Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

9 de febrero de 2018

LO QUE VA DE AYER A HOY



HISTORIAS BIBLICAS DE AYER
QUE SE REPITEN HOY
 Aquí tienen una  serie en 5 capítulos sobre un suceso de la vida de Jesús
Ya saben, o deben saber,  que los evangelios no son historias de Jesús al estilo tradicional  sino catequesis   para ayudar a conocer su palabra y su vida .Que quien lo lea  sienta  en su corazón  el deseo  de lo que él decía a muchos: “Sígueme”
Pues nosotros vamos a  adornar  una de esas narraciones evangélicas con el pincel de nuestra imaginación. Seguro  que la historia les suena. Vamos a preguntarnos qué  pasó con aquel trozo de cuerda  que Jesús utilizó para expulsar a los mercaderes del templo de Jerusalén. ¿Qué pasó eh?
Pues vamos  a    contarles, al estilo de nuestras narraciones, (lo que va de ayer a hoy) la historia de…

EL LÁTIGO 

Capítulo  2. En la capital del imperio

Ayer
En Roma, el fenicio vendió la cuerda a un tal Críspulo, ciudadano recién convertido a la fe de Jesús. Aprovechando los fervores del recién bautizado, el antropo-fenicio se resarció con creces del costo del látigo (es decir, lo estafó).
Críspulo convirtió el souvenir en reliquia. Lo envolvió en un paño de lino y lo guardó en un arca perfumada.
El hijo de Críspulo heredó el arca con la reliquia y se la legó a su hijo Prudencio. A Prudencio le tocó bajar corriendo a las catacumbas. Eran tiempos de persecución y clandestinidad. Bajó con su reliquia.
Una comunidad de base, o mejor dicho de sótano, rezó fervorosa ante ella.


El nieto del nieto de Prudencio (eran ya tiempos del emperador Constantino) había colocado el “souvenir-reliquia” en una urna de cristal con aristas doradas.
La comunidad de vecinos cristianos encendía ante ella lámparas de aceite y en las noches de luna llena primaveral - o sea, en la Pascua,- llevaban la urna a la basílica.
A una mujer piadosa le pareció notar que esa noche la cuerda se agitaba en la urna como si fuera una serpiente nerviosa. Pero nadie la hizo caso. Nadie la  hizo caso hasta que, en una reunión de la comunidad, el nieto del nieto anunció su gran iniciativa:

- “Esta sagrada cuerda, hermanos, es digna de mayor veneración. Mi esposa y yo hemos decidido levantarle, con nuestros ahorros, un digno templo.


Al lado del altar mayor colocaremos un nicho cubierto de oro y piedras preciosas. En ella depositaremos el santo látigo de Jesús”.
-“Digno y justo es - respondieron los asistentes-,
Pero, hermano, ¿cómo vas a poder sufragar tales gastos?”
-“Mi negocio de venta de palomas ha sido fructífero estos años. Además creo que no ofendo a Dios si, cuando el templo esté terminado, a todos los fieles que deseen ver la reliquia les pedimos una moneda de oro como ofrenda. Servirá de  estipendio para el culto de... En ese preciso momento, se escuchó en la habitación un estallido de cristales


 . Volvieron todos la cabeza y vieron que la urna había saltado en añicos y que el látigo de cuerda se agitaba amenazante y restallaba sobre las baldosas de mármol.

Todos saltaron de sus asientos y corrieron fuera dejando las sillas tiradas y un jarrón de vino derramado por el suelo.
La cuerda, al quedarse sola, también se fue tranquilizando, jadeante, primero, hasta que quedó relajada, yerta sobre el suelo.
Priscila, la empleada doméstica del hogar, oriunda de la Bética, entró despacito, recogió la reliquia con veneración y la escondió en su pequeña habitación

Hoy
El hoy que hemos abordado es el  eco  de  los primeros siglos cristianos. Nos ponemos con la imaginación en aquellas generaciones de los evangelios recién escritos, con la memoria caliente.


Nos damos un paseo por las catacumbas que aún se conservan vivas. Los turistas espirituales entran respetuosos por aquellos pasadizos que guardan memorias sobrecogedoras, cuando ser creyente en Jesús era un delito.
¿Somos  capaces de imaginarnos una religión sin templos, cuando los fieles a  aquel Jesús solamente lo recordaban  en sus casas, humildes  o más ricas, pero bajaban  en momentos de mayor persecución  a aquellos  cementerios, catacumbas, que iban aumentando sus galerías según aumentaba el número de  enterramientos?
Muchos hoy, cuando  echan de menos “sus tiempos pasados”, (que son de pocos  años antes),  para quejarse de los  tiempos modernos después del concilio, no son capaces de hacer un pequeño esfuerzo e  imaginarse la dureza de aquellos primeros tiempos de verdad, los siglos cercanos a la vida  y predicación de Jesús.
Pero no somos capaces tampoco de imaginar, por  nuestra capacidad de olvido    el recuerdo de lo que fue realmente  el mensaje de aquel “reino de Dios” que se parece a… (y aquí ponía Jesús la parábola). El reino  que había sido el horizonte marcando  el  camino de los llamados primeros cristianos… ¿Hasta cuando llegaron los auténticos primeros? ¿Cuándo los primeros empezaron a no  ser ya  los “primeros” creyentes en Jesús y se empezaron a deformar?
Generalmente le echamos las culpas a aquel  emperador Constantino, llamado el grande, o mejor el astuto que aprovechó  e l lema: <Si no puedes vencer a tu enemigo hazte amigo suyo>. Así dio la libertad a los cristianos. Regaló al papa un palacio donde se estableció  la primera basílica cristiana en Roma.


 Hoy es San Juan de Letrán.
Esos privilegios fueron haciendo que el cristianismo   aumentase su libertad, su poder   pero disminuyendo su fidelidad a Jesús,  que nunca había pensado fundar una religión.  Él solo quiso un modo de vivir basado en el amor a Dios y a todo ser humano y de la naturaleza.
Ese es  el símbolo que movió al nieto del nieto del Prudencio de nuestro cuento a poner el látigo de Jesús en una urna de oro y cristal y a intentar exponerla en la basílica y cobrar algunas monedas de oro  a quienes la visitasen… Eso explica también que el látigo irritado se agitase rompiendo la urna y se dejase recoger mansamente por la sirvienta  bética (andaluza, para entendernos) que guardó la reliquia con cariño  esperando tiempos de una fe más humilde y auténtica.