Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

1 de febrero de 2023

¡BASTA DE ENRIQUECERSE CON EL DINERO DE LOS MÁS DÉBILES...

"Estamos seguros de que la presencia del Papa aquí, en el Congo, permitirá poner la situación del país en el centro de la atención de la comunidad internacional. Y Francisco encontrará, esperamos, las palabras adecuadas para dirigirse a los líderes, a aquellos que pueden influir en la evolución de la situación que vivimos, incluida la llamada comunidad internacional"

"No podemos entender que lo que está ocurriendo en el Este de nuestro país. Toda la comunidad internacional, las Naciones Unidas, se declaren impotentes ante un pequeño grupo de bandas armadas. Eso nos sorprende. Si nos fijamos en la situación de Ucrania, hay un país que la ha atacado, pero se están poniendo los medios para que pueda volver el orden. Mientras que en nuestro país, la comunidad internacional se declara impotente. Y eso, para nosotros, es repugnante"

31.01.2023 José Lorenzo

El Papa vive un emotivo encuentro con las víctimas de la violencia en el este de la República Democrática del Congo RDC

El grito de Francisco desde el Congo: “Pongan fin a la guerra. ¡Basta de enriquecerse a costa de los más débiles, con recursos y dinero manchado de sangre!”

El Papa bendice a algunas de las víctimas Vatican Media

"Condeno la violencia armada, las masacres, los abusos, la destrucción y la ocupación de las aldeas, el saqueo de campos y ganado, que se siguen perpetrando en la República Democrática del Congo. Y también la explotación sangrienta e ilegal de la riqueza de este país, así como los intentos por fragmentarlo para poderlo controlar”

"Un futuro nuevo llegará, si el otro, sea tutsi o hutu, ya no es más un adversario o un enemigo, sino un hermano y una hermana en cuyo corazón es necesario creer que existe, aun escondido, el mismo deseo de paz"

"Es la guerra desatada por una insaciable avidez de materias primas y de dinero, que alimenta una economía armada, la cual exige inestabilidad y corrupción. Qué escándalo y qué hipocresía: la gente es agredida y asesinada, mientras los negocios que causan violencia y muerte siguen prosperando”, clamó Francisco

El Papa les pidió “en nombre del Dios de la paz, desmilitarizar el corazón, quitarle el veneno, rechazar el odio, aplacar la avaricia, eliminar el resentimiento”

“Hermanos, hermanas, hijos e hijas de Ituri, de Kivu del Norte y del Sur, estoy con ustedes, los abrazo y los bendigo a todos. Bendigo a cada niño, adulto, anciano, a cada persona herida por la violencia en la República Democrática del Congo, en particular a cada mujer y a cada madre"

Francisco no pudo desplazarse, por razones de seguridad, hasta el corazón de las tinieblas que -sobre todo- el este de la República Democrática del Congo (RDC). Pero las víctimas de ese corazón que se desangra sí acudieron a visitar a quien saben que, además de consuelo, puede llevarles un poco de esperanza con su denuncia activa de los desmanes que se están produciendo en Bunia, Beni-Butembo, Goma, Masisi, Rutshuru, Bukavu, Uvira, la geografía del terror, “lugares que los medios de comunicación internacionales no mencionan casi nunca”, como señaló Francisco durante el emotivo encuentro celebrado en la Nunciatura, en Kinshasa, en la segunda jornada de su viaje apostólico al Congo.

Tras la jornada festiva de la mañana, todo música, baile, alegría en la misa multitudinaria que se celebró bajo un calor sofocante, la tarde fue el momento de las lágrimas y el dolor. “Sus lágrimas son mis lágrimas, su dolor es mi dolor. A cada familia en luto o desplazada a causa de poblaciones incendiadas y otros crímenes de guerra, a los sobrevivientes de agresiones sexuales, a cada niño y adulto herido, les digo: estoy con ustedes, quisiera traerles la caricia de Dios”, les dijo un conmovido Francisco todavía por los testimonios que había escuchado de las víctimas de la violencia en uno de los países más ricos y, paradójicamente, más pobres del planeta.

Francisco bendice a una mujer que fue usada como esclava sexual

“Muchos de nuestros hermanos y hermanas, hijos de la misma humanidad, son tomados como rehenes por la arbitrariedad del más fuerte, por el que posee las armas más potentes, armas que siguen circulando. Mi corazón está hoy en el oriente de este inmenso país, que no tendrá paz hasta que la paz no haya llegado allí, a la zona oriental”, se solidarizó un papa “impresionado ante la violencia inhumana que han visto con sus ojos y experimentado en su propia carne”.

