Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

6 de enero de 2019

CELEBRAR... Palabras a Voleo


Seguramente leyeron el artículo anterior de  nuestro blog. El  que se llamaba TRES EN UNO  y que tenía como imagen simbólica esta de  aquí.

Recordarán  que junto a cada ángulo  de  ese triángulo presentábamos tres palabras. 

Una: CONOCER – otra: ACTUAR,- y… la que aparecía   con una letra  más destacada en la esquina superior. 

Es la que vamos a cementar ahora  porque nos parecía que para muchos era la más importante.  Con  ella hoy echamos a voleo  para  pensar  juntos el vocablo
CELEBRAR

Estamos tratando de lo que  reflexionamos en las distintas asociaciones a las que pertenecemos, sean religiosas o no y reconocemos que en todas ellas tiene gran importancia

La etimología de esa palabra viene del latín celeber (en español célebre).A  una persona célebre  se la celebran homenajes, o se  la  distingue con  actos en los que asiste o interviene mucha gente. Una persona o un acontecimiento  como la celebración de la independencia, un premio recibido… o el fallecimiento de un ser querido.    Se celebran  aniversarios,  recuerdos de victorias o de acciones famosas…  Entre los cristianos  se celebran sacramentos, recuerdos de personajes, muy  especialmente de Jesús, su nacimiento, su muerte y su resurrección,  las vidas de santos u otros sucesos importantes, especialmente lo que llamamos misa… 


Tantas cosas hay para celebrar que , por eso a ve ces  entre los creyentes en esa  religión   son las celebraciones lo que parece  tener  más importancia.  Pero  nos podemos olvidar de asuntos  más importantes  de nuestra fe, de nuestra  sociedad.  Nos olvidamos de conocer  sus documentos, sus libros sagrados, no  nos interesamos por conocer bien  a aquel  de quien partió  esa fe, en esta caso Jesús de Nazaret;  nos traen sin cuidado sus enseñanzas… todo lo arreglamos con celebrar, celebrar...

Peor todavía: celebramos el pasado pero nos olvidamos de las acciones, los trabajos, los objetivos para los que se fundó esa organización.  Si es , por ejemplo una asociación e  ayuda a los enfermos… nos olvidamos de los enfermos, Todo se convierte en celebrar.

Hace poco decía la prensa que en Estados unidos mucha gente celebraba las navidades pero… ‘no sabía qué celebraban en esa fiesta, no conocían a Jesús,  En Navidades se hacen fiestas y regalos sin saber por qué. Eso pasa en otros lugres.  Es bueno celebrar con tal de no olvidar lo más importante, CONOCER   nuestra asociación, su historia, sus ideas y doctrina  y los motivos por los que se fundó,  y convertir en ACCIONES  esas ideas, no quedarnos solo en palabras.

"Cuántas veces hemos visto el escándalo de esas personas que van a la Iglesia, están todo el día allí, o van todos los días, y después viven odiando a los demás o hablando mal de la gente. Esto es un escándalo", dijo el Pontífice argentino.

Pero hablamos hoy  de  las celebraciones, concretamente de cómo tienen que ser.   Aquí les ofrecemos unas características.

1.-  Los que asisten no deben dejar que solo celebre el sacerdote. Los CELEBRANTES somos todos.

2.- Por eso los asistentes  deben   participar lo más posible,  primero colocándose lo más cerca posible del centro de la reunión. Si es una misa  no es altar ese centro  sino una mesa de reunión. Claro no es lo mismo una celebración con 20 personas alrededor de la meda  que  con cientos de  participantes,  pero el sentirse cerca es importante.

3.-el lenguaje debe entenderse. Los  que presiden a veces emplean  unas palabras  difíciles o aburridas que no interesa a nadie (o no se entienden)


4.- Actualmente el padre que preside se pone unas vestiduras que son recuerdo del “tiempo de los romanos”,  de hace varios siglos, pero no sería necesario ponerse ornamentos porque podría  sentirse con traje más sencillo más cercano y familiar  con el pueblo. Lo peor es que después  los  ayudantes más cercanos también les gusta ponerse algo para distinguirse:. las sotanas de acólitos, alguna  insignia especial, aunque sea una corbata o un traje negro ¿(por qué el color negro es más santo  que un traje de cualquier color?). 



Ese DISTINGUIRSE que tanto les gusta a muchos es señal del clericalismo  el sentirse especiales los que tienen algún cargo en la iglesia.Muchos lo  critican y especialmente  critica el papa Francisco  que va poco a poco retirando  algunos  signos que lo separen de la gente y mezclándose  en lo que puede con el pueblo. Hoy eso no se puede cambiar de golpe, pero  ahí se va caminando.

