Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

20 de febrero de 2021

Soñemos juntos. el Papa Francisco nos invita a soñar

 La Vida es Sueño y el Papa Francisco nos invita a soñar

En 'Soñemos juntos', invita a soñar con la mirada puesta en el arduo panorama pospandemia"

 

"La humanidad ha recibido el soplo del espíritu, es decir, se le ha dado la magnitud de volar hacia la dimensión infinita de los sueños. El Papa Bergoglio nos invita a soltar amarras, a emprender ese fascinante vuelo" 

"Karlol Wojtyla fue muy polaco y Joseph Ratzinger fue muy alemán, y Jorge Mario Bergoglio es muy argentino"

"En 'Soñemos juntos', el Papa se detiene en ese momento definitivo de la paz eterna como un punto de llegada a partir de los sueños como los anhelos más elevados de la condición humana"

"Para emerger de la tribulación del desaliento y de la impotencia, Francisco enciende una luz, nos señala una posibilidad redentora que es el camino de volver a creer que aunque el mal siempre estará presente, el bien es también siempre un punto de llegada posible"

08.02.2021 | Roberto Bosca, profesor Universidad Austral de Baires

Religión Digital

 Cuando el rabino argentino Abraham Skorka, actualmente residente en los EEUU, participó -apenas conocido el instrumento- de un panel sobre la encíclica Fratelli Tutti, apuntó a subrayar en esa circunstancia un término que el Papa utiliza allí, señalándolo como un dato original y un personal aporte del pontífice a una temática social cada vez más diversa y compleja. Se trata del verbo “soñar”, que atrajo su atención al advertir su inopinada presencia en el nuevo documento.

 

Al irrumpir en la encíclica de un modo sugerente, es razonable suponer que esta palabra y sus derivados merezcan -según el rabino, un buen conocedor de la personalidad y el pensamiento de Jorge Mario Bergoglio- una consecuente atención.

Skorka, quien mantiene desde hace muchos años una cordial amistad con el papa Francisco, no pensó que al emplearla, su autor haya querido incorporar un simple giro poético o meramente estilístico en el texto. Según su parecer, la importancia de este concepto en su pensamiento consiste en que él nos moviliza hacia la aventura de construir un mundo mejor y más pleno.

Ante el despliegue de tantos estrépitos en la vida de los pueblos, cabe preguntarse si no resulta oportuno levantar la mirada desde el misterio profundo de lo humano, y dirigirla hacia lo alto, porque la humanidad fue hecha a partir de la realidad material, pero también ha recibido el soplo del espíritu, es decir, se le ha dado la magnitud de volar hacia la dimensión infinita de los sueños. El Papa Bergoglio nos invita a soltar amarras, a emprender ese fascinante vuelo.

 



La referencia remite al célebre discurso pronunciado el 28 de agosto de 1963 por Martin Luther King en Washington, cuando frente al monumento de Abraham Lincoln, el líder de los derechos humanos expuso con una gran fuerza interior su ideario cívico: “Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño” apostrofó entonces la conmovida voz del pastor. Su mensaje se hizo uno solo con miles y miles de espíritus, y aún hoy ese llamado sigue encontrando un merecido eco en numerosos corazones, también en medio de las nuevas angustias de nuestro tiempo.

Cuando habló ante el Congreso de los EEUU, pronunciando una de las piezas mas sublimes sobre la vocación política, el Papa recordó ese momento histórico que ha quedado esculpido en la memoria colectiva de la humanidad, como una concreción del american dream de construir un futuro mejor en paz y libertad.

Sobre este mismo concepto vuelve una vez mas ahora Francisco en éste su último libro1, donde realiza una suerte de síntesis de las principales ideas directrices vertidas durante los últimos años en los documentos que espigan como verdaderos hitos su propio pontificado. En Fratelli Tutti él nos dice: ¡Qué importante es soñar juntos! y lo fundamenta en que los sueños, esos sueños colectivos que llevan adelante al género humano, no se construyen individualmente, sino entre todos, es decir, siempre teniendo a alguien a nuestro lado.

 Es exactamente la misma idea que afloró en su último discurso anual a la Curia romana, muy sabroso siempre y también esta vez en sus contenidos, como suelen ser las intervenciones pontificias. En esta ocasión el Papa citó sin nombrarlo al obispo brasileño Helder Cámara, al recordar su glosa evangélica: bienaventurados los que sueñan.

 


La utopía cristiana

 La encíclica toda es una síntesis del mensaje cristiano que es el sueño del amor fraterno. Ya desde el mismo comienzo el texto nos habla de los sueños de unidad, pero al mismo tiempo advierte cómo ellos pueden ser rotos en pedazos. Los sueños también suelen aparecer como una utopía en la mentalidad pragmatista del cinismo escéptico posmoderno. Sin embargo, más adelante dice el Papa que si se acepta el principio de que los derechos derivan de la inalienable dignidad humana, es posible aceptar el desafío de soñar.

Desde una perspectiva integrista, Thomas Molnar nos habla del utopismo como una herejía perenne en el sentido de una autodivinización del hombre. Pero el utopismo es la sacralización de la utopía si sabemos distinguirla de él, significándola como la innata pulsión de la humana naturaleza por mirar hacia adelante, según la misma disposición de nuestros ojos así nos lo presenta.

Sabemos que los constructores de utopías son a quienes debemos el progreso de la humanidad, aquéllos que se atrevieron a lo imposible. Aunque el neomarxista Herbert Marcuse fue también él mismo un crítico del pensamiento utópico y uno de los ideólogos del mayo francés, uno de sus apotegmas rezaba: “Sean realistas, pidan lo imposible”.