Dura condena de la violencia y de sus promotores

“Mientras los violentos los tratan como objetos, el Padre que está en los cielos mira su dignidad”, les aseguró, recalcando que “Dios los ama y no se ha olvidado de ustedes”, a la vez que reclamaba “¡que también los hombres se acuerden de ustedes!”.

“En su nombre -añadió Jorge Mario Bergogio-, junto a las víctimas y a quienes se comprometen por la paz, la justicia y la fraternidad, condeno la violencia armada, las masacres, los abusos, la destrucción y la ocupación de las aldeas, el saqueo de campos y ganado, que se siguen perpetrando en la República Democrática del Congo. Y también la explotación sangrienta e ilegal de la riqueza de este país, así como los intentos por fragmentarlo para poderlo controlar”.

Víctimas mutiladas por los grupos militares

“Causa vergüenza e indigna saber -tronó el Papa- que la inseguridad, la violencia y la guerra que golpean trágicamente a tanta gente, son alimentadas no sólo por fuerzas externas, sino también internas, por intereses y para obtener ventajas”.

Ante la maldad de estos hechos, Francisco, dirigiéndose a “al Padre que está en los cielos”, le pidió “perdón por la violencia del hombre contra el hombre, consuela a las víctimas y a los que sufren, convierte los corazones de los que cometen crueles atrocidades, que deshonran a toda la humanidad. Y abre los ojos de aquellos que los cierran o miran para otro lado ante estas abominaciones”.

"Qué escándalo y qué hipocresía"

No se anduvo con contemplaciones el Papa al condenar esos conflictos, “que obligan a millones de personas a dejar sus casas, que provocan gravísimas violaciones de los derechos humanos, que desintegran el tejido socio-económico, que causan heridas difíciles de sanar. Son luchas en las que se entrecruzan dinámicas étnicas, territoriales y de grupos; conflictos que tienen que ver con la propiedad de la tierra; con la ausencia o la debilidad de las instituciones; con odios en los que se introduce la blasfemia de la violencia en nombre de un dios falso. Pero, sobre todo, es la guerra desatada por una insaciable avidez de materias primas y de dinero, que alimenta una economía armada, la cual exige inestabilidad y corrupción. Qué escándalo y qué hipocresía: la gente es agredida y asesinada, mientras los negocios que causan violencia y muerte siguen prosperando”, clamó Francisco.

El testimonio de una víctima utilizada como esclava sexual

“Dirijo un vehemente llamado a todas las personas, a todas las entidades, internas y externas, que manejan los hilos de la guerra en la República Democrática del Congo, depredándola, flagelándola y desestabilizándola. Ustedes se están enriqueciendo por medio de la explotación ilegal de los bienes de este país y el sacrificio cruento de víctimas inocentes. Escuchen el grito de su sangre (cf. Gn 4,10), presten atención a la voz de Dios, que los llama a la conversión y escuchen la voz de su conciencia: hagan callar las armas, pongan fin a la guerra. ¡Basta! ¡Basta de enriquecerse a costa de los más débiles, basta de enriquecerse con recursos y dinero manchado de sangre!”.   

Los 'noes' y los 'síes' que construyen futuro y paz

Pero, tras apelar a quienes mantienen vivo el conflicto, de una u otra manera -y ahí la comunidad internacional ha de sentirse sin duda interpelada-, el Papa invitó a reflexionar también sobre cómo promover cada uno la paz, para los que les propuso comenzar de nuevo “con dos ‘no’ y dos ‘sí’”.

“En primer lugar, no a la violencia, siempre y, en cualquier caso, sin condiciones y sin ‘peros’. Amar a la propia gente no significa alimentar el odio hacia los demás. Al contrario, querer al propio país supone negarse a ceder ante los que incitan al uso de la fuerza”, les dijo como forma de atajar el enfrentamiento tribal y étnico.


Una víctima escucha el discurso del Papa

Otro ‘no’, “claro y fuerte también debe decirse a quienes propagan esto en nombre de Dios”, les dijo, invitándolos a que “no se dejen seducir por personas o grupos que incitan a la violencia en su nombre. Dios es Dios de la paz y no de la guerra. Predicar el odio es una blasfemia, y el odio siempre corroe el corazón del hombre”.