5.- Las ceremonias de la celebración que empezaron siendo sencillas poco a poco se van complicando.

Se van añadiendo signos especiales,  el oleo y el crisma del bautismo,  unas candelas   sobre la mesa en la misa o el cirio pascual, ( hace un montón  de siglos, cuando no había luz eléctrica eso eran luces para alumbrarse  que podían ser  antorchas de leña. Hoy que en muchos lugares  hay buena iluminación se le da un simbolismo de la luz de Jesús luz del mundo…. Así se van añadiendo símbolos y haciendo complicadas las celebraciones sencillas. Algunos signos  están bien y merecen la pena otros  son ocurrencia de alguien y no tienen sentido.  Durante 8 siglos  se tomaba la eucaristía en la mano para comerla como es lógico.  A alguien se le ocurrió que  era de más respeto (¿por qué?) darla en la boca y hoy muchos sin saber por que no se atreven a extender la mano.

Semejante a eso hay muchas ceremonias, gestos, trajes, imágenes… Que forman  parte de las celebraciones que  al principio eran mucho más sencillas. 

Durante  3 siglos no existían templos y para hacer oración la gente  se reunía en cualquier rincón. Hoy aumentan los templos, capillas, catedrales, basílicas… Así  cada vez más los seguidores de Jesús  cambian  su enseñanza y su ejemplo por ceremonias que se complican más cada vez.

Esto no sólo sucede en la religión  también   muchas asociaciones  civiles amontonan ceremonias, algunas con cierto sentido humano, patriótico, social… otras pura vanidad, orgullo, presunción mientras olvidan sus deberes de  justicia, derechos humanos, cultura, búsqueda de la verdad…Como  profundización  vamos a ofrecerles este documento de un muy  buen teólogo ,  ya fallecido, José Ruiz de Galarreta,S,J.  que nos puede hacer repasar mucho de lo que hacemos  por rutina, por costumbre en lo que llamamos misa. Aquí lo tienen: Piensen. Es para leerlo despacio:

Los primeros cristianos no tenían templos ni celebraban sacrificios 

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La Cena del Señor, la Fracción del Pan, no nace en el templo sino en la Sinagoga. La Sinagoga Cristiana toma la estructura de la Judía, pero la modifica y la completa.

Su local no es el Templo, ni la preside un sacerdote (ni un doctor); en ella no se celebran sacrificios sino que se lee la palabra y se hace oración. La modifica, porque la palabra del AT se ve sustituida por los hechos y dichos de Jesús, no narrados y explicados por sabios doctores sino por los Testigos de Jesús; y los participantes ponen en común lo que el Espíritu da a cada uno (profetas). La completa, porque termina con la Fracción del Pan, que no tiene precedente en el AT. En esa reunión no hay sacerdotes, ni aparece alguien que por oficio la presida, ni aparece por ninguna parte que se ofrezca un sacrificio, ni se nombre la palabra altar.

Nuestra pregunta tendrá que ser, necesariamente: ¿de dónde han salido la interpretación sacrificial de la Eucaristía, llamada “el santo sacrificio de la Misa”, con todos sus ritos, su clericalización y la mera “asistencia y participación” de los “laicos”?

Esteban, hace un virulento ataque contra el Templo: “no se pueden hacer casas en el Altísimo”. Los primeros seguidores de Jesús no tienen Templos, lugares de presencia de Dios y de adoración. Pero más tarde fueron surgiendo. ¿Era un retorno al Antiguo Testamento, una traición a Jesús? La magnificencia de los templos cristianos ¿tiene que ver con Jesús o más bien con el Templo de Jerusalén?

Aquí llegamos a la conjunción de varias líneas: el aumento del número, la progresiva crecimiento de la clase clerical, el cambio teológico de banquete a sacrificio, la posesión de riquezas y la concepción de los templos como esplendorosos monumentos a la gloria de Dios, que son un peligro mortal para la Cena del Señor.

Recordemos: Dios no necesita nada, solo que cuidemos de sus hijos. Todo el dinero que tenga la Iglesia es para los pobres. Sólo cuando nadie en el mundo padezca ninguna necesidad podremos dedicar dinero a la gloria de Dios.

El espíritu está en la asamblea, no en la cabeza aislada. En la Iglesia no hay poder sino misión. Hemos comprobado que, invariablemente, las decisiones importantes se tomaban en la asamblea, que aparecía siempre como órgano supremo a la hora de decidir, aun cuando estuvieran presentes los apóstoles y el mismo Pedro.

Esto sucedió desde el principio, con la elección de Matías, hasta el final, con el que llamamos “Concilio de Jerusalén”, a cuyas autoridades se someten Pedro y Pablo, con reticencias de los de Santiago.

