Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

7 de junio de 2019

Biografias


Santa Josefina Bakhita
Ex-esclava y Monja (1869-1947)
“Al ver el sol, la luna y las estrellas, me dije: ¿Quién será el amo de estas bellas cosas? Y sentí un gran deseo de verlo, conocerlo y rendirle homenaje.”
Entre los hechos distintivos del pontificado de Juan Pablo II, se halla su profundo interés por ampliar el campo de santos canonizados. En sus primeros veinte años de papado, canonizó y beatificó casi mil santos, más que en los varios siglos anteriores desde el Concilio de Trento. Aparte de su creencia en los valores educativos de las vidas santas, se ha interesado en forma particular en reconocer a los “santos locales”; personas cuyas vidas tienen un significado especial para las Iglesias que ha insistido en visitar en todo el mundo. Representativa de estos nuevos santos es la Hermana Josefina Bakhita, de Sudán, beatificada en 1992.


Bakhita (la afortunada), nació en un pueblo del sur de Sudán, en 1869. A los nueve años fue secuestrada y vendida como esclava. Transferida de un dueño a otro durante años, padeció distintas formas de brutalidad. El momento decisivo llegó en 1883, cuando fue vendida a una familia italiana que la trató con relativa amabilidad y la llevó de regreso a Italia para trabajar como mucama y niñera de su niña. Mimmina. Bakhita se hizo devota de la criatura. Cuando  Mimmina fue lo suficientemente grande como para ser enviada a una escuela en Venecia, Bakhita la acompañó. La escuela  estaba dirigida por las Hijas de la Caridad, o “Hermanas Canosianas”. Fue allí donde Bakhita escuchó por primera vez el evangelio y adivinó que era la  voluntad de Dios que ella fuera libre.
Cuando luego de nueve meses el alma de Bakhita le anunció que volvían a Sudán, Bakhita expresó su intención de quedarse. La Signora se manifestó ofendida. ¿Acaso no la habían tratado siempre como a un miembro de la familia? Difícil como era resistir a estos ruegos, Bakhita permaneció firme en su decisión: “Estoy segura de que el Señor me dio las fuerzas en ese momento”, escribió más tarde, “porque me quería para Él solo”.
Cuando los ruegos no funcionaron, la Signora cambió de política: la demandó en los tribunales por devolución de su “propiedad”. Pero la superiora de las Hermanas Canosianas y el cardenal de Venecia intervinieron y salieron en su defensa. Entonces Bakhita descubrió algo que nadie se había tomado el trabajo de informarle, es decir, que en Italia la esclavitud era ilegal. Había sido libre de todo el tiempo.
Y así, Bakhita permaneció en Italia. En enero de 1890, fue bautizada y tomó el nombre de Josefina Bakhita. Por ese entonces escuchaba “más y más claramente la suave voz del Señor desde el fondo de mi corazón, exhortándome a consagrarme a Dios”. Fue aceptada en el noviciado de la congregación que la había amparado. Finalmente, en 1896, hizo sus votos religiosos.
La Hermana Josefina vivió hasta los setenta y ocho años. Pasó su vida en tareas simples, cocinando, cosiendo, sirviendo de sacristana y portera. Ningún trabajo era poco importante cuando ella lo hacía por “el Amo”, su palabra favorita para designar a Dios. Se volvió famosa por su fe serena y el cuidado con que llevaba a cabo tanto sus tareas importantes como las insignificantes. Se decía que tenía el extraordinario don de volver extraordinario lo ordinario. A las Hermanas que eran maestras les decía: “Ustedes enseñen el catecismo; yo me quedaré en la capilla rezando para que puedan enseñar bien”.
Vivió la Primera Guerra Mundial y luego la Segunda Guerra Mundial. Para ese entonces, su reputación de santidad estaba tan expandida en el pueblo de Schio, donde vivía, que se la invocó como protección contra las bombas. Ella le aseguró al pueblo que no caería ninguna sobre ellos, promesa que se cumplió.
En sus últimos años enfermó y no podía abandonar la silla de ruedas. Cuando un obispo que la visitaba le preguntó que hacía todo el día en su silla de ruedas, ella respondió: “¿Qué es lo que hago? Exactamente lo mismo que usted: la voluntad de Dios. “La Hermana Josefina Bakhita murió el 8 de febrero de 1947. El 1 de octubre del año 2000, en el  marco del Jubileo, fue canonizada por Juan Pablo II. Su ejemplo, señaló el Papa, recuerda al mundo la exigencia de trabajar “para liberar a las muchachas y a las mujeres de la opresión y de la violencia, y restituirles su dignidad en pleno ejercicio de los derechos”.
Fuente Ellsberg Robert, Todos los Santos
Por Rosario Carrera.