Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

26 de febrero de 2021

El Padrenuestro. Leonardo Boff

 

 

El Padrenuestro. Más líbranos del mal

Leonardo Boff. 

 

Dos judíos y un niño acaban de ser ahorcados en Auschwitz, delante de todos los presos.

Los dos judíos murieron rápidamente, mientras que al niño le costaba morir.

Entonces uno gritó detrás de mí: “¿Dónde está Dios? “

Yo callé.

Unos momentos después volvió a gritar:

“Pero bueno, ¿dónde está Dios?”

Y una voz dentro de mí respondió:

--¿Dónde está Dios? ¡Ahí, colgado en la horca!

 

El postrer grito humano: ¡líbranos, Padre! 

Para nosotros, la liberación comúnmente entraña la experiencia de cautiverio, de cadenas y de opresión. Es un significado verdadero también, ya que la presencia del pecado y del Maligno esclavizan la vida humana. Dios se revela de veras como libertador (ver Salmo 17,1.47).

Así se expresan los salmos: “ Guárdame del lazo que me han tendido, de la trampa de los malhechores; caigan los malvados en sus propias redes “(Sal 14, 9-10).

La experiencia subyacente en estas súplicas es la de la vida como camino, y la alianza con Dios como un andar por sus sendas…. Donde acechan peligros de toda clase: abismos amenazadores, asechanzas de enemigos, asaltos y cosas así.

Hablando figuradamente, ¿qué hace el Maligno? Su oficio es seducir, extraviar al hombre del buen camino, dar indicaciones falsas. ¿Y qué hace Dios? Protege de los peligros, libra de las emboscadas, señala siempre la dirección justa. A Jacob Dios le dice: “Yo estoy contigo, yo te guardaré adondequiera que vayas, te haré volver a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido” (Gén 28,15).

¿Cuáles son los caminos de Dios? Es el modo de andar orientado por la justicia, la verdad, la fraternidad, superando las fuerzas del egoísmo y del poder opresor.

Cada generación tiene su maligno contra el que debe especialmente protegerse, suplicando el amparo divino. Ese maligno personifica la maldad difusa que impregna a la humanidad.

En este nuestro tiempo, el Maligno que ofende a Dios y humilla al hombre aparece bajo la figura del egoísmo colectivo de un sistema social oligárquico y excluyente, insolidario con la pobreza de las grandes mayorías. Tiene un nombre: el Capitalismo de la propiedad privada y el Capitalismo de Estado.

Apelándose al lucro, a los privilegios y al fortalecimiento del aparato estatal, a los hombres se les mantiene aterrorizados y, a muchos de ellos, encarcelados, torturados, muertos; a 2/3 de la población mundial se le sigue aherrojando bajo el yugo de la legión de demonios del hambre, la enfermedad, la disgregación familiar, la falta de casas y de escuelas y hospitales.

Este Maligno dispone de seducciones, penetra furtivamente en las mentalidades volviendo los corazones insensibles a las iniquidades estructurales que él mismo abona.

En el contexto apocalíptico-escatológico, el Maligno – al que se refiere directamente la petición del padrenuestro – hace suponer que la humanidad está caminando hacia su meta final. Y en el último trayecto irrumpen todos los obstáculos, se abren de par en par todos los abismos y alcanza su paroxismo el peligro de defección respecto al proyecto del bien.

Ante situación tan angustiosa, el fiel y la comunidad gritan: ¡Padre….líbranos del Maligno y de todo mal! Así como no tienes que dejarnos caer en la tentación, ¡sustráenos también a la acción del Maligno!.

Pero el peligro no estalla sólo al final de la historia: se estructura ya ahora, y en cada rincón nos acecha para perdernos. Es cuando gritamos: ¡Líbranos del mal!. Protégenos contra la apostasía de la dimensión de la bondad. Padre, ¡no permitas que te abandonemos!

Si hemos rezado desde lo hondo del corazón, podemos quedar tranquilos porque el mismo Jesús nos garantiza: “Cualquier cosa que pidáis alegando mi nombre, la haré(Jn 14,14); “ánimo, que yo he vencido al mundo”(Jn 16,33); “poneos derechos y alzad la cabeza, que se acerca vuestra liberación” ( Lc 21,28).

 

Leonardo Boff