¿Cómo se tomarían las decisiones importantes en el futuro? El modo asambleario fue declinando, dejando paso al modo monárquico. ¿Cuándo comenzó esta sustitución? ¿Se parece algo aquel modo asambleario original al modo actual de ejercerse la autoridad del Papa, de los obispos y de los Concilios?

La función de los Doce, y muy especialmente de Pedro: “Nosotros nos dedicaremos a la oración y a la Palabra”, dejando la administración a otras, elegidas por la comunidad. Los Doce, y más tarde los apóstoles, tienen la misión de la Palabra, para cumplir la cual les es necesaria la oración. Eso les da autoridad, pero nunca aparece esta autoridad como un poder ni lejanamente semejante a poderes civiles, ni menos aún militares o económicos. El caso de Pedro es llamativo:
toma iniciativas aceptadas por todos (elección de Matías (1,12);
propone a la comunidad y a ésta le parece bien (ibid.);

Es enviado por la comunidad, junto con Juan, a la evangelización de Samaria (8,14);
toma por su cuenta y riesgo de decisión de entrar en casa de paganos y bautizarlos (10,34);
tiene que dar explicaciones a la comunidad de Jerusalén, cosa que hace con toda naturalidad (11, 1);
opina, con autoridad pero sin carácter de decisión definitiva, en el “Concilio de Jerusalén” (15,7);
recibe la reprimenda de Pablo (Gal. 2,11) “porque era digno de reprensión”.

Las formas de gobierno. Hemos comprobado que existen varias formas. La comunidad de Jerusalén parece regirse por un consejo de ancianos presididos por Santiago, “el hermano del Señor”. En otras comunidades aparecen sin más “los presbíteros”, que parecen ser también consejos de ancianos, unas veces espontáneos y otras nombrados por Pablo o algún otro apóstol. Finalmente aparecerán los epíscopos, que una veces son presidentes del consejo de ancianos y otras se presentan con autoridad más personal. De todas estas formas solamente ha subsistido en la Iglesia el episcopado, monárquico.

Tendremos que preguntarnos por qué declinaron las otras formas y también si no podrían existir hoy en la Iglesia sistemas de gobierno diferentes. Aparecen los diáconos, como encargados de temas económicos, como encargados de los aspectos físicos de la Fracción del Pan y como auxiliares de los epíscopos.

Tanto los epíscopos como los presbíteros, los diáconos, y profetas son casados; más aún los textos no aparecen tolerarlo sino exigirlo. 1Tim 3,2-5: Es, pues, necesario que el epíscopo sea irreprensible, casado una sola vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar, ni bebedor ni violento, sino moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, que gobierne bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad; pues si alguno no es capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios?

Incluso se habla de los apóstoles, y expresamente de Pedro, como “acompañados por una mujer cristiana” (1 Corintios 9,5). Solamente se habla de célibes refiriéndose a Pablo y Bernabé y no para ponerlos como modelos por su celibato sino precisamente para justificar su carácter excepcional… 

¿De dónde ha salido el celibato sacerdotal obligatorio? Ha ido surgiendo más tarde en la Iglesia, puesto que no la encontramos en las primeras comunidades.

No hay más sacerdotes que los del Templo de Jerusalén. Las comunidades cristianas no tienen sacerdotes. ¿Cómo nacieron y qué significan? De todo esto se deduce algo muy claro. Todos estos modos de gobierno pueden ser convenientes o inconvenientes, eficaces o inútiles, pero nunca podrán decir que provienen de Jesús, y por tanto pueden modificarse. Pero lo que sí es de Jesús, y resplandece en las primeras comunidades, es que se sienten responsables de sí mismas, que no hay división ninguna entre los que mandan y los demás, que no hay clase clerical, que nadie se siente con poderes divinos. Las formas pueden cambiar, pero si no cabían con el Espíritu de Jesús son traición y llevan al fracaso.

Las mujeres. Son muy importantes: lo fueron en la vida de Jesús y más aún en la Resurrección; son parte mayoritaria de la primera comunidad de Jerusalén y probablemente también de otras. Son citadas con mucha frecuencia en Hechos como magníficas colaboradoras, y aparecen ostentando los cargos de apóstoles, diaconisas y profetas. Incluso aparecen breves citas en que da la impresión de que es la pareja, el matrimonio, el que es sujeto de la misión.

Esto fue desapareciendo en la Iglesia. No desapareció su importancia real, pero sí toda la participación en cargos de las iglesias. ¿Cuál es la causa de su exclusión a lo largo del tiempo, y cuáles son sus reales y posibles funciones en la Iglesia hoy? Sería largo de explicarlo pero es fácil hacer una afirmación: su exclusión no viene de Jesús.