"Desmilitarizar el corazón"

“Pero para decir verdaderamente ‘no’ a la violencia no es suficiente evitar actos violentos; es necesario extirpar las raíces de la violencia”, por lo que les pidió “en nombre del Dios de la paz, desmilitarizar el corazón, quitarle el veneno, rechazar el odio, aplacar la avaricia, eliminar el resentimiento”, todo lo cual “pareciera que nos hace débiles, pero en realidad nos hace libres, porque nos da paz. Sí, la paz nace de los corazones, de corazones libres de rencor”.  

El segundo gran ‘no’ que pidió Bergoglio fue un “no a la resignación”, a bajar los brazos porque, aunque “un futuro de paz no caerá del cielo, pero será posible si se destierra de los corazones el fatalismo resignado y el miedo de involucrarse con los demás. Un futuro diferente llegará, si es para todos y no para algunos, si es en favor de todos y no contra algunos. Un futuro nuevo llegará, si el otro, sea tutsi o hutu, ya no es más un adversario o un enemigo, sino un hermano y una hermana en cuyo corazón es necesario creer que existe, aun escondido, el mismo deseo de paz. ¡También en el este la paz es posible! ¡Creámoslo! Y trabajemos por ello, sin delegar el cambio. 

El testimonio de uno de los niños ante el Papa en Kinshasa

Y junto a esos dos grandes ‘noes’, propuso los dos ‘síes’ para la paz. “Ante todo, sí a la reconciliación”, comenzó afirmando, para lo cual les pidió, como sucedió con la cruz, que era un instrumento de muerte, que se conviertan en “árboles de vida”. “Hagan como los árboles, que absorben contaminación y devuelven oxígeno. O, como dice un proverbio: ‘En la vida haz como la palmera: recibe piedras, entrega dátiles’”. Esta es la profecía cristiana: responder al mal con el bien, al odio con el amor, a la división con la reconciliación”, porque “la fe lleva consigo una nueva idea de justicia, que no se conforma con castigar y renunciar a la venganza, sino que quiere reconciliar, desactivar nuevos conflictos, extinguir el odio, perdonar”.

"Solo el perdón abre las puertas del mañana"

“Amigos -les dijo-, sólo el perdón abre las puertas al mañana, porque abre las puertas a una justicia nueva que, sin olvidar, rompe el círculo vicioso de la venganza. Reconciliarse significa generar el mañana, creer en el futuro en vez de quedarse anclados en el pasado, apostar por la paz en lugar de resignarse a la guerra, huir de la prisión de las propias razones para abrirse a los demás y disfrutar juntos la libertad”.

Finalmente llegó el último “sí”, y decisivo: “Sí a la esperanza”. “Si se representase la reconciliación como un árbol, como una palmera que da frutos, la esperanza sería el agua que la hace fecunda. Esta esperanza tiene una fuente y esta fuente tiene un nombre, que quiero proclamar aquí con ustedes: ¡Jesús!”, recalcó Francisco.

“Con Jesús nace y renace la esperanza; para quien ha sufrido el mal e, incluso, para quien lo ha cometido. Hermanos, hermanas del oriente del país, esta esperanza es para ustedes, tienen derecho a ella. Pero también es un derecho que debe ser conquistado. ¿Cómo? Sembrándola cada día, con paciencia”, señaló para acabar su encuentro bendiciendo “a todos los sembradores de paz que trabajan en el país”.

Un congoleño mutilado lee el testimonio de una mujer que desapareció hace unos meses

Antes del adiós, una última bendición, un último gesto de cercanía a los dolientes que quisieron acercarse a agradecer al Papa el interés demostrado por visitar su país y denunciar su situación. “Hermanos, hermanas, hijos e hijas de Ituri, de Kivu del Norte y del Sur, estoy con ustedes, los abrazo y los bendigo a todos. Bendigo a cada niño, adulto, anciano, a cada persona herida por la violencia en la República Democrática del Congo, en particular a cada mujer y a cada madre. Y rezo para que la mujer, toda mujer, sea respetada, protegida y valorada. Agredir a una mujer y a una madre es hacérselo a Dios mismo, que tomó de una mujer la condición humana, de una madre. Que Jesús, nuestro hermano, Dios de la reconciliación que plantó el árbol de la vida de la cruz en el corazón de las tinieblas del pecado y del sufrimiento, Dios de la esperanza que cree en ustedes, en su país y en su futuro, los bendiga y los consuele; que derrame la paz en sus corazones, en sus familias y en toda la República Democrática del Congo”.

El encuentro en la Nunciatura de Kinshasa

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