"¿Qué
tiene que estar temiendo un padre para abandonar a su hijo en manos de soldados
de un país ajeno?"
El
niño del aeropuerto de Kabul
"Ese niño que vemos colgando
entre manos no es sólo un niño, sino que es el mundo de mañana. En su llanto
resuena el grito del mundo que se desgarra ante la tragedia de Afganistán y
tantas otras en las que nos va la vida a todos nosotros"
"El niño ya está en un país
seguro, pero pareciera que esta brutal reconquista talibán que echa su negra
sombra sobre todo el país dejara esta foto quieta para siempre, con el niño
colgando entre dos mundos"
"¿Es posible que ese niño, un
refugiado que sufrirá los procesos de exclusión de los inmigrantes en
Occidente, que tendrá una identidad confusa, en un exilio eterno, sea víctima
en quince o veinte años de la droga que su país exporta masivamente a Europa o
Norteamérica? Si no él, probablemente muchos como él"
"No podemos soltar de la mano
a ese niño, no podemos soltar de la mano a los millones de afganos que quieren
vivir en paz y libertad"
25.08.2021 | Fernando Vidal, Director del Centro de Impacto Social Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de Comillas
Ese niño que vemos colgando entre manos no es sólo un niño, sino que es el mundo de mañana. En su llanto resuena el grito del mundo que se desgarra ante la tragedia de Afganistán y tantas otras en las que nos va la vida a todos nosotros.
La
foto es impresionante por su simetría. Abajo un muro, el caos y el terror.
Arriba un cielo nublado envuelve la resignación, la impotencia y la
estupefacción. Los brazos de un padre y una madre alzan al cielo el bebé. Es
muy pequeño, su cuerpo se arquea, no tiene aún fuerza para sostenerse por sí
mismo. Ese manojo de brazos es también simétrico al brazo que lo recibe y
sujeta en el aire. El niño ya está en un país seguro, pero pareciera que esta
brutal reconquista talibán que echa su negra sombra sobre todo el país dejara
esta foto quieta para siempre, con el niño colgando entre dos mundos. Esas dos
partes de la foto no están quietas ni ya unidas, sino separándose cada vez más,
alejándose. Los de abajo son un buque que se hunde en la oscuridad del
talibanismo sin que podamos salvar a la inmensa mayoría de náufragos.
A
Europa le cuesta ver cuánto se está jugando en esa pérdida. La Operación
Libertad Duradera tiene un nombre que este año 2021 se ha convertido en un
sarcasmo. El repliegue occidental no solamente deja una amplia zona en manos
del yihadismo, sino una fuente inmensa de financiación por el tráfico de opio y
cristal que pronto llenarán más nuestras calles.
¿Es
posible que ese niño, un refugiado que sufrirá los procesos de exclusión de los
inmigrantes en Occidente, que tendrá una identidad confusa, en un exilio
eterno, sea víctima en quince o veinte años de la droga que su país exporta
masivamente a Europa o Norteamérica? Si no él, probablemente muchos como él.
Hasta
hace poco los niños nacían con un pan bajo el brazo, venían a un mundo que iba
a ser mejor que el de sus padres. Iban a tener mejor educación, mejores
empleos, mejor salud, más democracia. Sin embargo, ya hace más de una década
que los jóvenes se han dado cuenta de que van a vivir peor que sus padres, que
la movilidad intergeneracional es descendente para una mayoría popular. Hasta
principios del siglo XXI, teníamos la convicción de que nuestro mundo iba
paulatinamente mejorando, que la línea del progreso continuaba su lenta
ascensión. Sin embargo, como señala el Papa Francisco en la encíclica Fratelli
Tutti, se ha roto la evolución de progreso. El Niño del Aeropuerto de Kabul es
el ser con mayor incertidumbre del mundo. ¿Qué tiene que estar temiendo un
padre para abandonar a su hijo en manos de soldados de un país ajeno?