Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

9 de octubre de 2021

El Evangelio del domingo 10 de octubre y la reflexión de J.A. Pagola

 

UNA COSA NOS FALTA

 


En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:

Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

Jesús le contestó:

¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más

que Dios.

Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.

Él replicó:

Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.

Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:

Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el

dinero a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo – y

luego sígueme.

A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó

pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando

alrededor, dijo a sus discípulos:

¡ Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de

Dios !

 

Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús

añadió:

Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los

que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un

camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico

entrar en el reino de Dios.

Ellos se espantaron y comentaban:

Entonces, ¿quién puede salvarse?

Jesús se les quedó mirando y les dijo:

Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo

puede todo (Marcos 10, 17-27)


UNA COSA NOS FALTA

No es un enfermo que pide curación. No es un leproso que, desde el suelo, implora compasión. Su petición es de otro orden. Lo que él busca en aquel maestro bueno es luz para orientar su vida.

Antes que nada, Jesús le recuerda que <<no hay nadie bueno más que Dios>>. Antes de plantearnos que hay qué <<hacer>> hemos de saber que vivimos ante un Dios bueno como nadie: en su bondad insondable hemos de apoyar nuestra vida.

La respuesta del hombre es admirable. Todo eso lo ha cumplido desde pequeño, pero siente dentro de sí una aspiración más honda. Está buscando algo más <<Jesús se le queda mirando con cariño>>.

Por eso Jesús le invita a orientar su vida desde una lógica nueva. Lo primero es no vivir agarrado a sus posesiones (<<vende lo que tiene>>). Lo segundo, ayudar a los pobres (<<dales tu dinero>>). Por último, <<ven y sígueme). Los dos podrán recorrer juntos el camino hacia el reino de Dios.



¿No es esta nuestra experiencia de cristianos satisfechos de los países ricos? ¿No vivimos atrapados por el bienestar material? ¿No nos falta la alegría y libertad de los seguidores de Jesús?


CRISTIANOS TRISTES

Es un hombre bueno. Jesús le invita a seguirle a él hasta el final: <<Te falta una cosa: vende lo que tienes y da el dinero a los pobres… luego ven y sígueme>>.

El mensaje de Jesús es claro. No basta pensar en la propia salvación; hay que pensar en las necesidades de los pobres. No basta preocuparse de la vida futura; hay que preocuparse de los que sufren en esta vida. No basta con no hacer daño a otros; hay que colaborar en el proyecto de un mundo más justo tal como lo quiere Dios.

¿No es esto lo que nos falta a los cristianos del Primer Mundo, que disfrutamos egoístamente de nuestro bienestar material mientras cumplimos nuestros deberes religiosos con una conciencia más o menos tranquila?

No se esperaba el rico la respuesta de Jesús. Prefiere su dinero; vivirá sin seguir a Jesús. ¿No es esta la postura más generalizada entre nosotros?. Preferimos nuestro bienestar. Queremos ser cristianos sin <<seguir>>  a Cristo. Su planteamiento nos sobrepasa. Nos pone triste porque, en el fondo, desenmascara nuestra mentira.


EL CAMBIO FUNDAMENTAL

El cambio fundamental al que nos llama Jesús es claro. Dejar de ser unos egoístas que ven a los demás en función de sus propios intereses para atrevernos a iniciar una vida más fraterna y solidaria.

Por eso, a un hombre rico que observa fielmente todos los preceptos de la ley, pero que vive encerrado en su propia riqueza, le falta algo esencial para ser discípulo suyo: compartir lo que tiene con los necesitados.

Lo más importante en el evangelio de Jesús es crear fraternidad. El amor fraterno que nos lleva a compartir lo nuestro con los necesitados es <<la única fuerza de crecimiento>>, lo único que hace avanzar decisivamente a la humanidad hacia su salvación.

Con frecuencia, los cristianos nos instalamos cómodamente en nuestra religión, sin reaccionar ante la llamada del evangelio y sin buscar ningún cambio decisivo en nuestra vida. Hemos <<rebajado>> el evangelio acomodándolo a nuestros intereses.

Pero ya esa religión no puede ser fuente de alegría. Nos deja tristes y sin consuelo verdadero.

 

ENFERMEDAD MAL DIAGNOSTICADA

La <<enfermedad del dinero>> es silenciosa. Sus síntomas ponen de manifiesto un desarrollo interior de la persona, pero poco a poco puede arruinar la vida entera del enfermo robándole la alegría de vivir.

Esta enfermedad se va agravando en la medida en que la persona va poniendo como objetivo supremo de su vida el dinero y lo que el dinero puede dar.

Entonces el dinero se convierte poco a poco en lo único importante. Algo que se antepone a la ética, al descanso, a la amistad o al amor. Y la vida termina por arruinarse en la insatisfacción constante, la competitividad y la necesidad de ganar siempre más.

El remedio no consiste en despreciar el dinero, sino en saber darle su verdadero valor. El dinero que se gana con un trabajo honrado es bueno. Es necesario para vivir.

Pero se convierte en nocivo si domina nuestra vida y nos empuja a tener siempre más y más, solo por poseer y conseguir lo que otro no pueden.

La manera sana de vivir el dinero es ganarlo de manera limpia, utilizarlo con inteligencia, hacerlo fructificar con justicia y saber compartirlo con los más necesitados.


UN DINERO QUE NO ES NUESTRO

Si todos somos hermanos y la tierra es un regalo de Dios a toda la humanidad, ¿con qué derecho podemos seguir acaparando lo que no necesitamos, si con ello estamos privando a otros de lo que necesitan para vivir? ¿No hay que afirmar más bien que lo que le sobra al rico pertenece al pobre?.

Por eso, cuando damos algo nuestro a los pobres, en realidad tal vez estamos restituyendo lo que no nos corresponde totalmente.

Escuchemos estas palabras de san Ambrosio: <<No le das al pobre de lo tuyo, sino que le devuelves lo suyo. Pues lo que es común es de todos, no solo de los ricos…Pagas, pues, una deuda; no das gratuitamente lo que debes>>.



<<Que difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios>>.No es una suerte tener dinero, sino un verdadero problema, pues el dinero nos impide seguir el verdadero camino hacia Jesús y hacia su proyecto del reino de Dios.

 

José Antonio Pagola