Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

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20 de noviembre de 2025

JUEGOS DEL CAOS: UN JUEGO DE PODER POR LA JUSTICIA Y LA DEMOCRACIA

Las elecciones por los altos puestos de cinco instituciones (TSE, CC, MP, USAC y Contraloría) han entrado en una lucha encarnizada. Las autoridades electas en cada una de ellas definirán el avance del país hacia la independencia institucional o la consolidación de un nuevo mapa de redes político-económicas ilícitas. El gran juego que se alinea cada 30 años ha empezado y los jugadores buscan que la población guatemalteca sea una simple espectadora.

Una nueva pelea por el poder se libra lejos de los reflectores, entre los pasillos alfombrados de los tribunales, los salones de eventos gremiales y los despachos donde aún resuena el eco de los viejos pactos. La historia se repite: los actores son los mismos, las alianzas mutan, y la ambición, esa que se alimenta del control institucional, sigue intacta.

En el centro de esta nueva jugada convergen actores que anhelan conservar o recuperar posiciones de poder. Uno de ellos es Nester Vásquez, un magistrado de la Corte de Constitucionalidad (CC), quien ha logrado sobrevivir a cada reconfiguración del sistema de justicia. Desde la Corte Suprema de Justicia (CSJ) hasta la CC, Vásquez se ha mantenido como una constante, un operador silencioso que ha tejido su propio entramado de influencias.


En los círculos judiciales se habla de su objetivo: asegurar su permanencia en la CC, ya sea a través de la reelección en el CANG o mediante un eventual apoyo en la CSJ. Pero su estrategia aún no está definida. Su entorno lo impulsa a apostar por el Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala (CANG), donde su grupo gremial busca consolidar el respaldo necesario para repetir la jugada que, cinco años atrás, lo llevó hasta la alta corte.

Vásquez no está solo. A su alrededor resurgen otras figuras conocidas: Estuardo Gálvez, exrector de la USAC y operador clave en las comisiones de postulación; Roberto López Villatoro, el “Rey del Tenis”, hábil en el arte de tejer influencias; Mynor Moto, juez con aspiraciones recurrentes a la CC; y la fiscal general Consuelo Porras, quien desde el Ministerio Público busca asegurar espacios que mantengan a salvo su poder.

Cada uno mueve sus piezas bajo un mismo propósito;  conservar una cuota de influencia en un año en que el control de las instituciones vuelve a estar en disputa. Como muestra un botón: la alianza entre Néster Vásquez y la fiscal general Consuelo Porras ha sido clave para blindar a su círculo de poder. Gracias a esa red de influencias dentro del sistema de justicia, ni él ni sus aliados han tenido que rendir cuentas por la manipulación de las cortes en 2020.

Es así como los grupos afilan sus estrategias, calculan riesgos y se abren paso entre alianzas frágiles y traiciones inevitables. En silencio, los operadores políticos han retomado sus movimientos para asegurar posiciones clave rumbo a 2026.

Los mismos nombres, los mismos intereses y las mismas redes vuelven al juego. Cada actor, desde su esfera de influencia, impulsa a personajes afines a sus agendas gremiales o políticas. Lo hacen con un objetivo que no cambia: mantener el control del tablero judicial, ese que define quién gana, quién pierde y, sobre todo, quién sigue impune en Guatemala.

En este juego, la justicia y el poder que proporcionan estas instituciones son los verdaderos premios. Y la democracia queda en segundo plano. Quienes dominen intentarán avanzar sin ser devorados, mientras otros apenas buscan sobrevivir en un terreno marcado por la cooptación institucional y la criminalización. Al final, solo uno llegará a la meta y su victoria marcará el rumbo del país de cara a las elecciones generales de 2027.

¿Por qué es un proceso inédito?

Tradicionalmente los relevos institucionales ocurren de forma escalonada. Sin embargo, en 2026 coincidirán renovaciones clave que impactarán directamente en la justicia, la fiscalización, la academia pública y el sistema electoral, pilares que sostienen nuestra democracia.

Este proceso de elecciones de segundo grado crea un escenario inusual: un año en que todo el andamiaje del poder será reconfigurado simultáneamente en un contexto donde la independencia judicial y la credibilidad electoral están gravemente debilitadas. La concentración de estos procesos podría abrir la puerta a una recomposición total del poder político, con implicaciones profundas en la ruta hacia las próximas elecciones generales.

Estos procesos llegan en medio de rezagos y déficits institucionales grandes desde que se firmó la Paz, y la experiencia en los últimos períodos de gobierno que han terminado de socavar sus capacidades para ejercer sus funciones. La criminalización de periodistas, fiscales, jueces y defensores de derechos humanos ha dejado un panorama de miedo y silencio, donde la crítica al poder se castiga y la impunidad se premia, como lo han denunciado organizaciones sociales.

El gobierno de Bernardo Arévalo, electo con la promesa de rescatar la democracia, no ha llenado las expectativas sociales, pero también es cierto que enfrenta bloqueos sistemáticos por parte de actores tradicionales del poder que controlan el Congreso, el Sistema Judicial y parte del aparato estatal. De allí la importancia en la elección de las próximas autoridades en el TSE, la CC, el MP, la USAC y la Contraloría.

 


El interés de los grupos de poder

El analista político Renzo Rosal considera que el proceso de elecciones que se avecina representa un enorme atractivo para los grupos de poder. Dice que desde 2018 se ha consolidado un proceso de control institucional que busca profundizarse y en el que las designaciones ofrecen una “gran oportunidad” para que esos grupos refuercen su dominio sobre las instituciones, especialmente el sistema de justicia.

El analista advierte que esta coincidencia puede permitir una nueva fase de “captura institucional”, en la que sectores interesados aprovechen el contexto para reorganizar o consolidar su influencia política y judicial. “Dada la coyuntura y el proceso que se ha  instalado, especialmente en 2018 para acá, el tema central es el atractivo que representan estas elecciones de segundo grado para diversos grupos de poder, unos que están interesados en profundizar, en consolidar o en fortalecer el proceso de control de las instituciones”, señaló.

Por su lado, el exjuez Carlos Ruano, considera que la democracia guatemalteca enfrenta graves riesgos si las designaciones de 2026 responden nuevamente a intereses partidarios, económicos o de grupos corruptos. Recuerda cómo durante las elecciones generales de 2023, las acciones del Ministerio Público y de actores políticos del gobierno saliente pusieron en duda la voluntad popular, al no reconocer los resultados electorales. Para Ruano, ese mismo patrón se podría repetir en las elecciones de segundo grado, ya que esos actores continúan activos y ven en estas designaciones una oportunidad para desmantelar completamente las instituciones del Estado.

“Es un panorama bastante complicado porque no ha dado muestras de estar a la altura de fortalecer las instituciones, porque vía del Congreso sabemos que se debe elegir a uno de los magistrados y suplentes de la CC, pero también tiene esa función del nombramiento de los magistrados del TSE, entonces lo veo como una oportunidad pero dado el panorama lo que ha reflejado el trabajo del Congreso es que muchos intereses políticos se van a a poner en juego”, agregó. 

Por Alexander Valdéz

Prensa Comunitaria