de los cinco años en diferentes etapas. Las niñas no recibían esta formación. Más de lo mismo en tantas culturas incultas.

Los que le seguían nos cuentan que, en un episodio complejo y violento bien conocido, “se agachó y escribía con su dedo en tierra” (Jn 8, 1-8).

Escribió en un espacio que el aire o las pisadas borrarían. Escribió algo que nadie sabe pero que seguramente tenía que ver con la encerrona que le estaban montando los que no consentían que se moviera ni una coma de la ley escrita.

¿Escribiría “perdón”? ¿Escribiría “justicia”? ¿Escribiría “compasión”? No sabemos, pero los juzgadores agacharon la cabeza, se escabulleron disimulando tras escuchar la sentencia, no escrita sino sonora: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y agachándose otra vez, continuó escribiendo en el suelo”.

¿Escribiría quizás “liberación”? Nunca lo sabremos. Lo que si podemos saber es que unos se retiraron con más peso del que trajeron; y ella, la mujer que iba a ser lapidada, se fue con la experiencia del perdón y la recomendación de vivir la vida de una forma ágil, sin el fardo aplastante que ya sabemos.

¿Cómo salté de la I.A. y el ChatGPT hasta este texto del evangelio de Juan?

No sé, pero lo que sí sé es que no se tejerán relaciones de perdón, justicia, compasión y, en definitiva, de amor al otro, “conversando de tú a tú con máquinas, de una forma tan natural como si fuera un humano”. Porque no tiene nada de natural, es un “corta-pega” tecnológico.

Creo que Tú escribiste en la tierra sin importarte que desapareciera lo escrito, porque lo que decías quedaría grabado en los corazones, de tal forma que ni el viento ni las sandalias podían hacerlo desaparecer.

No obstante me siento agradecida a quienes fueron dejando por escrito lo que Te escuchaban. Por ir tomando notas de lo que decías y hacías por los caminos, sabiendo que no era ni mucho ni todo.

Ellos dieron testimonio de que “otras muchas cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, (…) en el mundo entero no cabrían los libros que podrían escribirse” (Jn 21, 25).

Tu palabra sigue viva y vigente para quien la acoja a través de la lectura y la meditación, respondiendo en la oración y abriéndose a Tu encuentro en la contemplación. También en las obras de cada uno, inspiradas en Tu enseñanza, que escriben la historia a compartir cada día con quienes nos rodean y más allá.

MARI PAZ LÓPEZ SANTOS

ECLESALIA