Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

17 de febrero de 2018

LO QUE VA DE AYER A HOY



HISTORIAS BIBLICAS DE AYER QUE SE REPITEN HOY

EL LÁTIGO 

CAPÍTULO  3.-. EN EL TIEMPO DE LOS ERMITAÑOS

Saltemos el tiempo en pos de la cuerda y vayamos unos siglos después a las estribaciones de los Alpes italianos.
Allí en una choza solitaria encontramos al eremita Facundo descendiente de Priscila. El eremita desertor del corrupto mundo romano  se había refugiado en aquellos montes llevando tan sólo una túnica una escudilla y un perro.
 Ah y una soga atada al cuello del perro.  Facundo había recibido la soga de sus padres como una reliquia de la tatarabuela Priscila. Pero el hombre era un tanto simple como buen eremita  y pensó: “¡Qué mejor modo de sujetar al animalito que con esta bendita cuerda con la que el Señor Jesús  sujetó la codicia humana”.   

 Y cuentan las crónicas que el perro feroz y agresivo se volvió manso como un cordero en cuanto quedó sujeto con aquella soga. ¡Qué remedio!
El eremita o anacoreta, vivía solitario y pobre en el monte. Pero luego... ya saben: la historia de siempre. Vinieron discípulos que, atraídos por la fama del anacoreta, empezaron a vivir con él, igualmente pobres, pero un poco menos.
Luego levantaron un cobertizo para acoger a los peregrinos y después una sencilla y bella capilla.


 Más tarde, el conde del lugar les ayudó a construir un monasterio y un gran templo... ¿Y para qué contarles?

Por entonces, el eremita ya se había muerto de pena y el perro de aburrimiento. Los monjes vivían como condes en el lujoso monasterio. ¿Y la cuerda sagrada?  La sagrada cuerda se quedó olvidada en un rincón de la cocina.





Olvidada no. Por las noches recorría los claustros y galerías del monasterio golpeando las puertas de las celdas. 

Si algún monje acomodado y vividor se asomaba, el látigo atacaba por retaguardia y le dejaba una semana sin poderse sentar. 



Hasta que un joven rebelde y ascético monje, harto de la creciente corrupción del monasterio, se ató la cuerda a la cintura y marchó en busca del Señor por otros caminos.
 Hoy
Según han ido pasando los años, cientos y miles de seres humanos han ido enfrentándose con  la persona y el mensaje de Jesús el galileo. Unos lo reconocieron como hijo de Dios y Maestro del mundo, otros lo tuvieron como pretexto  para montar  estructuras, asociaciones, iglesias,  monasterios… y detrás de  esos tinglados con nombre sagrado hacerse una vida más fácil, cómoda y hasta lujosa y opulenta…


Eso levantó  olas  de indignación o desconcierto. Muchos   exclamaron:”No es esto lo que Él  enseñaba” y se fueron buscando nuevos modos de vivir esa buena noticia que habían escuchado y leído en los evangelios. Algunos fueron los  ermitaños solitarios  en los montes huyendo de una religión que veían como falsa e hipócrita,
















otros fueron predicadores atrevidos que no huían de la sociedad sino que gritaban ante los pueblos proponiendo un mundo mejor.
Los intentos de muchos de estos, tanto de los eremitas solitarios como de los inquietos predicadores duraron más o menos tiempo.
Algunos encontraron discípulos, seguidores… unas veces sinceros y consecuentes, otras peso muerto que les fue impidiendo seguir su camino de fidelidad al Maestro, y en otras ocasiones hubo auténticos traidores  que falsificaron la idea del   profeta Jesús  y  corrompieron el mensaje.