Se ha ido el Papa de los viejos zapatos... De la sonrisa abierta... De la súbita carcajada... De la caricia en sus ojos... De las sandalias de Pedro... De las periferias cercanas... Que lava y besa los pies cansados... Que se deja cuidar...
Se ha ido el Papa de
Jesús de Nazaret... Del pastor con olor a oveja... Del Evangelio sin aditivos
ni incienso... Del gesto sencillo y profundo... De libertad auténtica... Que
vino de lejos... Del no a la cultura del descarte...
Se ha ido el Papa de
los últimos, de aquellos a quienes marginamos... De las rejas que se abren...
Del corazón en el que cabemos todos, todos, todos... Del pastor de hospital de
campaña... Del humor fresco... De la humanidad valiente...
Se ha ido el Papa de la misericordia que abraza... De la esperanza que no defrauda... De ventanas abiertas con vistas a la primavera... De la dignidad de cada hombre y cada mujer y toda realidad de identidad... Que visibilizó a la mujer en nuestra Iglesia…
Se ha ido el Papa
cercano y vecino... De la luz que no ciega... Del diálogo sereno y de la
escucha atenta... De los nuevos lenguajes… Pastor de un rebaño sin excepciones,
sin colores, ni razas... De la bondad por bandera... De silencios
atronadores...
Se ha ido el Papa que
no necesitó aplausos para hacer el bien... Que cada mañana pintaba el cielo con
arco iris... Que llenó de lágrimas el mediterráneo... Que amó hasta el final...
Visitador de presos... Que abrió un puente donde hubo un muro...
Se ha ido el Papa con
nombre del santo diácono de Asís… Que puso los márgenes en el centro... De la
sinodalidad fraterna... De los sueños en color... De las sorpresas... De la
naturalidad… De los cambios sin prisa y sin heridas... Defensor de la vida...
Que puso rostro, acogió y abrazó a los abusados en nuestra Iglesia…
Se ha ido del Papa de
los procesos valientes... Que escucha y acoge sin juzgar… Que nada de lo humano
le es ajeno… Que puso el Evangelio en el centro de su vida y de la vida de la
Iglesia… Que creyó y practicó el diálogo con personas de otros credos…
Papa Francisco, vuela
hasta el cielo con tus viejos zapatos, aquellos que pisaron suelo sagrado:
prisiones, fronteras, mares, márgenes… aquellos viejos zapatos que te llevaron
hasta los niños sin infancia, ancianos sin esperanza, mujeres violentadas, a
los cautivos de una sociedad conectada y cada más aislada…
¡Gracias Francisco!
Paloma Pérez Muniáin