Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

6 de enero de 2019

Osvaldo Bayer, el hombre que nunca se rindió

Osvaldo Bayer

El hombre que nunca se rindió
“El intelectual tiene la obligación moral de salir a la calle cuando ve injusticias en la sociedad. No quedarse en la torre de marfil”.

Nombrar a Osvaldo Bayer en Argentina es citar el ejemplo de un hombre consecuente que dedicó su vida a la defensa de los derechos humanos. Su muerte a los 91 años en el día de Nochebuena, es sentida por amplios sectores populares, ya que su trayectoria estuvo siempre ligada a la suerte de los empobrecidos y los perseguidos.

Su primera desobediencia con alto coste personal, fue su negativa al Servicio Militar. Fue penalizado con 18 meses a barrer y limpiar los despachos de los oficiales.  Pero el castigo pretendía ser un “correctivo”, para Osvaldo fue simplemente la confirmación de sus principios. Su recorrido vital, fue una lucha constante por un país más democrático e igualitario. Comenzó como periodista en el diario  “Noticias Gráficas”, de Buenos Aires.

Pero antes de dos años, se fue al sur, impulsado por su deseo de conocer el interior del país. Se radica en Esquel y comienza a escribir en un diario local. Allí comprobó que había explotación laboral en las estancias y conoció la opresión que sufrían los descendientes de los pueblos originarios. 
Sus notas críticas defendiendo a los trabajadores le valieron su primer despido, y decidió entonces fundar “La Chispa”, definido como un “periódico independiente”. Editó cinco números. Un día llegó la Gadarmería y le mostró una orden firmada por un comandante dándoles 24 horas para terminar con la publicación. Volvió a buenos Aires,  y allí ingresó en el diario “Clarin”, donde ocupó la jefatura de redacción y estuvo doce años.

La verdadera “Conquista del desierto”

Periodista comprometido, escritor riguroso con la historia verdadera, “destapó” graves hechos ocurridos en el país en los años de la “organización nacional”, como el despojo y asesinato del que fueron víctimas los pueblos originarios. 

“Me he propuesto –explicaba- no tener piedad con los asesinos, con los verdugos que actúan desde el poder, se reduce a descubrirlos, dejarlos desnudos ante la historia y la sociedad y reivindicar de alguna manera a los de abajo, a los que en todas las épocas salieron a la calle a dar sus gritos de protesta y fueron masacrados, tratados como delincuentes, torturados, robados, tirados en alguna fosa común”.
Bayer, de formación anarquista, puso en evidencia el verdadero rostro de la “Conquista del Desierto”, como la historia oficial denomina al exterminio de las tribus indígenas en Argentina por el ejército. Investigó en el Archivo General de la Nación, recorrió pueblos de la región y conversó con descedientes de aquellos originarios.

Bayer también investigó y con documentos y relatos reconstruyó las matanzas de trabajadores rurales en el sur de Argentina en los años 20. Con esos elementos Héctor Olivera filmó en los años 70 “La Patagonia Rebelde”, película que obtuvo el premios internacionales y que recrea la lucha por sus derechos de los obreros de las grandes estancias sureñas y su fusilamiento por militares y sicarios.

Exiliado en Alemania

Osvaldo Bayer, estuvo exiliado en Alemania durante la dictadura, (1976-1983). Fue uno de los primeros que dio su apoyo a las Madres de Plaza Mayo cuando el movimiento nació en Abril del 77. Con coraje y valentía, siempre puso su voz y su palabra en la denuncia de las infinitas tropelías cometidas por la dictadura cívico militar. Ya en el país,  defendiendo las causas justas de los postergados, los despojados.

En un viaje que realiza a la Lamarque, en la provincia de Río Negro, constata que “la ética no se rinde nunca”. Así lo expresa tras integrar una caravana de vehículos que llegó hasta ese lugar para rendir homenaje al asesinado escritor y periodista Rodolfo Walsh. “No íbamos en busca de méritos, ni para lograr candidaturas, ni para comprar tierras.”  No íbamos solo- y esto es lo increíble-acompañados por la ética. Sí, nos gusta repetirlo. Porque íbamos a rescatar la memoria. Ibamos a abrazar el recuerdo del mejor de nuestra generación. Se llamó –se llama- Rodolfo Walsh.” Es entonces cuando escribe que “la ética no se rinde nunca. O mejor aún, jamás. A veces pueden pasar siglos, pero sigue horadando en la memoria. Y de pronto, está ahí, frente a nosotros”.

La ética le acompañó hasta el final

En sus últimos años, su prédica no disminuyó y sus convicciones y rebeldía seguían intactas. Muchos le consultaban en su casa de Buenos Aires, donde se refugiaba rodeado de  miles de libros, apuntes, y carpetas. Bayer bromeaba diciendo que si alguna vez que transitaba por los pasillos se desmoronaba aquella pila inestable de libros y revistas podría morir aplastado. Y entonces decía riéndose: “sería una muerte soñada, moriría sepultado por los libros”. 

Con su partida, Argentina pierde al más consecuente defensor de las causas justas. No hubo quien con ese coraje pusiera en evidencia a los asesinos y a los verdugos que actuaron desde la impunidad del poder. Quizás por eso, el dolor por su ausencia no quedó en las redacciones, en las librerías, en los barrios de Buenos Aires, o en la casa de las Madres, sino que se extendió hasta los pueblos más lejanos del territorio con cuyos habitantes vivió comprometido. El “historiador Felipe Pigna dejo que “el mejor homenaje que podemos hacerle es leerlo, recordar su coherencia y seguir su lucha, es lo que más le hubiera gustado”.

Por Carlos Laquinandi Castro
Fuente SERPAL