Al rechazar el sacerdocio para las mujeres se suelen aducir dos argumentos: que Jesús en la última cena ordenó sacerdote a solo varones; y que en la tradición de la Iglesia no ha habido nunca mujeres-sacerdotes. La respuesta a estos argumentos es muy sencilla: en los Hechos de Apóstoles aparece claramente que en las primeras comunidades no hubo sacerdotes, muestra evidente de que Jesús no ordenó de sacerdotes a nadie; pero en todos los servicios a la Iglesia que aparecen en esas comunidades, apóstoles, profetas, diaconisas… aparecen mujeres.

Convertíos: cambiar. El vino nuevo rompe los odres viejos. Si el Antiguo Testamento era fidelidad al pie de la letra a lo antiguo, lo formulado, inmutable, lo de Jesús va a ser muy diferente, y así se muestra en Hechos.

Las primeras comunidades no tuvieron inconveniente en cambiar: abandonaron el Templo, la circuncisión, las restricciones alimentarías, la prohibición de tratar con paganos, el modo de autoridad, la función de las mujeres…

Y se atrevieron a cambiar dos cosas que pasan desapercibidas y son radicalmente importantes: Cambiaron de idioma. Abandonaron el sagrado hebreo de las escrituras y el arameo en que se expresó a Jesús. Hablaron a la gente, tradujeron a Jesús al idioma de todo el mundo. Y es que no tenían un idioma sagrado, ni fórmulas sacras o mágicas.

En el mismo sentido, cambiaron de cultura. No hace falta ser judío, ni en idioma ni en costumbres ni en cultura para seguir a Jesús. Ni hace falta ser occidental, ni romano, ni en idioma ni en costumbres ni en cultura.

Me atrevo a decir más: a aquellas comunidades no les hizo falta ser judíos ni en religión. A otras culturas actuales ¿les hace falta ser occidentales en religión? ¿Hay una identificación entre el cristianismo occidental (griego y romano y muchas cosas más) y el camino de Jesús, o eso es lo que nosotros, Occidente, nos hemos creído, con la misma razón/sinrazón que los judíos del tiempo de Jesús y de los Hechos llamaban “Palabra de Dios” a sus interpretaciones y costumbres?

Ni el sacerdocio ni el episcopado monárquico, ni la actitud del Papa como vicario infalible de Cristo, ni el sentido sacrificial de la Cena del Señor ni cinco de los siete sacramentos, ni la diferenciación entre clero y laicos, ni el celibato de los ministros ni la construcción de templos aparecen en los escritos que hemos comentado.

Esto parece indicar con claridad que no tienen su origen en Jesús sino que son introducidos más tarde en la Iglesia. Podrán ser aciertos o equivocaciones, dependerán del Espíritu de Jesús o serán traiciones a él, pero está claro que no pueden fundamentarse en la voluntad de Jesús ni afirmarse que fueron “fundados” por Él.

Pero esto podría ser marginal. Naturalmente las costumbres cambian, los tiempos piden modificaciones. No es lo mismo gobernar una comunidad de veinticinco personas que otra de cien mil ni se pueden reunir en el mismo local, no se pueden transferir modos de las iglesias primeras a las nuestras.

Por supuesto. Pero hay algo que no es marginal: la fidelidad al Espíritu de Jesús. Y aquí tenemos un problema: muchas de las diferencias entre los modos de las primeras iglesias y los de la Iglesia actual no son modificaciones pedidas por la adecuación del espíritu a nuestros tiempos sino más bien desviaciones al espíritu de Jesús.

Una Iglesia que se preocupa más de sus problemas y su propio status que del hambre y la injusticia del mundo, no vive el Espíritu de Jesús.

Una Iglesia que ha convertido la cena del señor en un espectáculo ostentoso, celebrado solo por clérigos y en locales espectacularmente costosos, no tiene nada que ver con la humilde celebración alrededor de la mesa de las primeras comunidades.

Una Iglesia gobernada autocráticamente por personas que se dicen ser representantes del poder Dios mismo no se parece nada a la iglesia asamblearia de sus principios.

Una Iglesia que excluye a las mujeres y exige el celibato de los sacerdotes, no consiste en el número de adeptos ni en su poder económico o en su prestigio social, sino en su capacidad de trasmitir el Espíritu de Jesús.

Conclusión primaria; está muy claro que la Iglesia hoy tiene problemas, pero debería también estarlo que la única vía de solución es repetir la experiencia de las primeras comunidades: obedecer al espíritu de Jesús, aunque hay que renunciar a tantas y tantas cosas que se nos han pegado tan profundamente que nos parece que son fundamentales. Pues no lo son, más bien son traiciones clamorosas al espíritu de Jesús: eso es lo que hace fracasar a la Iglesia.

+ José Ruiz de Galarreta, S.J.