Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

28 de agosto de 2020

Hágase tu voluntad


El Padre Nuestro: Hágase tu voluntad….


<< La voluntad de Dios entraña el abandonarse confiadamente >>
La voluntad de Dios conlleva un elemento de paciencia, de abandono humilde al misterio, y hasta de resignación. Conocemos la voluntad de Dios: la realización del reino por parte suya y del hombre; pero ello no nos hace entender el aplazamiento de los cielos y tierra nuevos. ¿Por qué Dios no realiza en seguida su voluntad? ¿Por qué no hace que los hombres vivan inmediatamente según las exigencias del reino? La historia sigue su pesado zigzaguear, con avatares absurdos, con mecanismos de injusticias y de pecado, en medio de las incesantes interrogaciones que el corazón lanza al cielo. Tal experiencia se vuelve más angustiosa todavía cuando nos damos cuenta de que muchas veces los mejores proyectos, las intenciones mejor orientadas y las causas más sacrosantas caen derrotados. A menudo, al justo se le margina, al sabio se le ridiculiza, al santo se le elimina. Triunfa lo frívolo, saca partido el deshonesto, dirige los destinos de un grupo el mediocre.

Rezar en este contexto el << hágase tu voluntad >> exige abandonarse al designio misterioso de Dios; entraña una resignación que no es elegir el camino más fácil, sino el más sensato, pues se mide la sabiduría verdadera por los parámetros de la Sabiduría de Dios, que está por encima de nosotros como el cielo sobre la tierra, y no por los criterios de comprensión a que llega nuestra razón limitada.


Rezar que se haga tu voluntad equivale a pedir << hágase como Dios quisiere >>, sin ningún significado de lamentación o desesperanza; al contrario, con la entrega confiada de un niño que se abandona en los brazos de la madre.

Dios es Padre y Madre de infinita bondad, con su designio eterno…. al paso que nosotros apenas tenemos meros proyectos. Al igual que los niños no llegan a entender aún todos los gestos de los padres y ni siquiera el alcance de sus palabras, tampoco nosotros, mientras peregrinamos, percibimos las dimensiones de la historia ni podemos captar su sentido. Sin amargor reconocemos la finitud de nuestros puntos de vista y nos entregamos a quien es el principio y el fin, en cuyas manos está el itinerario de todos los caminos.

Y Jesús, según el autor de la carta a los Hebreos (10,5-7) dijo: << Aquí estoy yo para realizar tu designio, Dios mío >>. En el monte de los Olivos, cuando ya percibe como inevitablemente la muerte violenta, Jesús se angustia profundamente; pero prevalece el abandono sereno a la voluntad del Padre: << Padre, si quieres, aparta de mí este trago; sin embargo que no se realice mi designio, sino el tuyo >> (Lc 22,42 ). Aquí se revela la real humanidad de Jesús: como nosotros, también él es peregrino y viador; participa de las ansiedades de quien no sabe, de una vez, todas las cosas y cada paso de la voluntad de Dios.

Evidentemente Jesús conoce la voluntad del Padre; pero a causa de su condición humana, no entronizada aún en la plenitud del reinado de Dios, donde todo es transparente, tiene que buscar también él cuál es aquí y ahora, en concreto, la voluntad de Dios. ¿Qué hacer, como realizar mejor la voluntad de Dios ya conocida? Jesús se enfrenta con los límites humanos y con la propia angustia; es víctima de la saña de quienes no acogieron su mensaje; pero acepta esta situación, y no apela a las fuerzas celestiales a su disposición (ver Mt 26,53).

Nada de extraño, pues, que la última palabra de Jesús, según Lucas, fuese una exclamación de total abandono: << Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu >> (Lc 23,46). Es la expresión de la radical libertad humana: entregarse a uno Mayor que tiene el sentido supremo de todas las aspiraciones y que sabe el porqué de todos los fracasos. La frase tan repetida en nuestro lenguaje ordinario, << si Dios quiere >> tiene, como se ve, una honda raíz teológica (ver Rom 1,10; He 18,21), pues da por supuesto que el verdadero centro del hombre no es el yo, sino el tú (divino): procederá bien que se oriente por ese centro, pues entonces la voluntad de Dios acontece de veras y el reinado ya llegó.

Leonardo Boff