 

Carlos de Foucauld, a los altares

 Al finalizar el texto de la encíclica, el documento de Francisco evoca figuras ejemplares como nuevamente al mismo Luther King, así como a Mahatma Gandhi y a , el “hermano universal”, que fueron considerados idealistas tras imposibles utopías, para concluir en un rezo: “Que Dios inspire ese sueño en cada uno de nosotros. Amén”.

 

 Se trata de un tema recurrente en Francisco, que también lo piensa para su propio pueblo. Karlol Wojtyla fue muy polaco y Joseph Ratzinger fue muy alemán, y Jorge Mario Bergoglio es muy argentino. En una carta dirigida al presidente de la conferencia episcopal de su país natal con motivo del bicentenario de la independencia nacional, el Papa le decía un lustro atrás: “Sólo si nuestros abuelos se animan a soñar y nuestros jóvenes a profetizar cosas grandes, la Patria podrá ser libre”.

 

El texto concluye con una recomendación: “Necesitamos de abuelos soñadores que empujen y de jóvenes que -inspirados en esos mismos sueños- corran hacia adelante con la creatividad de la profecía". También en su exhortación Christus Vivit dirigida a los jóvenes, su contenido muestra varios párrafos donde el autor vuelve una vez mas sobre la díada juventud/ancianidad, bajo el subtítulo “Sueños y visiones”.

 


Allí el Papa recurre nuevamente a la profecía de Joel, que había citado en la carta del bicentenario, y explica brevemente su sentido. Un poco antes de este documento postsinodal, al presentar otro libro escrito en colaboración, La sabiduría de los años, que son relatos de experiencias de vida, Francisco exhortó a los jóvenes a encarnar los sueños de los ancianos para llevarlos adelante en sus propias vidas.

 

Ni bien declarada la peste, el 20 de marzo de 2020, Francisco solicitó al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral la creación de una comisión, en colaboración con otros departamentos de la Curia romana, para expresar el amor de la Iglesia por la familia humana y preparar la emergencia durante y después del proceso viral. En este libro el Papa escribe los fundamentos de esa tarea.

 

La perenne posibilidad del bien

 En efecto: en 'Soñemos juntos', Francisco invita nuevamente a soñar con la mirada puesta en el arduo panorama pospandemia. El antecedente de este libro se remite a un reportaje que le hizo el mismo Austen Ivereigh (con quien escribió esta nueva obra) por las mismas fechas, poco conocido en el mundo de habla hispana, pero publicado en Madrid y en Buenos Aires, donde una de las preguntas se refiere al encierro de los jóvenes y al aislamiento de los ancianos. Tras la publicación de dicha nota, Ivereigh adelantó a sus lectores un pormenorizado relato de su gestación.

 


 El significado de la palabra sueño es múltiple; puede referirse al mundo onírico propio del inconsciente que fue explorado por el psicoanálisis freudiano, construyéndose sobre él una teoría interpretativa, y puede aludir también a una instancia ambigua donde se desdibuja la frontera entre lo real y lo fantástico.

 

La ensoñación o el ensueño suelen ser consideradas actitudes del imaginario, ajenas a la realidad e incluso monstruosidades, como las concibió Goya. La literatura y la pintura han expresado artísticamente esa realidad humana y Calderón de la Barca construyó sobre ella su obra maestra.

 

En la tradición religiosa, el sueño tiene también un rico y milenario tratamiento. En el relato bíblico, un pasaje emblemático muestra cómo los sueños del faraón (Génesis, 41), son interpretados por José, inscribiéndose en la historia de la salvación. En su carta Patris Corde, a partir de los sueños donde Dios le revela sus designios a José, el esposo de María, Francisco recuerda que en los pueblos antiguos ese es un modo con que la voluntad divina es revelada a los hombres.

 

Para el cristianismo, la vida humana en el mundo es un sueño, en el sentido de que no constituye un estado definitivo sino un pasaje a la eternidad, que es la estancia última de la humanidad. La muerte, esa realidad tan presente a lo largo de toda la pandemia, no es el fin sino el comienzo de ese estatuto perenne, también caracterizado como un sueño en el que el espíritu descansa para siempre de las trepidaciones terrenales. Los difuntos duermen el somno pacis (el sueño de la paz).

 


 En Soñemos juntos, el Papa se detiene en ese momento definitivo de la paz eterna como un punto de llegada a partir de los sueños como los anhelos más elevados de la condición humana. Nuestra existencia, la de todo hombre y toda mujer que viene a este mundo, solo es posible que adquiera su verdadero sentido en la medida de poder soñar un futuro mejor, y en ese sentido también, como en la literatura calderoniana, la vida es sueño. Los sueños son como la condición del progreso humano. Por eso el prólogo del libro lo termina el pontífice con esta invitación, que es un desafío: Atrevámonos a soñar.

 

La palabra del Papa nunca es apocalíptica, aunque en ocasiones su lectura de la realidad suele ser muy crítica, precisamente para posibilitar su mejora, su progreso hacia lo alto. Por el contrario, su talante es francamente optimista y positivo, como lo es la buena nueva del Evangelio.

 

Para emerger de la tribulación del desaliento y de la impotencia, Francisco enciende una luz, nos señala una posibilidad redentora que es el camino de volver a creer que aunque el mal siempre estará presente, el bien es también siempre un punto de llegada posible, porque la gracia nunca ha de faltar; nos recuerda de algún modo que el sol sale todos los días, que sale hoy y volverá a salir mañana, acariciándonos con su calor, que el mundo es siempre una realidad donde la humanidad se cae una y otra vez, pero que siempre, siempre, siempre, se vuelve a levantar.